Incapaz de asumir otra grieta bajo su línea de flotación que acelere el terrible desgaste de popularidad que ya padece su mandato, el presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, ha optado por la vía del absurdo y está proponiendo a los españoles que brinden por la derrota que representa la pérdida masiva de fondos europeos.
Zapatero y su gobierno han decidido utilizar los enormes recursos del Estado para confundir a los ciudadanos y, en lugar de asumir la realidad de que la época en la que los fondos europeos llovían sobre España como un maná que impulsaba la prosperidad ha concluido, han preferido defender la mentira de que perder esos fondos constituye “una victoria”.
Sin embargo, Zapatero, en su intento por transformar lo negro en blanco, ha encontrado un obstáculo en su camino, el del primer ministro británico Tony Blair, que ya ha declarado en dos ocasiones que España ha sido la gran derrotada en los nuevos presupuestos de la Unión Europea, ya que será quien cargue con la mayor parte del costo de la ampliación.
El problema de Zapatero es que no puede resistir más frentes de desgaste porque su imagen hace agua ya de manera dramática en frentes internos que le están resultando fatales, sobre todo el de la política catalana, donde su amigable y estrecha relación con independentistas descarados y antiespañoles le está haciendo perder ríos de votos.
Mientras tanto, en las disciplinadas y siempre prietas filas del socialismo español crece la preocupación y la inquietad ante la marcha del gobierno de Zapatero, que, sin haber conseguido escapar del pantano catalán, corre ahora el riesgo de pasar a la historia como el presidente que perdió los fondos europeos de ayuda, gracias a los cuales España pasó de la pobreza a la prosperidad en apenas dos décadas.
Para colmo de males, el líder de la oposición, Mariano Rajoy, ha calificado a Zapatero como “bobo solemne”, una ingeniosa imagen que podría pesar sobre su futuro político más de lo que muchos creen.
Zapatero y su gobierno han decidido utilizar los enormes recursos del Estado para confundir a los ciudadanos y, en lugar de asumir la realidad de que la época en la que los fondos europeos llovían sobre España como un maná que impulsaba la prosperidad ha concluido, han preferido defender la mentira de que perder esos fondos constituye “una victoria”.
Sin embargo, Zapatero, en su intento por transformar lo negro en blanco, ha encontrado un obstáculo en su camino, el del primer ministro británico Tony Blair, que ya ha declarado en dos ocasiones que España ha sido la gran derrotada en los nuevos presupuestos de la Unión Europea, ya que será quien cargue con la mayor parte del costo de la ampliación.
El problema de Zapatero es que no puede resistir más frentes de desgaste porque su imagen hace agua ya de manera dramática en frentes internos que le están resultando fatales, sobre todo el de la política catalana, donde su amigable y estrecha relación con independentistas descarados y antiespañoles le está haciendo perder ríos de votos.
Mientras tanto, en las disciplinadas y siempre prietas filas del socialismo español crece la preocupación y la inquietad ante la marcha del gobierno de Zapatero, que, sin haber conseguido escapar del pantano catalán, corre ahora el riesgo de pasar a la historia como el presidente que perdió los fondos europeos de ayuda, gracias a los cuales España pasó de la pobreza a la prosperidad en apenas dos décadas.
Para colmo de males, el líder de la oposición, Mariano Rajoy, ha calificado a Zapatero como “bobo solemne”, una ingeniosa imagen que podría pesar sobre su futuro político más de lo que muchos creen.