ZP y su gobierno necesitan una fuerte dosis de narcótico que sea capaz de sustituir al fútbol. La derrota de la selección nacional en Alemania ha frustrado las esperanzas del gobierno español, que contaba al menos con la presencia de España en las semifinales, un éxito con fuerte efecto narcótico sobre la sociedad.
El éxito de España en Alemania 2006, vaticinado por el propio Zapatero, habría servido para que la sociedad española olvidara las duras estampas y sensaciones que está viviendo y que cuestionan la sonriente obsesión de Zapatero por pactar con ETA "como sea": inquietantes revelaciones de la prensa que demuestran viejas negociaciones entre el PSOE y los etarras, extorsiones etarras a empresarios, resurrección de la "kale borroka", terroristas arrogantes y dando patadas a los cristales en los juicios, un Arzallus de imagen deleznable amenazando con "impugnar y no acatar la Constitución" y el desprecio reiterado de los etarras y batasunos a la memoria de las víctimas. El narcótico futbolístico también habría servido para que el trago de la negociación entre el Estado y ETA, de idual a igual, pudiera ser "asimilado" más fácilmente por una sociedad española muy sensible ante el perdón del gobierno a ETA.
A la Moncloa le habría venido muy bien una dosis alta de orgullo motivado por el éxito futbolístico en los mundiales para que los españoles sobrelleveran mejor el declive, el desarme moral y el complicado (y a veces indignante) perdón a ETA.
En lugar del efecto narcótico que habría ejercido una victoria futbolística en los mundiales, los españoles han acumulado frustración ante un fracaso deportivo que la afición, ilusionada como nunca antes, no se merecía. Para colmo de males, la actitud del entrenador Luis Aragonés, el único profesional fracasado del mundial que se niega a dimitir, actitud típica de la política española, ha generado todavía más indignación y rabia entre los españoles.
Esa frustración es peligrosa para el gobierno, ya debilitado por reveses como la intransigencia de la oposición, el escandaloso fracaso en el referendum catalán, la sustitución de Maragall y la constancia tesonera del juez Grande Marlaska persiguiendo el delito, dejando al margen la "conveniencia" política de Zapatero y sus adláteres.
"Conviene estar atentos", me advertía esta mañana mi amigo Sebas, que es un crítico fino de la deteriorada democracia española, según el cual "en cualquier momento puede ocurrir algo gordo, parecido al reciente escándalo de los sellos de Furum Filatélico, porque el poder necesita narcotizar con urgencia a la sociedad".
El éxito de España en Alemania 2006, vaticinado por el propio Zapatero, habría servido para que la sociedad española olvidara las duras estampas y sensaciones que está viviendo y que cuestionan la sonriente obsesión de Zapatero por pactar con ETA "como sea": inquietantes revelaciones de la prensa que demuestran viejas negociaciones entre el PSOE y los etarras, extorsiones etarras a empresarios, resurrección de la "kale borroka", terroristas arrogantes y dando patadas a los cristales en los juicios, un Arzallus de imagen deleznable amenazando con "impugnar y no acatar la Constitución" y el desprecio reiterado de los etarras y batasunos a la memoria de las víctimas. El narcótico futbolístico también habría servido para que el trago de la negociación entre el Estado y ETA, de idual a igual, pudiera ser "asimilado" más fácilmente por una sociedad española muy sensible ante el perdón del gobierno a ETA.
A la Moncloa le habría venido muy bien una dosis alta de orgullo motivado por el éxito futbolístico en los mundiales para que los españoles sobrelleveran mejor el declive, el desarme moral y el complicado (y a veces indignante) perdón a ETA.
En lugar del efecto narcótico que habría ejercido una victoria futbolística en los mundiales, los españoles han acumulado frustración ante un fracaso deportivo que la afición, ilusionada como nunca antes, no se merecía. Para colmo de males, la actitud del entrenador Luis Aragonés, el único profesional fracasado del mundial que se niega a dimitir, actitud típica de la política española, ha generado todavía más indignación y rabia entre los españoles.
Esa frustración es peligrosa para el gobierno, ya debilitado por reveses como la intransigencia de la oposición, el escandaloso fracaso en el referendum catalán, la sustitución de Maragall y la constancia tesonera del juez Grande Marlaska persiguiendo el delito, dejando al margen la "conveniencia" política de Zapatero y sus adláteres.
"Conviene estar atentos", me advertía esta mañana mi amigo Sebas, que es un crítico fino de la deteriorada democracia española, según el cual "en cualquier momento puede ocurrir algo gordo, parecido al reciente escándalo de los sellos de Furum Filatélico, porque el poder necesita narcotizar con urgencia a la sociedad".
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