Ricardo Taddei, como un ciudadano cualquiera, de esos que no deben nada a Hacienda, que jamás “han matado ni siquiera a una mosca”, que les gusta sentarse en un cafetería de la Gran Vía madrileña, por ejemplo, a mirar pasar la vida mientras saborea un whiskito o un café colombiano, o ir los domingos a sufrir con el Atlético de Madrid, vivía en España desde 1985. Ahora hace casi 21 años.
Pero no era un ciudadano cualquiera. Su origen –argentino- podría hacernos presumir lo mejor o lo peor. Hace pocos días supimos que pertenecía a los que vivieron activamente “en la acera oscura de la condición humana”. Detenido por la policía española en la capital del Reino, está acusado por la justicia argentina “de haber participado en el secuestro y tortura de al menos 161 personas durante la dictadura militar del general Videla +y sus muchachos+”. Muchas de estas personas son “desaparecidas”, o sea, fueron asesinadas a mansalva en la Argentina de entonces, plagada de eslóganes tan cínicos como: “Los argentinos somos derechos y humanos”, inventado por los militares, y sus acólitos civiles, cuando comenzaron a arreciar las denuncias internacionales sobre las violaciones contra los derechos humanos perpetradas por aquellos.
La democracia se recuperó en el país del Cono Sur en 1983, por lo que su justicia, su organización judicial, tardó solo casi 22 años en remitir la orden internacional de detención de este “ciudadano” (a finales de 2005). Desde luego, más vale tarde que nunca.
Este buen amigo “del orden y del combate a muerte –en el sentido más literal-contra la subversión” –finalmente son unos cobardes estos matones de gente indefensa, jamás dan la cara: Taddei se largó de Argentina cuando comenzaron a investigarse algunos casos en los que estaba implicado-, junto a otra docena de “compañeros” en la Policía Federal, gestionó los centros de detención ilegal conocidos como “El Atlético” (nada que ver con el club madrileño), “El Banco” y “El Olimpo” entre 1976 y 1979, la etapa más dura de la represión argentina.
¿Y qué gestionaban? se preguntarán los lectores. Pues secuestros, torturas e interrogatorios hasta la muerte de los detenidos-desaparecidos. La película “Garaje Olimpo” –estrenada en España hace unos años- muestra con mucha claridad el funcionamiento de dichos centros. Quien escribe estos breves párrafos fue testigo durante tres meses, como víctima, de uno de ellos: el centro de detención instalado en las dependencias del Cuerpo de Infantería de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, en la intersección de las calles 1 y 60 de la ciudad de La Plata, capital de la principal provincia argentina.
Todo lo que lean sobre estos siniestros centros de detención empalidecerá frente a la realidad: en el centro que me tocó conocer llegué a cohabitar con, al menos, 500 personas entre hombres y mujeres. Encapuchados –con una venda sobre los ojos y encima otra capucha que cubría toda la cabeza-, encadenados a camastros, privados de cualquier identidad, con la prohibición expresa de hablar con los restantes detenidos, o de escribir, so pena de recibir los más crueles castigos, todos esperábamos la hora crucial del día: hacia las 8 de la tarde, si una mano tocaba en tu hombro o sobre tu espalda, sabías que eras uno de los elegidos para participar –durante esa noche/madrugada- en una ceremonia espeluznante y de la que no sabías si regresarías. Me refiero al paseo al exterior, hacia otro centro en el que se practicaban los “interrogatorios” a los detenidos, eufemístico nombre que solo encubría interminables sesiones de torturas de todo tipo. En el argot utilizado entonces, una sesión de tortura era “ir al quirófano” o “a la parrilla”, nunca mejor expresado..
En el caso de los centros que “gestionaba” Taddei todo lo hacían en el mismo espacio físico. Si había algún traslado, mala señal porque en general significaba la desaparición y asesinato del detenido.
En 1979, Taddei causó baja en la Policía y se pasó al ejército, que lo premió con el rango de coronel, y dónde desarrolló su trabajo en el servicio de Inteligencia. La documentación remitida ahora por las autoridades argentinas expresa que “el operativo de las desapariciones respondía a instrucciones verbales, secretas e ilegales que consistían en detener y mantener ocultas a las personas, torturarlas para obtener información y eventualmente –diría que sistemáticamente- matarlas haciendo desaparecer el cadáver”. ¿Recuerdan la famosa instrucción nazi denominada “Noche y niebla”, para hacer desaparecer opositores en los territorios ocupados durante la última gran guerra?. Pues, eso.
Mucha de esta basura humana deambula, lamentablemente, con comodidad por diversas regiones españolas. Si alguna vez se entera de alguna historia semejante, por favor, no lo dude, denúncielo. Una persona así no tiene ningún derecho a sentarse junto a usted, que es un ciudadano honrado y respetuoso con las leyes, en cualquier bar, en cualquier terraza, como si se tratase de dos seres humanos con los mismos derechos y obligaciones. Esto solo ocurre, todavía, en la Argentina actual.
Pero no era un ciudadano cualquiera. Su origen –argentino- podría hacernos presumir lo mejor o lo peor. Hace pocos días supimos que pertenecía a los que vivieron activamente “en la acera oscura de la condición humana”. Detenido por la policía española en la capital del Reino, está acusado por la justicia argentina “de haber participado en el secuestro y tortura de al menos 161 personas durante la dictadura militar del general Videla +y sus muchachos+”. Muchas de estas personas son “desaparecidas”, o sea, fueron asesinadas a mansalva en la Argentina de entonces, plagada de eslóganes tan cínicos como: “Los argentinos somos derechos y humanos”, inventado por los militares, y sus acólitos civiles, cuando comenzaron a arreciar las denuncias internacionales sobre las violaciones contra los derechos humanos perpetradas por aquellos.
La democracia se recuperó en el país del Cono Sur en 1983, por lo que su justicia, su organización judicial, tardó solo casi 22 años en remitir la orden internacional de detención de este “ciudadano” (a finales de 2005). Desde luego, más vale tarde que nunca.
Este buen amigo “del orden y del combate a muerte –en el sentido más literal-contra la subversión” –finalmente son unos cobardes estos matones de gente indefensa, jamás dan la cara: Taddei se largó de Argentina cuando comenzaron a investigarse algunos casos en los que estaba implicado-, junto a otra docena de “compañeros” en la Policía Federal, gestionó los centros de detención ilegal conocidos como “El Atlético” (nada que ver con el club madrileño), “El Banco” y “El Olimpo” entre 1976 y 1979, la etapa más dura de la represión argentina.
¿Y qué gestionaban? se preguntarán los lectores. Pues secuestros, torturas e interrogatorios hasta la muerte de los detenidos-desaparecidos. La película “Garaje Olimpo” –estrenada en España hace unos años- muestra con mucha claridad el funcionamiento de dichos centros. Quien escribe estos breves párrafos fue testigo durante tres meses, como víctima, de uno de ellos: el centro de detención instalado en las dependencias del Cuerpo de Infantería de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, en la intersección de las calles 1 y 60 de la ciudad de La Plata, capital de la principal provincia argentina.
Todo lo que lean sobre estos siniestros centros de detención empalidecerá frente a la realidad: en el centro que me tocó conocer llegué a cohabitar con, al menos, 500 personas entre hombres y mujeres. Encapuchados –con una venda sobre los ojos y encima otra capucha que cubría toda la cabeza-, encadenados a camastros, privados de cualquier identidad, con la prohibición expresa de hablar con los restantes detenidos, o de escribir, so pena de recibir los más crueles castigos, todos esperábamos la hora crucial del día: hacia las 8 de la tarde, si una mano tocaba en tu hombro o sobre tu espalda, sabías que eras uno de los elegidos para participar –durante esa noche/madrugada- en una ceremonia espeluznante y de la que no sabías si regresarías. Me refiero al paseo al exterior, hacia otro centro en el que se practicaban los “interrogatorios” a los detenidos, eufemístico nombre que solo encubría interminables sesiones de torturas de todo tipo. En el argot utilizado entonces, una sesión de tortura era “ir al quirófano” o “a la parrilla”, nunca mejor expresado..
En el caso de los centros que “gestionaba” Taddei todo lo hacían en el mismo espacio físico. Si había algún traslado, mala señal porque en general significaba la desaparición y asesinato del detenido.
En 1979, Taddei causó baja en la Policía y se pasó al ejército, que lo premió con el rango de coronel, y dónde desarrolló su trabajo en el servicio de Inteligencia. La documentación remitida ahora por las autoridades argentinas expresa que “el operativo de las desapariciones respondía a instrucciones verbales, secretas e ilegales que consistían en detener y mantener ocultas a las personas, torturarlas para obtener información y eventualmente –diría que sistemáticamente- matarlas haciendo desaparecer el cadáver”. ¿Recuerdan la famosa instrucción nazi denominada “Noche y niebla”, para hacer desaparecer opositores en los territorios ocupados durante la última gran guerra?. Pues, eso.
Mucha de esta basura humana deambula, lamentablemente, con comodidad por diversas regiones españolas. Si alguna vez se entera de alguna historia semejante, por favor, no lo dude, denúncielo. Una persona así no tiene ningún derecho a sentarse junto a usted, que es un ciudadano honrado y respetuoso con las leyes, en cualquier bar, en cualquier terraza, como si se tratase de dos seres humanos con los mismos derechos y obligaciones. Esto solo ocurre, todavía, en la Argentina actual.
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