Hemos criticado mil veces a los Estados Unidos, pero lo vamos a echar de menos. Hemos vapuleado la democracia, pero pronto la añoraremos. Nos hemos enfurecido con los viejos políticos demócratas, a los que hemos acusado de corruptos e ineficientes, pero los añoraremos dentro de poco porque lo que está llegando es mucho peor. Hasta podríamos echar de menos aquel mundo bipolar, donde la URSS y los Estados Unidos competían por imponer su modelo colocando al planeta al borde de la hecatombe nuclear.
El Nuevo Orden Mundial (NOM) entra con fuerza en el presente y amenaza el futuro arrasando la libertad y los derechos. Consigo trae buen tiempo para los políticos y los que sirven al Estado supremo opresor, pero muy malos tiempos para el bien común, la libertad y la decencia.
El NOM será presentado como la solución a los grandes problemas: la desigualdad, la inseguridad, el hambre, el cambio climático, el calentamiento global, la corrupción y otros muchos males, pero muchos dudamos que esa ruta sea la correcta y que detrás de ella no se oculte, como tantas veces en la Historia, la opresión.
La Historia demuestra, precisamente, que nunca la tiranía ha ofrecido soluciones al mundo, que siempre ha progresado en la libertad, nunca en la esclavitud. La esclavitud castra, mientras la libertad provoca ríos de creatividad, prosperidad y avance.
El mundo que se avecina representa el triunfo de la esclavitud sobre la libertad y del colectivismo y del Estado sobre el individuo y la sociedad civil. Es como si los grandes poderes del planeta, aquellos que mueven los hilos desde la oscuridad, hubieran perdido el miedo y su hubieran atrevido a construir tiranía y esclavitud, algo que nunca antes se había osado hacer. Se han convertido en tiranos, tras abrazas una especie de socialismo sólo para las élites. Quieren un Estado universal único, un ejercito único y un poder único del que dependan los gobiernos de cada país. Quieren también un mundo sin democracia, sin más derechos y libertades que los que conceda graciosamente el gran poder.
Las derechas y las izquierdas ya no tendrán sentido porque el mundo se dividirá en dos bandos: los sometidos al nuevo orden y los rebeldes que luchan por la libertad perdida.
Los poderosos llevan mucho tiempo odiando la democracia porque, según ellos, es inestable y permite cambios y sorpresas que impiden hacer negocios y prosperar. Odian los cambios y todavía más que el voto de lo que llaman "la chusma" pueda poner y quitar gobiernos. También odian la rebeldía, los derechos consolidados, la Justicia independiente, la familia, las religiones que proclaman la libertad del hombre y valores que sostienen la libertad, dignidad y la independencia del ser humano, como el honor, el valor, la lealtad, la honradez, la solidaridad y otros.
Quieren que el transito del viejo al nuevo mundo se realice sin demasiado ruido y sin violencia innecesaria. Creen que el camino para lograrlo es que las cosas se pongan tan mal que el mismo pueblo exija más autoridad, mas disciplina y más represión de los que alteran el orden y la paz.
Muchos pensadores creen que hay acontecimientos y tendencias que se impulsan y potencian desde el poder, cuyo objetivo es provocar la indignación y el cansancio de los ciudadanos y mencionan el descenso de la calidad en la educación y la sanidad, el crecimiento de la delincuencia y la inseguridad, las migraciones ilegales, la violación de frontera por auténticos ejércitos de inmigrantes, la desmoralización de los ejércitos, el control de los medios de comunicación y la perdida de ilusiones, esperanzas y metas comunes.
Nadie sabe como detener la gran conspiración del NOM y muchos ya dan la batalla por perdida, a pesar de que hay países y grupos humanos que se resisten a la esclavitud y el retroceso programado por las sombras.
Lo que se avecina es, sin duda, una época oscura que algunos identifican con el Apocalipsis y el preámbulo del fin de los tiempos porque pocos duda que la raza humana perecerá víctima de si misma y de las legiones de malvados y canallas con poder que no ha sabido frenar ni eliminar.
¿Cómo detener el desastre que avanza? De nuevo David contra Goliat, pero queda sitio para la esperanza si la gente se incorpora a la resistencia y lucha por la libertad y los valores. Nunca antes como ahora fue tan real aquel principio de que la libertad no es un derecho ganado, sino algo por lo que hay que luchar cada día.
Francisco Rubiales
El Nuevo Orden Mundial (NOM) entra con fuerza en el presente y amenaza el futuro arrasando la libertad y los derechos. Consigo trae buen tiempo para los políticos y los que sirven al Estado supremo opresor, pero muy malos tiempos para el bien común, la libertad y la decencia.
El NOM será presentado como la solución a los grandes problemas: la desigualdad, la inseguridad, el hambre, el cambio climático, el calentamiento global, la corrupción y otros muchos males, pero muchos dudamos que esa ruta sea la correcta y que detrás de ella no se oculte, como tantas veces en la Historia, la opresión.
La Historia demuestra, precisamente, que nunca la tiranía ha ofrecido soluciones al mundo, que siempre ha progresado en la libertad, nunca en la esclavitud. La esclavitud castra, mientras la libertad provoca ríos de creatividad, prosperidad y avance.
El mundo que se avecina representa el triunfo de la esclavitud sobre la libertad y del colectivismo y del Estado sobre el individuo y la sociedad civil. Es como si los grandes poderes del planeta, aquellos que mueven los hilos desde la oscuridad, hubieran perdido el miedo y su hubieran atrevido a construir tiranía y esclavitud, algo que nunca antes se había osado hacer. Se han convertido en tiranos, tras abrazas una especie de socialismo sólo para las élites. Quieren un Estado universal único, un ejercito único y un poder único del que dependan los gobiernos de cada país. Quieren también un mundo sin democracia, sin más derechos y libertades que los que conceda graciosamente el gran poder.
Las derechas y las izquierdas ya no tendrán sentido porque el mundo se dividirá en dos bandos: los sometidos al nuevo orden y los rebeldes que luchan por la libertad perdida.
Los poderosos llevan mucho tiempo odiando la democracia porque, según ellos, es inestable y permite cambios y sorpresas que impiden hacer negocios y prosperar. Odian los cambios y todavía más que el voto de lo que llaman "la chusma" pueda poner y quitar gobiernos. También odian la rebeldía, los derechos consolidados, la Justicia independiente, la familia, las religiones que proclaman la libertad del hombre y valores que sostienen la libertad, dignidad y la independencia del ser humano, como el honor, el valor, la lealtad, la honradez, la solidaridad y otros.
Quieren que el transito del viejo al nuevo mundo se realice sin demasiado ruido y sin violencia innecesaria. Creen que el camino para lograrlo es que las cosas se pongan tan mal que el mismo pueblo exija más autoridad, mas disciplina y más represión de los que alteran el orden y la paz.
Muchos pensadores creen que hay acontecimientos y tendencias que se impulsan y potencian desde el poder, cuyo objetivo es provocar la indignación y el cansancio de los ciudadanos y mencionan el descenso de la calidad en la educación y la sanidad, el crecimiento de la delincuencia y la inseguridad, las migraciones ilegales, la violación de frontera por auténticos ejércitos de inmigrantes, la desmoralización de los ejércitos, el control de los medios de comunicación y la perdida de ilusiones, esperanzas y metas comunes.
Nadie sabe como detener la gran conspiración del NOM y muchos ya dan la batalla por perdida, a pesar de que hay países y grupos humanos que se resisten a la esclavitud y el retroceso programado por las sombras.
Lo que se avecina es, sin duda, una época oscura que algunos identifican con el Apocalipsis y el preámbulo del fin de los tiempos porque pocos duda que la raza humana perecerá víctima de si misma y de las legiones de malvados y canallas con poder que no ha sabido frenar ni eliminar.
¿Cómo detener el desastre que avanza? De nuevo David contra Goliat, pero queda sitio para la esperanza si la gente se incorpora a la resistencia y lucha por la libertad y los valores. Nunca antes como ahora fue tan real aquel principio de que la libertad no es un derecho ganado, sino algo por lo que hay que luchar cada día.
Francisco Rubiales
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