La negativa a entrevistarse con el electo presidente de Bolivia, Evo Morales, ha sido un error garrafal de Rajoy que perjudica su imagen y le coloca, gratuita e innecesariamente, al margen de una opinión pública española que siempre ha mirado de manera cómplice y hasta con simpatía a los pueblos de habla hispana, incluso cuando son dominados por tiranías o son furiosamente "antiyankis", como ocurre con Cuba y Venezuela.
Rajoy debería saber a estas alturas que la política exterior de España tiene y debe tener siempre una especial "debilidad" y una generosa "tolerancia" con los países y pueblos "hermanos" de América Latina.
No valen las excusas esgrimidas de que Rajoy estaba de viaje y que tenía problemas de agenda, como tampoco sirve el sofisticado argumento, elaborado en los thing tanks del PP, de que la visita era comprometida y que, únicamente por esa razón, para compartir el riesgo, se gestionó, sorprendentemente, desde el Ministerio de Exteriores, la entrevista Rajoy-Evo. Tampoco servirán los argumentos ofensivos e intentos de ridiculizar al mandatario electo boliviano difundidos por parte de los medios y periodistas adscritos al PP: que si llevaba una ropa inapropiada, que si su vestimenta fue una ofensa al protocolo, que si se había entrevistado antes con el dictador Castro, que si le regalaron casi cien millones de euros en deuda condonada sin que ni siquiera lo hubiara pedido o la pregunta de por qué razón no se condonó la deuda al anterior gobierno boliviano, igualmente democrático.
Rajoy, al negarse a mantener una entrevista con el líder indígena, se reviste de una imagen clasista y elitista que en nada conviene a la derecha y, lo que es peor, se aleja del núcleo de la opinión de la sociedad española, precisamente cuando las cosas le iban mejor y parecía que la derecha, por fin, había dejado de funcionar como un boxeador noqueado, había recuperado el pulso político y logrado sintonizar con los sentimientos de la mayoría de los ciudadanos españoles, cada día más cansados de las insensateces del gobierno de ZP.
Rajoy debería saber a estas alturas que la política exterior de España tiene y debe tener siempre una especial "debilidad" y una generosa "tolerancia" con los países y pueblos "hermanos" de América Latina.
No valen las excusas esgrimidas de que Rajoy estaba de viaje y que tenía problemas de agenda, como tampoco sirve el sofisticado argumento, elaborado en los thing tanks del PP, de que la visita era comprometida y que, únicamente por esa razón, para compartir el riesgo, se gestionó, sorprendentemente, desde el Ministerio de Exteriores, la entrevista Rajoy-Evo. Tampoco servirán los argumentos ofensivos e intentos de ridiculizar al mandatario electo boliviano difundidos por parte de los medios y periodistas adscritos al PP: que si llevaba una ropa inapropiada, que si su vestimenta fue una ofensa al protocolo, que si se había entrevistado antes con el dictador Castro, que si le regalaron casi cien millones de euros en deuda condonada sin que ni siquiera lo hubiara pedido o la pregunta de por qué razón no se condonó la deuda al anterior gobierno boliviano, igualmente democrático.
Rajoy, al negarse a mantener una entrevista con el líder indígena, se reviste de una imagen clasista y elitista que en nada conviene a la derecha y, lo que es peor, se aleja del núcleo de la opinión de la sociedad española, precisamente cuando las cosas le iban mejor y parecía que la derecha, por fin, había dejado de funcionar como un boxeador noqueado, había recuperado el pulso político y logrado sintonizar con los sentimientos de la mayoría de los ciudadanos españoles, cada día más cansados de las insensateces del gobierno de ZP.
Comentarios: