Cartel propagandístico sobre el "hombre nuevo" cubano
La primera vez que escuché hablar del "hombre nuevo" fue en Cuba, donde ejercía como corresponsal de la Agencia EFE. Durante mis dos años de estancia en aquella isla-cárcel, escuché a Fidel hablar con frecuencia del "hombre nuevo" socialista, que en su opinión era superior al hombre viejo capitalista. Fidel definía al socialista como solidario y generoso, mientras que el capitalista era malvado y egoísta; el socialista valoraba más la igualdad que la libertad y se sometía gustoso al partido y al Estado, mientras el capitalista siempre ambicionaba el dinero y el consumo.
De la libertad, que es el elemento clave en esa disputa, ni se hablaba.
Los cubanos callaban ante esos discursos, pero casi todos ellos, obligados a ser pobres y austeros por la fuerza, añoraban el antiguo capitalismo y soñaban con la libertad, el consumo y la riqueza. Esa obsesión por los artículos y los productos de la abundancia capitalista se veía en las calles, donde las muchachas se te ofrecían por un paquete de cigarrillos americanos y las tenías a tu disposición durante una semana si les regalabas unos pantalones vaqueros o unas bragas. En una ocasión vinieron unos pintores a pintar mi casa y pactamos un precio de 500 pesos por el trabajo. Cuando estuvo terminado y me disponía a pagarles, el jefe de la cuadrilla me dijo: ¿No puede darnos un par de botellas de coñac español en lugar de ese dinero, que a nosotros no nos sirve para nada?. Les di tres botellas de coñac Fundador y un paquete de Marlboro a cada uno. Su fueron aplaudiendo y diciéndome que los volviera a llamar. Los 500 pesos, para mi, significaban unos 700 dólares porque yo no podía tener dinero cubano sino únicamente el que me cambiaban oficialmente en el Banco de Cuba, pero gracias al "socialismo" y sus miserias, saldé mi deuda con menos de 20 dólares.
A pesar de la martilleante propaganda, el "hombre nuevo" socialista que pretendían crear Fidel y sus comunistas soñaba con largarse de Cuba y lo hacía cada vez que podía, en balsa o burlando la vigilancia policial y pidiendo asilo político cuando salían de la isla-cárcel. El hombre nuevo cubano, como también ocurrió con el hombre nuevo que fabricaban los soviéticos, los rumanos, los húngaros y otros países sometidos al socialismo, no era más que un esclavo camuflado y empobrecido hasta la indignidad.
Pronto aprendí en Cuba que la ingeniería social del comunismo sólo sabe crear monstruos egoístas, ignorantes y llenos de rencor y envidia. Ahora, en la España de Sánchez, aunque ellos lo oculten, veo a los sanchistas trabajando en silencio para crear un español nuevo porque el que existe es demasiado libre y decente para votarles a ellos en masa.
La primera vez que los censores cubanos me llamaron la atención fue tras enviar por las redes internacionales de EFE una crónica sobre el fracaso del hombre nuevo, del que yo decía que estaba tan lejos del castrismo que se salía de la isla cuando podía. Me llamó un funcionario del MINREX (Ministerio de Relaciones Exteriores, que era uno de los encargados de "cuidar" a los corresponsales extranjeros, y me dijo: "Gallego, por ese camino pronto serás expulsado". Recuerdo que aquel tipo era embajador y se apellidaba Tabares, todo un gorila, quizás un verdadero "hombre nuevo", de los que Fidel quería fabricar en masa.
El primero que habló en Cuba del hombre nuevo no fue Fidel, sino Ernesto Che Guevara, según el cual la Revolución no es únicamente una transformación de las estructuras sociales, de las instituciones del régimen, sino también una profunda y radical transformación de los hombres, de su conciencia, costumbres, valores y hábitos, de sus relaciones sociales.
El Che sostenía que una Revolución sólo es auténtica cuando es capaz de crear un "Hombre Nuevo" y este, para Guevara vendrá a ser el hombre del siglo XXI, un completo revolucionario que debe trabajar todas las horas de su vida; debe sentir la revolución por la cual esas horas de trabajo no serán ningún sacrificio, ya que está implementando todo su tiempo en una lucha por el bienestar social.
Después de seis décadas, el hombre nuevo cubano sigue sin nacer y el hombre viejo tiene un hambre infinita de libertad y alimentos. Basta echar un vistazo desapasionado a Cuba para descubrir que la Revolución es un fracaso y que sólo se mantiene gracias a la represión brutal de un régimen que es el más poblado de todo el mundo de chivatos, policías, militares y militantes comunistas dispuestos a todo antes de perder sus privilegios de "amos".
En España, a pesar de que ellos tienen la propaganda, el dinero y el monopolio de la fuerza, el proyecto sanchista-comunista de crear un "hombre nuevo" español se estrellará porque es imposible que unos energúmenos con pocas luces y muchas ambiciones derroten a las fuerza conjunta de la inteligencia, las tradiciones, las libertades, los derechos, la decencia y la naturaleza humana.
Francisco Rubiales
De la libertad, que es el elemento clave en esa disputa, ni se hablaba.
Los cubanos callaban ante esos discursos, pero casi todos ellos, obligados a ser pobres y austeros por la fuerza, añoraban el antiguo capitalismo y soñaban con la libertad, el consumo y la riqueza. Esa obsesión por los artículos y los productos de la abundancia capitalista se veía en las calles, donde las muchachas se te ofrecían por un paquete de cigarrillos americanos y las tenías a tu disposición durante una semana si les regalabas unos pantalones vaqueros o unas bragas. En una ocasión vinieron unos pintores a pintar mi casa y pactamos un precio de 500 pesos por el trabajo. Cuando estuvo terminado y me disponía a pagarles, el jefe de la cuadrilla me dijo: ¿No puede darnos un par de botellas de coñac español en lugar de ese dinero, que a nosotros no nos sirve para nada?. Les di tres botellas de coñac Fundador y un paquete de Marlboro a cada uno. Su fueron aplaudiendo y diciéndome que los volviera a llamar. Los 500 pesos, para mi, significaban unos 700 dólares porque yo no podía tener dinero cubano sino únicamente el que me cambiaban oficialmente en el Banco de Cuba, pero gracias al "socialismo" y sus miserias, saldé mi deuda con menos de 20 dólares.
A pesar de la martilleante propaganda, el "hombre nuevo" socialista que pretendían crear Fidel y sus comunistas soñaba con largarse de Cuba y lo hacía cada vez que podía, en balsa o burlando la vigilancia policial y pidiendo asilo político cuando salían de la isla-cárcel. El hombre nuevo cubano, como también ocurrió con el hombre nuevo que fabricaban los soviéticos, los rumanos, los húngaros y otros países sometidos al socialismo, no era más que un esclavo camuflado y empobrecido hasta la indignidad.
Pronto aprendí en Cuba que la ingeniería social del comunismo sólo sabe crear monstruos egoístas, ignorantes y llenos de rencor y envidia. Ahora, en la España de Sánchez, aunque ellos lo oculten, veo a los sanchistas trabajando en silencio para crear un español nuevo porque el que existe es demasiado libre y decente para votarles a ellos en masa.
La primera vez que los censores cubanos me llamaron la atención fue tras enviar por las redes internacionales de EFE una crónica sobre el fracaso del hombre nuevo, del que yo decía que estaba tan lejos del castrismo que se salía de la isla cuando podía. Me llamó un funcionario del MINREX (Ministerio de Relaciones Exteriores, que era uno de los encargados de "cuidar" a los corresponsales extranjeros, y me dijo: "Gallego, por ese camino pronto serás expulsado". Recuerdo que aquel tipo era embajador y se apellidaba Tabares, todo un gorila, quizás un verdadero "hombre nuevo", de los que Fidel quería fabricar en masa.
El primero que habló en Cuba del hombre nuevo no fue Fidel, sino Ernesto Che Guevara, según el cual la Revolución no es únicamente una transformación de las estructuras sociales, de las instituciones del régimen, sino también una profunda y radical transformación de los hombres, de su conciencia, costumbres, valores y hábitos, de sus relaciones sociales.
El Che sostenía que una Revolución sólo es auténtica cuando es capaz de crear un "Hombre Nuevo" y este, para Guevara vendrá a ser el hombre del siglo XXI, un completo revolucionario que debe trabajar todas las horas de su vida; debe sentir la revolución por la cual esas horas de trabajo no serán ningún sacrificio, ya que está implementando todo su tiempo en una lucha por el bienestar social.
Después de seis décadas, el hombre nuevo cubano sigue sin nacer y el hombre viejo tiene un hambre infinita de libertad y alimentos. Basta echar un vistazo desapasionado a Cuba para descubrir que la Revolución es un fracaso y que sólo se mantiene gracias a la represión brutal de un régimen que es el más poblado de todo el mundo de chivatos, policías, militares y militantes comunistas dispuestos a todo antes de perder sus privilegios de "amos".
En España, a pesar de que ellos tienen la propaganda, el dinero y el monopolio de la fuerza, el proyecto sanchista-comunista de crear un "hombre nuevo" español se estrellará porque es imposible que unos energúmenos con pocas luces y muchas ambiciones derroten a las fuerza conjunta de la inteligencia, las tradiciones, las libertades, los derechos, la decencia y la naturaleza humana.
Francisco Rubiales
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