Cada día son más los sociólogos, politólogos y analistas que son incapaces de explicarse por qué razón la sociedad española no se moviliza y se rebela, a pesar de estar más crispada que nunca y convencida de que la insolvencia de sus gobernantes está llevando al país hacia la ruína.
Millones de españoles creen que la unidad nacional se rompe, que el Estado de Derecho se va a pique y que el actual gobierno de España lleva al país hacia la ruina. Se trata de sentimientos muy graves que embargan no sólo a los miembros de la oposición política sino también a cientos de miles de ciudadanos neutrales, que votan con la cabeza fría y que no son “hooligans” de ningún partido. Sin embargo, hay dos grandes misterios que nadie entiende: ¿por qué razón la sociedad española no se moviliza ante tamaño desastre? y ¿por qué el Partido Popular, único en la oposición, no se beneficia de una situación que, en teoría, le es propicia, y no consigue avanzar en votos y apoyos?.
Si la situación es tan grave ¿Por qué extraña razón todos permanecemos inmóvil y no nos rebelamos? ¿Es España un país acobardado, quizás porque se ha enriquecido con demasiada rapidez y que se ha vuelto conservador y miedoso, como muchos creen? ¿Por qué el PP no avanza en intención de voto y se perfila ya como ganador de las próximas elecciones?
Aunque parezca increíble, existe una explicación lógica a lo que está pasando. La gente no se rebela porque carece de liderazgo, porque no se fía de una oposición que carece de credibilidad y a la que los ciudadanos considera poseedora de los mismos defectos y “tics” totalitarios que el actual gobierno: poca fe en la democracia, obsesión por el poder y los privilegios y el mismo desprecio por el ciudadano que el que demuestra el gobierno socialista.
La ciudadanía española está muy preocupada por la situación del país, pero está reaccionando de una manera peculiar: en lugar de arrojarse en brazos de la oposición, de la que no se fía, para castigar al gobierno, está reaccionando contra los políticos en general, que nunca antes fueron tan denostados y despreciados como ahora, y contra el sistema, que nunca antes tuvo un más bajo nivel de aceptación.
Las contradicciones de la oposición son tan patentes como los errores del gobierno. No se puede afirmar, como hace Rajoy, que España está a punto de hundirse por culpa de los nacionalistas, cuando en su propio seno, en comunidades que gobierna, alimenta sentimientos nacionalistas. No se puede condenar los estatutos catalán y andaluz, mientras que la Valencia del PP aprovecha la oportunidad para firmar el suyo y afirmar que quiere “lo mismo que obtengan los catalanes”.
Al PP le falta contundencia porque carece de coherencia y credibilidad en su oposición, porque, en el fondo, quizás esté más cerca del PSOE que de los ciudadanos. Su único problemas real es que ha perdido el poder. ¿Acaso no acaba de votar en las Cortes, codo con codo con los demás partidos, un finiquito de lujo, privilegios y subidas de sueldos para sus diputados? ¿Acaso no quedó claro que durante el mandato de Aznar, que duró ocho años, el PP cometió errores similares a los actuales del PSOE y gobernó con similar desprecio a la ciudadanía y a la auténtica democracia?.
Conscientes de que apoyar al PP para vengarse del mal gobierno del PSOE es inútil y apostar por más de lo mismo, los ciudadanos han decidido apoyar abiertamente la regeneración de la democracia, una decisión que les lleva a enfrentarse con la oligocracia partidista que gobierna el país, la que ha dinamitado la democracia y la que la ha convertido en un coto de privilegiados, millonarios y déspotas obsesionados por el poder, tan alejados de la democracia como de los verdaderos intereses ciudadanos.
Millones de españoles creen que la unidad nacional se rompe, que el Estado de Derecho se va a pique y que el actual gobierno de España lleva al país hacia la ruina. Se trata de sentimientos muy graves que embargan no sólo a los miembros de la oposición política sino también a cientos de miles de ciudadanos neutrales, que votan con la cabeza fría y que no son “hooligans” de ningún partido. Sin embargo, hay dos grandes misterios que nadie entiende: ¿por qué razón la sociedad española no se moviliza ante tamaño desastre? y ¿por qué el Partido Popular, único en la oposición, no se beneficia de una situación que, en teoría, le es propicia, y no consigue avanzar en votos y apoyos?.
Si la situación es tan grave ¿Por qué extraña razón todos permanecemos inmóvil y no nos rebelamos? ¿Es España un país acobardado, quizás porque se ha enriquecido con demasiada rapidez y que se ha vuelto conservador y miedoso, como muchos creen? ¿Por qué el PP no avanza en intención de voto y se perfila ya como ganador de las próximas elecciones?
Aunque parezca increíble, existe una explicación lógica a lo que está pasando. La gente no se rebela porque carece de liderazgo, porque no se fía de una oposición que carece de credibilidad y a la que los ciudadanos considera poseedora de los mismos defectos y “tics” totalitarios que el actual gobierno: poca fe en la democracia, obsesión por el poder y los privilegios y el mismo desprecio por el ciudadano que el que demuestra el gobierno socialista.
La ciudadanía española está muy preocupada por la situación del país, pero está reaccionando de una manera peculiar: en lugar de arrojarse en brazos de la oposición, de la que no se fía, para castigar al gobierno, está reaccionando contra los políticos en general, que nunca antes fueron tan denostados y despreciados como ahora, y contra el sistema, que nunca antes tuvo un más bajo nivel de aceptación.
Las contradicciones de la oposición son tan patentes como los errores del gobierno. No se puede afirmar, como hace Rajoy, que España está a punto de hundirse por culpa de los nacionalistas, cuando en su propio seno, en comunidades que gobierna, alimenta sentimientos nacionalistas. No se puede condenar los estatutos catalán y andaluz, mientras que la Valencia del PP aprovecha la oportunidad para firmar el suyo y afirmar que quiere “lo mismo que obtengan los catalanes”.
Al PP le falta contundencia porque carece de coherencia y credibilidad en su oposición, porque, en el fondo, quizás esté más cerca del PSOE que de los ciudadanos. Su único problemas real es que ha perdido el poder. ¿Acaso no acaba de votar en las Cortes, codo con codo con los demás partidos, un finiquito de lujo, privilegios y subidas de sueldos para sus diputados? ¿Acaso no quedó claro que durante el mandato de Aznar, que duró ocho años, el PP cometió errores similares a los actuales del PSOE y gobernó con similar desprecio a la ciudadanía y a la auténtica democracia?.
Conscientes de que apoyar al PP para vengarse del mal gobierno del PSOE es inútil y apostar por más de lo mismo, los ciudadanos han decidido apoyar abiertamente la regeneración de la democracia, una decisión que les lleva a enfrentarse con la oligocracia partidista que gobierna el país, la que ha dinamitado la democracia y la que la ha convertido en un coto de privilegiados, millonarios y déspotas obsesionados por el poder, tan alejados de la democracia como de los verdaderos intereses ciudadanos.
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