Centrados
El PSOE, como organización política y maquinaria electoral, tiene algunas virtudes que lo diferencian del PP en momentos cruciales. Dos, sobre todo. Capacidad para rectificar errores estratégicos y habilidad para que cohabiten en el partido los disidentes más dispares. Se dirá, claro, que la mayor virtud de los socialistas es su amplio dominio de los medios de comunicación. Y es verdad. Sólo que se olvida que cuando Aznar ganó por mayoría absoluta en el 2000, también existía ese monopolio de propaganda. Lo mismo que cuando Chaves estuvo a punto de perder la Junta en 1996. No es ésa, por tanto, la razón última.
Vayamos al momento político actual que, como sostiene Mario Bilbao, se caracteriza porque ningún partido está ocupando el centro político. Nada es fruto del azar, desde luego. Lo ocurrido es fruto de la política practicada por Zapatero desde que llegó a la presidencia del Gobierno, con la sutil exclusión del PP de los grandes asuntos de Estado. El resultado inmediato ha sido esta polarización política, con el PSOE y el PP enrocados en posiciones más radicales de las que son propias del centro político.
Ocurre, sin embargo, que llegados a ese punto de radicalización, desde hace semanas el PSOE ha comenzado a girar 180 grados. La ruptura con Carod Rovira, la visita a Ceuta y Melilla y hasta el nombramiento de Francisco Vázquez como embajador ante el Vaticano apuntan en la misma dirección. En estas cuestiones, jamás se debe olvidar que la política son imágenes antes que razones. Y, tras la ruptura con Carod, ya se podrá decir lo que se quiera del Estatut, incluso con razones sobre la mesa, pero es inútil seguir sosteniendo ante el personal que la unidad de España está en peligro.
El PP tenía argumentos para haberse adjudicado parcialmente el éxito del cambio de Estatut, como viene diciendo Piqué. Incluso podría haber rentabilizado que el nuevo modelo de financiación ya lo propuso Teófila Martínez hace seis años. Pero no. Se ha optado por mantener la apuesta mayor. Todo o nada.
Es posible que los votantes tradicionales del PP estén encantados con la dureza de esas posiciones, pero habíamos concluido que sólo quien conquista el centro se despeja el camino hacia el Gobierno. Sobre todo en Andalucía. Y si el PSOE no sólo logra detener la sangría de votos que le provocaba de Estatut, sino que fortalece sus futuras coaliciones con los nacionalistas, entonces el campo de acción futuro del PP se habrá estrechado de forma asfixiante.
Bien pensado, parece como si Zp hubiera seguido con el PP la estrategia de esas carreras de coches que salen en las pelis, en las que dos tipos se dirigen a toda mecha hacia el precipicio y, justo antes de llegar, hay uno que se tira en marcha del vehículo. El otro, se estrella. Siempre le pasa algo. O no se abre la puerta o se enreda el pie con la alfombra. En fin. Veremos cómo acaba la carrera.
El PSOE, como organización política y maquinaria electoral, tiene algunas virtudes que lo diferencian del PP en momentos cruciales. Dos, sobre todo. Capacidad para rectificar errores estratégicos y habilidad para que cohabiten en el partido los disidentes más dispares. Se dirá, claro, que la mayor virtud de los socialistas es su amplio dominio de los medios de comunicación. Y es verdad. Sólo que se olvida que cuando Aznar ganó por mayoría absoluta en el 2000, también existía ese monopolio de propaganda. Lo mismo que cuando Chaves estuvo a punto de perder la Junta en 1996. No es ésa, por tanto, la razón última.
Vayamos al momento político actual que, como sostiene Mario Bilbao, se caracteriza porque ningún partido está ocupando el centro político. Nada es fruto del azar, desde luego. Lo ocurrido es fruto de la política practicada por Zapatero desde que llegó a la presidencia del Gobierno, con la sutil exclusión del PP de los grandes asuntos de Estado. El resultado inmediato ha sido esta polarización política, con el PSOE y el PP enrocados en posiciones más radicales de las que son propias del centro político.
Ocurre, sin embargo, que llegados a ese punto de radicalización, desde hace semanas el PSOE ha comenzado a girar 180 grados. La ruptura con Carod Rovira, la visita a Ceuta y Melilla y hasta el nombramiento de Francisco Vázquez como embajador ante el Vaticano apuntan en la misma dirección. En estas cuestiones, jamás se debe olvidar que la política son imágenes antes que razones. Y, tras la ruptura con Carod, ya se podrá decir lo que se quiera del Estatut, incluso con razones sobre la mesa, pero es inútil seguir sosteniendo ante el personal que la unidad de España está en peligro.
El PP tenía argumentos para haberse adjudicado parcialmente el éxito del cambio de Estatut, como viene diciendo Piqué. Incluso podría haber rentabilizado que el nuevo modelo de financiación ya lo propuso Teófila Martínez hace seis años. Pero no. Se ha optado por mantener la apuesta mayor. Todo o nada.
Es posible que los votantes tradicionales del PP estén encantados con la dureza de esas posiciones, pero habíamos concluido que sólo quien conquista el centro se despeja el camino hacia el Gobierno. Sobre todo en Andalucía. Y si el PSOE no sólo logra detener la sangría de votos que le provocaba de Estatut, sino que fortalece sus futuras coaliciones con los nacionalistas, entonces el campo de acción futuro del PP se habrá estrechado de forma asfixiante.
Bien pensado, parece como si Zp hubiera seguido con el PP la estrategia de esas carreras de coches que salen en las pelis, en las que dos tipos se dirigen a toda mecha hacia el precipicio y, justo antes de llegar, hay uno que se tira en marcha del vehículo. El otro, se estrella. Siempre le pasa algo. O no se abre la puerta o se enreda el pie con la alfombra. En fin. Veremos cómo acaba la carrera.