El movimiento 15 M pudo haber sido en gran catalizador del descontento de los españoles ante la falsa democracia y el pésimo liderazgo que padecen. Pudo cambiar el país si hubiera conservado sus esencias iniciales, pero fue prostituido por Pablo Iglesias y sus comunistas, que lo convirtieron en un partido sectario, vertical, asesino de los hermosos sentimientos del movimiento de los indignados, totalitario y extraordinariamente dañino para España.
Hoy, todo aquella esperanza se ha desinflado y el principal culpable de ese asesinato es Pablo Iglesias y las tribus totalitarias que se le unieron.
Iglesias cometió un error tras otro o quizás no fueran errores, sino más bien la destrucción de algo que rebosaba libertad y esperanza para convertirlo en una palanca al servicio del totalitarismo bolchevique.
Participé activamente en aquel movimiento desde el principio y sostuve interesantes y largos debates sobre cómo convertir sus ideas en dominantes. Por entonces el movimiento era abierto y libre, contando con la participación de profesionales, empresarios e intelectuales de todas las clases sociales y tendencias, unidos todos por el denominador común de desear una España mejor que la sucia y delictiva que habían construido partidos como el PSOE, el PP y los sucios nacionalismos vasco y catalán, llenos de odio hasta el tuétano.
El destino natural del movimiento habría sido un partido abierto, reformista radical, cuyo único objetivo debía ser cambiar España e instaurar una verdadera democracia sin corrupción y al servicio de los ciudadanos,
Cuando el grupo nació y se hizo visible, despertó adhesiones y entusiasmo en una sociedad española que estaba cansada de malos políticos y que se sentía expoliada y mal gobernada por sus dirigentes. Sin embargo, cuando en lugar de reivindicar más libertad, democracia y decencia, sus dirigentes, con Pablo Iglesias al frente, exigieron más Estado y un gobierno claramente intervencionista, los demócratas españoles empezaron a sospechar y dieron un paso atrás.
Poco a poco, todo lo bueno que tenía el 15 M fue eliminado: la democracia interna, la transversalidad, la ilusión, el reformismo y la decencia. Los bolcheviques hicieron lo que siempre hacen en cualquier lugar del planeta donde ponen su zarpa: apoderarse de las ilusiones y esperanzas del pueblo, destruirlas y sustituirlas por la tiranía de la élite comunista.
Hoy, los peores temores se han confirmado y Podemos, ya sin empresarios, profesionales y domócratas en sus filas, es uno de los partidos más totalitarios, fascistas y llenos de odio, cuya misión no es otra que la destrucción de la nación.
Hoy, el 15 M es una fuerza asesinada, de la que apenas queda un hermoso recuerdo que huele a libertad, romanticismo político e ilusiones frustradas. Su muerte se ha producido no porque haya carecido de apoyo popular, sino porque las traiciones perpetradas por los comunistas que se apoderaron de aquella joya.
Sus fundadores no sólo han destrozado el movimiento sino que se han destruido entre ellos, rompiendo sus vínculos y amistad. El líder máximo, el tal Pablo Iglesias, ha sido el mayor beneficiado porque ha alcanzado un poder muy superior al que merecía por su inteligencia y valores y porque ha aprovechado la estancia en la pol´tiica para hacerse millonario.
Francisco Rubiales
Hoy, todo aquella esperanza se ha desinflado y el principal culpable de ese asesinato es Pablo Iglesias y las tribus totalitarias que se le unieron.
Iglesias cometió un error tras otro o quizás no fueran errores, sino más bien la destrucción de algo que rebosaba libertad y esperanza para convertirlo en una palanca al servicio del totalitarismo bolchevique.
Participé activamente en aquel movimiento desde el principio y sostuve interesantes y largos debates sobre cómo convertir sus ideas en dominantes. Por entonces el movimiento era abierto y libre, contando con la participación de profesionales, empresarios e intelectuales de todas las clases sociales y tendencias, unidos todos por el denominador común de desear una España mejor que la sucia y delictiva que habían construido partidos como el PSOE, el PP y los sucios nacionalismos vasco y catalán, llenos de odio hasta el tuétano.
El destino natural del movimiento habría sido un partido abierto, reformista radical, cuyo único objetivo debía ser cambiar España e instaurar una verdadera democracia sin corrupción y al servicio de los ciudadanos,
Cuando el grupo nació y se hizo visible, despertó adhesiones y entusiasmo en una sociedad española que estaba cansada de malos políticos y que se sentía expoliada y mal gobernada por sus dirigentes. Sin embargo, cuando en lugar de reivindicar más libertad, democracia y decencia, sus dirigentes, con Pablo Iglesias al frente, exigieron más Estado y un gobierno claramente intervencionista, los demócratas españoles empezaron a sospechar y dieron un paso atrás.
Poco a poco, todo lo bueno que tenía el 15 M fue eliminado: la democracia interna, la transversalidad, la ilusión, el reformismo y la decencia. Los bolcheviques hicieron lo que siempre hacen en cualquier lugar del planeta donde ponen su zarpa: apoderarse de las ilusiones y esperanzas del pueblo, destruirlas y sustituirlas por la tiranía de la élite comunista.
Hoy, los peores temores se han confirmado y Podemos, ya sin empresarios, profesionales y domócratas en sus filas, es uno de los partidos más totalitarios, fascistas y llenos de odio, cuya misión no es otra que la destrucción de la nación.
Hoy, el 15 M es una fuerza asesinada, de la que apenas queda un hermoso recuerdo que huele a libertad, romanticismo político e ilusiones frustradas. Su muerte se ha producido no porque haya carecido de apoyo popular, sino porque las traiciones perpetradas por los comunistas que se apoderaron de aquella joya.
Sus fundadores no sólo han destrozado el movimiento sino que se han destruido entre ellos, rompiendo sus vínculos y amistad. El líder máximo, el tal Pablo Iglesias, ha sido el mayor beneficiado porque ha alcanzado un poder muy superior al que merecía por su inteligencia y valores y porque ha aprovechado la estancia en la pol´tiica para hacerse millonario.
Francisco Rubiales
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