Al líder de la oposición española, Mariano Rajoy, los nazi-onalistas catalanes, con métodos violentos, le han impedido hablar en dos mítines, en un mercado de Hospitalet y en Granollers, ayer mismo. En ambos casos pretendía defender el "No" al Estatuto catalán.
El presidente Maragall le pidió disculpas por teléfono, pero dos dirigentes socialistas, el ministro Montilla y el secretario de organización, José Blanco, de manera incomprensible en democracia, justificaron esas agresiones. Las hordas nazi-onalistas catalanas violentan actuaron contra Rajoy con la intención (lograda) de reventar sus mítines y le increparon, le arrojaron huevos y le gritaron "fascista", "asqueroso" y "vas contra Cataluña".
Lo ocurrido quizás sea la consecuencia directa del eslogan utilizado por los socialistas catalanes contra el Partido Popular, que dice que "El PP utilizará el "NO" contra Cataluña". Lo sí es seguro es que ese acto de barbarie antidemocrática es una manifestación más de una sociedad catalana enferma, convertida hoy, probablemente, en la más intolerante y antidemocrática del mapa político español.
En esa misma sociedad han sucedido recientemente hechos que constatan esa enfermedad catalana: la violencia ejercida por bandas nazi-onalistas atalanas contra Arcadi Espada y otros miembros de la plataforma "Ciudadanos de Cataluña", también contrarios al nazi-onalismo catalán; la pasividad de todo un vecindario acobardado, en Villafranca del Penedés, que contempló durante 20 minutos un intento de violación de una mujer sin que nadie hiciera un sólo gesto en su defensa y una creciente ola de presiones y desprecios contra quienes en algunas ciudades y pueblos de Cataluña defienden la españolidad o se expresan en idioma español.
Los insultos y ataques contra políticos y ciudadanos contrarios al nazi-onalismo en Cataluña son cada vez más frecuentes y responden, según muchos analistas y observadores, al envilecimiento político de la sociedad catalana, donde han anidado la intoletrancia y determinadas posturas contrarias a la libertad, típicas del fascismo.
El presidente Maragall le pidió disculpas por teléfono, pero dos dirigentes socialistas, el ministro Montilla y el secretario de organización, José Blanco, de manera incomprensible en democracia, justificaron esas agresiones. Las hordas nazi-onalistas catalanas violentan actuaron contra Rajoy con la intención (lograda) de reventar sus mítines y le increparon, le arrojaron huevos y le gritaron "fascista", "asqueroso" y "vas contra Cataluña".
Lo ocurrido quizás sea la consecuencia directa del eslogan utilizado por los socialistas catalanes contra el Partido Popular, que dice que "El PP utilizará el "NO" contra Cataluña". Lo sí es seguro es que ese acto de barbarie antidemocrática es una manifestación más de una sociedad catalana enferma, convertida hoy, probablemente, en la más intolerante y antidemocrática del mapa político español.
En esa misma sociedad han sucedido recientemente hechos que constatan esa enfermedad catalana: la violencia ejercida por bandas nazi-onalistas atalanas contra Arcadi Espada y otros miembros de la plataforma "Ciudadanos de Cataluña", también contrarios al nazi-onalismo catalán; la pasividad de todo un vecindario acobardado, en Villafranca del Penedés, que contempló durante 20 minutos un intento de violación de una mujer sin que nadie hiciera un sólo gesto en su defensa y una creciente ola de presiones y desprecios contra quienes en algunas ciudades y pueblos de Cataluña defienden la españolidad o se expresan en idioma español.
Los insultos y ataques contra políticos y ciudadanos contrarios al nazi-onalismo en Cataluña son cada vez más frecuentes y responden, según muchos analistas y observadores, al envilecimiento político de la sociedad catalana, donde han anidado la intoletrancia y determinadas posturas contrarias a la libertad, típicas del fascismo.
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