La vida cambió definitivamente para el argentino Marcos Suárez el pasado 30 de marzo. Ese día, con dudas que le inquietaban vaya a saber desde cuándo, superó sus temores, dijo basta y se presentó en la sede de la Abuelas de la Plaza de Mayo, famosas por su valioso, arduo y muchas veces incomprendido trabajo de búsqueda de los casi 500 niños nacidos en centros clandestinos de detención o secuestrados junto a sus padres durante la última dictadura militar.
Cuando pudo hablar con su primera interlocutora, le espetó: “Mire, recurro a ustedes porque tengo muchas dudas sobre quién fue realmente mi padre. Me ha costado mucho tomar esta decisión pero quiero saber la verdad”. A partir de un determinado momento de su vida “le habían llamado la atención la falta de fotografías de sus primeros meses de vida y los confusos datos sobre su origen”, según expresó hace pocos días Estela de Carlotto, la presidenta de Abuelas.
Unos meses después, en junio de este año, se sometió a la prueba definitiva, una sustracción de sangre para comparar su ADN con la información del Banco Nacional de Datos Genéticos. Recién entonces pudo saber la verdad.
Había sido secuestrado por fuerzas militares en Buenos Aires junto a su padre, Hugo Alberto Suárez, un estudiante universitario de 23 años, cuando tenía un año de vida. Fue el 10 de diciembre de 1976, curiosamente momento en que se celebra en todo el mundo el “Día Universal de los Derechos Humanos”. Su padre nunca lo dejaba solo desde que, el 20 de octubre del mismo año, su esposa, María Rosa Vedoya, de 22 años y también estudiante, fuese secuestrada y “desaparecida”.
Marcos fue criado por una mujer que lo inscribió como hijo propio y nacido en su domicilio, “un dato que al joven siempre la llamó la atención ya que la mujer, cuya identidad no ha trascendido, trabajaba en un centro de salud”, según informó la agencia Associated Press.
Este es el nieto número 85 que han localizado las Abuelas de la Plaza de Mayo desde 1976, momento en que comenzaron a buscar a unos 500 niños secuestrados por los militares y sus cómplices civiles. Hace solo unos días, finalmente, Marcos conoció a su abuela Modesta, sus tíos y primos. Había comenzado el auténtico camino de su libertad personal.
La justicia argentina continúa investigando si existió un plan sistemático de robo y cambio de identidad de bebés, causa por la que han sido procesados y cumplen prisión preventiva varios ex jefes militares argentinos, algo que parece evidente después de tantos testimonios conocidos en los últimos veinte años. No obstante, todavía hay voces discordantes en la sociedad argentina sobre la oportunidad de estas búsquedas, basadas muchas de ellas en argumentos realmente insólitos: que si debemos mirar hacia delante, que hay mucha hipocresía en el mundo, que debemos ocuparnos de lo que sucede hoy y no escarbar en el pasado.......
Posiblemente ninguno de ellos ha debido enfrentarse a lo que significa una “desaparición” o a la pérdida de un ser querido en estas condiciones. Pero tampoco le han dedicado un poco del precioso tiempo de sus, en general anodinas vidas, para tratar de entender que si tapamos esta barbarie no solo podremos volver a repetirla, sino que estamos –consciente o inconscientemente- equiparando a víctimas con verdugos, algo inaceptable desde un punto de vista ético, realmente humanitario, democrático y justo.
eduardo caldarola de bello
Cuando pudo hablar con su primera interlocutora, le espetó: “Mire, recurro a ustedes porque tengo muchas dudas sobre quién fue realmente mi padre. Me ha costado mucho tomar esta decisión pero quiero saber la verdad”. A partir de un determinado momento de su vida “le habían llamado la atención la falta de fotografías de sus primeros meses de vida y los confusos datos sobre su origen”, según expresó hace pocos días Estela de Carlotto, la presidenta de Abuelas.
Unos meses después, en junio de este año, se sometió a la prueba definitiva, una sustracción de sangre para comparar su ADN con la información del Banco Nacional de Datos Genéticos. Recién entonces pudo saber la verdad.
Había sido secuestrado por fuerzas militares en Buenos Aires junto a su padre, Hugo Alberto Suárez, un estudiante universitario de 23 años, cuando tenía un año de vida. Fue el 10 de diciembre de 1976, curiosamente momento en que se celebra en todo el mundo el “Día Universal de los Derechos Humanos”. Su padre nunca lo dejaba solo desde que, el 20 de octubre del mismo año, su esposa, María Rosa Vedoya, de 22 años y también estudiante, fuese secuestrada y “desaparecida”.
Marcos fue criado por una mujer que lo inscribió como hijo propio y nacido en su domicilio, “un dato que al joven siempre la llamó la atención ya que la mujer, cuya identidad no ha trascendido, trabajaba en un centro de salud”, según informó la agencia Associated Press.
Este es el nieto número 85 que han localizado las Abuelas de la Plaza de Mayo desde 1976, momento en que comenzaron a buscar a unos 500 niños secuestrados por los militares y sus cómplices civiles. Hace solo unos días, finalmente, Marcos conoció a su abuela Modesta, sus tíos y primos. Había comenzado el auténtico camino de su libertad personal.
La justicia argentina continúa investigando si existió un plan sistemático de robo y cambio de identidad de bebés, causa por la que han sido procesados y cumplen prisión preventiva varios ex jefes militares argentinos, algo que parece evidente después de tantos testimonios conocidos en los últimos veinte años. No obstante, todavía hay voces discordantes en la sociedad argentina sobre la oportunidad de estas búsquedas, basadas muchas de ellas en argumentos realmente insólitos: que si debemos mirar hacia delante, que hay mucha hipocresía en el mundo, que debemos ocuparnos de lo que sucede hoy y no escarbar en el pasado.......
Posiblemente ninguno de ellos ha debido enfrentarse a lo que significa una “desaparición” o a la pérdida de un ser querido en estas condiciones. Pero tampoco le han dedicado un poco del precioso tiempo de sus, en general anodinas vidas, para tratar de entender que si tapamos esta barbarie no solo podremos volver a repetirla, sino que estamos –consciente o inconscientemente- equiparando a víctimas con verdugos, algo inaceptable desde un punto de vista ético, realmente humanitario, democrático y justo.
eduardo caldarola de bello