El sanchismo morirá matando.
La caída del sanchismo se avecina y va a ser estrepitosa, pero su agonía será dolorosa para España. Morirán matando y aprobando decretos y leyes que después serán abolidas por sectarias y ajenas al espíritu constitucional. Su herencia va mucho más allá de las amnistías, los indultos, la negociación de referendos y la suavización de los delitos que defienden al país de golpistas y canallas. De Sánchez heredaremos pobreza, atraso, desprestigio internacional, desempleo, división, odios y rencores, corrupción institucional, abuso de poder, rupturas territoriales, impuestos abusivos, ataques al orden constitucional, deterioro de la democracia, inmigración ilegal que infecta el país, inseguridad en las calles, endeudamiento, ruina económica y muchos otros males y dramas, que España tendrá que sacudirse durante décadas.
Lo único bueno del sanchismo ha sido que sus excesos, abusos, arbitrariedades y estragos han convencido a los españoles que el sistema político debe ser reformado para que en el futuro ningún psicópata o mala persona pueda llegar a la Moncloa y que si algún día, por desgracia, llegara, existan mecanismos para limitar su capacidad de destrucción o expulsarle del poder, sin tener que esperar a que agote la legislatura, un tiempo demasiado largo durante el cual la nación puede ser destruida.
El sanchismo ha sido y es una aventura descabellada que no ha surgido de la nada y que anidaba, en estado larvado, en el corazón del PSOE, un partido que nunca logró liberarse por completo de sus orígenes totalitarios y llenos de odio de clase. Su fundador, Pablo Iglesias, Largo Caballero y otros líderes del socialismo español ya dejaron claro que aceptaban la democracia sólo si beneficiaba a sus intereses.
La reconversión de Suresnes y el liderazgo de Felipe González fueron dos espejismos rápidamente diluidos en un océano de totalitarismo y estatismo, por lo menos igual al que exhibieron los bolcheviques en la Revolución Rusa.
El PSOE ha sobrevivido tanto tiempo y ha gobernado, a pesar de los daños enormes que ha causado a España, gracias a dos factores: el ancestral odio a las derechas que anida en parte de España, sobre todo en las familias rurales que tuvieron que padecer el abuso monstruoso de los caciques de la derecha, y al buen funcionamiento de su aparato de propaganda, experto y maestro en mentiras, engaños, ocultaciones y propagación del odio y el rencor, que el partido ha utilizado, junto con el miedo, como arietes para ganar elecciones demoliendo a las derechas.
Pero hoy, después de tres ruinas de España (las de González, Zapatero y Sánchez) y de dos presidencias desastrosas (las de Zapatero y Sánchez), el sanchismo y el socialismo están en bancarrota y caída libre. Su aplastante derrota en las elecciones autonómicas de mayo de 2023 fue el inicio del derrumbe del edificio carcomido y resquebrajado socialista.
Hay tres factores que han ayudado a retrasar la muerte del sanchismo: el primero es la corrupta y estúpida derecha española, encarnada en el PP, un partido que siempre sintió acomplejado ante el poder de las izquierdas y su descaro y que terminó infectado de socialdemocracia, intervencionismo y mentiras; el segundo es la cobardía y corrupción del periodismo español, que se ha dejado comprar por el sanchismo, dueño de gran parte del aparato mediático español, al que ha comprado, junto con cientos de periodistas e intelectuales, con dinero público, publicidad y favores inconfesables. El tercero es la politización de la Justicia y la actitud antidemocrática de una parte de los jueces y magistrados, que han propiciado que el sanchismo asalte el sistema judicial y lo prostituya.
Si el periodismo español y los jueces hubieran resistido a la vileza y hubieran cumplido con su deber, ell sanchismo ya sería un cadáver y los españoles serían hoy más libres, prósperos y felices.
Francisco Rubiales
Lo único bueno del sanchismo ha sido que sus excesos, abusos, arbitrariedades y estragos han convencido a los españoles que el sistema político debe ser reformado para que en el futuro ningún psicópata o mala persona pueda llegar a la Moncloa y que si algún día, por desgracia, llegara, existan mecanismos para limitar su capacidad de destrucción o expulsarle del poder, sin tener que esperar a que agote la legislatura, un tiempo demasiado largo durante el cual la nación puede ser destruida.
El sanchismo ha sido y es una aventura descabellada que no ha surgido de la nada y que anidaba, en estado larvado, en el corazón del PSOE, un partido que nunca logró liberarse por completo de sus orígenes totalitarios y llenos de odio de clase. Su fundador, Pablo Iglesias, Largo Caballero y otros líderes del socialismo español ya dejaron claro que aceptaban la democracia sólo si beneficiaba a sus intereses.
La reconversión de Suresnes y el liderazgo de Felipe González fueron dos espejismos rápidamente diluidos en un océano de totalitarismo y estatismo, por lo menos igual al que exhibieron los bolcheviques en la Revolución Rusa.
El PSOE ha sobrevivido tanto tiempo y ha gobernado, a pesar de los daños enormes que ha causado a España, gracias a dos factores: el ancestral odio a las derechas que anida en parte de España, sobre todo en las familias rurales que tuvieron que padecer el abuso monstruoso de los caciques de la derecha, y al buen funcionamiento de su aparato de propaganda, experto y maestro en mentiras, engaños, ocultaciones y propagación del odio y el rencor, que el partido ha utilizado, junto con el miedo, como arietes para ganar elecciones demoliendo a las derechas.
Pero hoy, después de tres ruinas de España (las de González, Zapatero y Sánchez) y de dos presidencias desastrosas (las de Zapatero y Sánchez), el sanchismo y el socialismo están en bancarrota y caída libre. Su aplastante derrota en las elecciones autonómicas de mayo de 2023 fue el inicio del derrumbe del edificio carcomido y resquebrajado socialista.
Hay tres factores que han ayudado a retrasar la muerte del sanchismo: el primero es la corrupta y estúpida derecha española, encarnada en el PP, un partido que siempre sintió acomplejado ante el poder de las izquierdas y su descaro y que terminó infectado de socialdemocracia, intervencionismo y mentiras; el segundo es la cobardía y corrupción del periodismo español, que se ha dejado comprar por el sanchismo, dueño de gran parte del aparato mediático español, al que ha comprado, junto con cientos de periodistas e intelectuales, con dinero público, publicidad y favores inconfesables. El tercero es la politización de la Justicia y la actitud antidemocrática de una parte de los jueces y magistrados, que han propiciado que el sanchismo asalte el sistema judicial y lo prostituya.
Si el periodismo español y los jueces hubieran resistido a la vileza y hubieran cumplido con su deber, ell sanchismo ya sería un cadáver y los españoles serían hoy más libres, prósperos y felices.
Francisco Rubiales
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