Tengo muchos amigos y conocidos, quizás más de un millar en total, pero juro que ninguno de ellos se acerca en maldad a Pedro Sánchez. Creo que a la inmensa mayoría de los españoles les ocurre lo mismo porque es casi imposible conocer a alguien que le iguale en capacidad de hacer sufrir, de ser injusto, de aliarse con miserables, de aprovecharse del poder y de sembrar odio y división en su entorno.
Es casi imposible conocer a alguien parecido a Sánchez, salvo que se sea funcionario de prisiones.
No hay españoles que mientan tanto, que estafen, que incumplan su palabra o que sean tan corruptos como Sánchez, ni tan despilfarradores, vengativos, ambiciosos e injustos.
La sola comparación del político con la sociedad ya es perversa y corrupta. Quien la hace olvida que los cargos públicos, en democracia, tienen la obligación de ser ejemplares. Los partidos políticos, sobre todo los que han gobernado España en las últimas décadas con arbitrariedad y bajeza, olvidan que el liderazgo conlleva el deber de ser ejemplo de conducta para los ciudadanos.
He vivido tres años como periodista en Italia, otro país marcado por la corrupción, aunque España ya la ha superado con creces, y allí la corrupción de la sociedad ha contaminado a la clase política, mientras que en España ha sido al revés, la clase política ha pervertido y envilecido a la sociedad.
Al morir Franco, la sociedad española era de las más saludables y éticas del mundo. No había apenas delincuencia y la honradez era un valor común, pero llegaron los políticos y escandalizaron al pueblo con sus abusos de poder, robos y suciedades de todo tipo, generando un veneno que, poco a poco, acabó con los valores y la decencia, logrando que muchos ciudadanos empezaran a parecerse a la escoria política.
¿Os acordáis de aquello que dijo el ministro socialistas Carlos Solchaga de que España era el país del mundo donde es más fácil hacerse rico? Esa frase reflejaba la enorme corrupción reinante en aquellos tiempos, hoy diez veces superados en bajeza, maldad y delincuencia.
Casi nadie tiene en cuenta el escándalo mayúsculo que representa que las tres asociaciones para delinquir mayores del país sean ETA y los dos grandes partidos políticos españoles, el PSOE y el PP. Ninguna otra asociación o grupo organizado tiene tantos condenados, encarcelados y delincuentes potenciales, muchos en espera de juicio o sometidos a procesos.
He oído afirmar a un juez de Sevilla que son decenas de miles los políticos y ex altos cargos españoles que no pueden justificar sus abultados patrimonios.
Afirmar que esta gente corrompida, que abusa del poder, se atiborra de privilegios y que campea a sus anchas, defendidas por sus partidos y gozando de una escandalosa impunidad, son el reflejo de la sociedad española, que es cien veces más decente y respetuosa con las leyes, constituye una bajeza inigualable y una falsedad manifiesta.
Con gran diferencia y para vergüenza de todos los españoles, lo peor de España son son sus políticos, aquellos que nos gobiernan sin merecerlo.
Francisco Rubiales
Es casi imposible conocer a alguien parecido a Sánchez, salvo que se sea funcionario de prisiones.
No hay españoles que mientan tanto, que estafen, que incumplan su palabra o que sean tan corruptos como Sánchez, ni tan despilfarradores, vengativos, ambiciosos e injustos.
La sola comparación del político con la sociedad ya es perversa y corrupta. Quien la hace olvida que los cargos públicos, en democracia, tienen la obligación de ser ejemplares. Los partidos políticos, sobre todo los que han gobernado España en las últimas décadas con arbitrariedad y bajeza, olvidan que el liderazgo conlleva el deber de ser ejemplo de conducta para los ciudadanos.
He vivido tres años como periodista en Italia, otro país marcado por la corrupción, aunque España ya la ha superado con creces, y allí la corrupción de la sociedad ha contaminado a la clase política, mientras que en España ha sido al revés, la clase política ha pervertido y envilecido a la sociedad.
Al morir Franco, la sociedad española era de las más saludables y éticas del mundo. No había apenas delincuencia y la honradez era un valor común, pero llegaron los políticos y escandalizaron al pueblo con sus abusos de poder, robos y suciedades de todo tipo, generando un veneno que, poco a poco, acabó con los valores y la decencia, logrando que muchos ciudadanos empezaran a parecerse a la escoria política.
¿Os acordáis de aquello que dijo el ministro socialistas Carlos Solchaga de que España era el país del mundo donde es más fácil hacerse rico? Esa frase reflejaba la enorme corrupción reinante en aquellos tiempos, hoy diez veces superados en bajeza, maldad y delincuencia.
Casi nadie tiene en cuenta el escándalo mayúsculo que representa que las tres asociaciones para delinquir mayores del país sean ETA y los dos grandes partidos políticos españoles, el PSOE y el PP. Ninguna otra asociación o grupo organizado tiene tantos condenados, encarcelados y delincuentes potenciales, muchos en espera de juicio o sometidos a procesos.
He oído afirmar a un juez de Sevilla que son decenas de miles los políticos y ex altos cargos españoles que no pueden justificar sus abultados patrimonios.
Afirmar que esta gente corrompida, que abusa del poder, se atiborra de privilegios y que campea a sus anchas, defendidas por sus partidos y gozando de una escandalosa impunidad, son el reflejo de la sociedad española, que es cien veces más decente y respetuosa con las leyes, constituye una bajeza inigualable y una falsedad manifiesta.
Con gran diferencia y para vergüenza de todos los españoles, lo peor de España son son sus políticos, aquellos que nos gobiernan sin merecerlo.
Francisco Rubiales
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