Los partidos políticos nacieron con el fin de facilitar la participación de los ciudadanos en la política o, dicho de otro modo, para servir de intermediarios entre la sociedad y el poder, llevando con autoridad los deseos del pueblo hasta el gobierno.
De aquellos partidos-puentes ya no queda nada. Los partidos descubrieron pronto que les convenía más estar en el Estado y decidieron que era más rentable "dominar" al ciudadano que representarlo ante el poder. Hoy ya han abandonado al ciudadano y se han apoderado de las estructuras y recursos del Estado. Con ese comportamiento traidor, también han abandonado la democracia.
El blog La República Constitucional explica esa gran tragedia para la ciudadanía con rara precisión:
Finalizada la guerra mundial, el miedo a un retorno de las ideologías totalitarias, motivó el blindaje del Estado con normas constitucionales que, suprimiendo la representación política mediante el sistema proporcional, convirtieron a los partidos en órganos estatales y en titulares del poder constituyente (soberanía), reservándoles la potencia de reformar la Constitución. Afamados juristas alemanes defendieron la supresión de la representación política, en favor de la democracia directa que suponía, para ellos, la integración de las masas en el Estado de Partidos. Y sucedió lo que tenia que suceder, conforme a la naturaleza de un poder incontrolado.
La integración de los partidos de masas en el Estado no produce la de las masas, sino la de los partidos, y éstos no conforman la voluntad general, sino la voluntad de poder de la clase política. Su transformación en órganos estatales los hace enemigos de la libertad y amigos del orden público. La falta de representación de la sociedad separa el país oficial del país real. Un mismo afán estatal une a los partidos en un consenso negador de la política y de la posibilidad de control del poder. La justicia sobre lo político se imparte en función de las cuotas judiciales de partido. La corrupción no la causa la débil moralidad de los gobernantes, sino la impunidad de sus crímenes. La conciencia nacional se disuelve en convenios de reparto del poder territorial entre ambiciones nacionalistas. Y la información de la verdad no tiene espacio en unos medios de comunicación que viven pendientes de los favores empresariales de los partidos estatales.
La regeneración que millones de españoles sueñan no puede llegar de la mano de los partidos, sino de las fuerzas y energías que emanen de la propia ciudadanía, en rebelión contra el abuso y la corrupción que reinan en la política española.
O los partidos son domesticados y retornan a lo que fueron en sus orígenes, o deben perecer por razones de salud pública y supervivencia de la libertad.
Ese rechazo a los viejos partidos, que son los más corrompidos e inservibles es el que está empujando a las derechas radicales hacia el poder en todo el mundo, VOX responde en España a ese rechazo ciudadano a los partidos del abuso y la corrupción. La victoria de Milei en Argentina debe interpretarse como una patada del pueblo a esos partidos que roben al pueblo y se enriquecen ellos sin solucionar ningún problema y endeudando cada día más a las naciones. El peronismo es el peor ejemplo de partido corrupto, como lo es el PSOE en España, donde la derecha tradicional, representada por el PP, le sigue de cerca.
Francisco Rubiales
De aquellos partidos-puentes ya no queda nada. Los partidos descubrieron pronto que les convenía más estar en el Estado y decidieron que era más rentable "dominar" al ciudadano que representarlo ante el poder. Hoy ya han abandonado al ciudadano y se han apoderado de las estructuras y recursos del Estado. Con ese comportamiento traidor, también han abandonado la democracia.
El blog La República Constitucional explica esa gran tragedia para la ciudadanía con rara precisión:
Finalizada la guerra mundial, el miedo a un retorno de las ideologías totalitarias, motivó el blindaje del Estado con normas constitucionales que, suprimiendo la representación política mediante el sistema proporcional, convirtieron a los partidos en órganos estatales y en titulares del poder constituyente (soberanía), reservándoles la potencia de reformar la Constitución. Afamados juristas alemanes defendieron la supresión de la representación política, en favor de la democracia directa que suponía, para ellos, la integración de las masas en el Estado de Partidos. Y sucedió lo que tenia que suceder, conforme a la naturaleza de un poder incontrolado.
La integración de los partidos de masas en el Estado no produce la de las masas, sino la de los partidos, y éstos no conforman la voluntad general, sino la voluntad de poder de la clase política. Su transformación en órganos estatales los hace enemigos de la libertad y amigos del orden público. La falta de representación de la sociedad separa el país oficial del país real. Un mismo afán estatal une a los partidos en un consenso negador de la política y de la posibilidad de control del poder. La justicia sobre lo político se imparte en función de las cuotas judiciales de partido. La corrupción no la causa la débil moralidad de los gobernantes, sino la impunidad de sus crímenes. La conciencia nacional se disuelve en convenios de reparto del poder territorial entre ambiciones nacionalistas. Y la información de la verdad no tiene espacio en unos medios de comunicación que viven pendientes de los favores empresariales de los partidos estatales.
La regeneración que millones de españoles sueñan no puede llegar de la mano de los partidos, sino de las fuerzas y energías que emanen de la propia ciudadanía, en rebelión contra el abuso y la corrupción que reinan en la política española.
O los partidos son domesticados y retornan a lo que fueron en sus orígenes, o deben perecer por razones de salud pública y supervivencia de la libertad.
Ese rechazo a los viejos partidos, que son los más corrompidos e inservibles es el que está empujando a las derechas radicales hacia el poder en todo el mundo, VOX responde en España a ese rechazo ciudadano a los partidos del abuso y la corrupción. La victoria de Milei en Argentina debe interpretarse como una patada del pueblo a esos partidos que roben al pueblo y se enriquecen ellos sin solucionar ningún problema y endeudando cada día más a las naciones. El peronismo es el peor ejemplo de partido corrupto, como lo es el PSOE en España, donde la derecha tradicional, representada por el PP, le sigue de cerca.
Francisco Rubiales
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