Mahmud Ahmadinejad
Si uno analiza con detenimiento y sin pasión el comportamiento internacional del presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, caben dos conclusiones: o es el más genial, valiente, lúcido e innovador de los políticos del siglo XXI o, simplemente, es un ignorante. No caben términos medios, aunque sí quedaría otra explicación, aquella que mencionó el sabio cuando dijo que sólo hay algo más peligroso que un ignorante: un ignorante sincero.
Zapatero quiere cambiar el mundo desde España porque piensa que los que hoy dirigen los asuntos del planeta, liderados por Estados Unidos y Gran Bretaña, no merecen ese honor. Y desde su antiamericanismo militante está haciendo lo posible para debilitar el liderazgo democrático anglosajón que ganó las dos últimas guerras mundiales y erradicó los tatalitarismos nazi, fascista y comunista, apoyando el nacimiento de otro liderazgo paralelo, que aporte nuevas ideas y que se siente en una mesa redonda mundial, sin esquinas ni diferencias, donde ocuparán los asientos él mismo y gente como el iraní Mahmud Ahmadinejad, el que afirma que Israel debe ser borrado del mapa, el rey Abdulá de Arabia, miembro de una de las dinastías más despóticas de la historia de la Humanidad, el presidente de Siria, desprestigiado tirano sospechoso de estar detrás de decenas de atentados terroristas, el viejo tiranosaurio Fidel Castro y sus nuevos amigos de la América Latina emergente: Hugo Chavez y Evo Morales.
Ese contrapoder que constituye el sueño de la política internacional de Zapatero sorprende y desconcierta a paises como Estados Unidos, en cuyos centros de estudios y análisis la interpretan como una osadía sorprendente o como una locura peligrosa.
Pero la mayoría de los analistas creen que los elegidos por Zapatero para sentarse en la mesa de su nuevo mundo no son la solución del problema sino el problema mismo: gente que tiene sobre sus espaldas manchas tan salvajes como el totalitarismo, el irrespeto a los derechos humanos, el castigo, la tortura y hasta el asesinato de sus adversarios, la financiación del terrorismo mundial y otras "bellezas".
El innovador y sorprendente Zapatero eleva a estos mequetrefes a la categoría de interlocutores y los contrapone a los malvados yankees, olvidando que, aunque el pueblo americano esté presidido hoy un bruto cowboy, ese pueblo fue, ha sido y seguira siendo, probablemente, la mayor garantía mundial de la democracia y del respeto a la persona y a sus derechos y libertades.
Nosotros creemos que la apuesta de Zapatero por una nueva generación de líderes es tan valiente y osada como peligrosa y perversa, ya que genera efectos colaterales y secundarios terribles, como despreciar el papel de los ciudadanos, cerrar las puertas de la democracia a los pueblos que soportan la bota de esos líderes sin moral, que Zapatero quiere elevar de rango, condenar a los pueblos oprimidos a seguir soportando a sus propios opresores y debilitar el peso de la democrática en el mundo, la cual, aunque Zapatero no lo crea, es la única esperanza de los ciudadanos frente a la banda de depredadores totalitarios y dominadores que, sin los límites y cautelas del estado de derecho, sin duda tomarían el poder, se apoderarían de los Estados y sojuzgarían a sus habitantes, como ocurría en los tiempos del absolutismo y el totalitarismo.
Que Dios nos libre, como dijo el sabio, de los ignorantes sinceros, todavía más peligrosos si dominan el talante y la sonrisa.
Zapatero quiere cambiar el mundo desde España porque piensa que los que hoy dirigen los asuntos del planeta, liderados por Estados Unidos y Gran Bretaña, no merecen ese honor. Y desde su antiamericanismo militante está haciendo lo posible para debilitar el liderazgo democrático anglosajón que ganó las dos últimas guerras mundiales y erradicó los tatalitarismos nazi, fascista y comunista, apoyando el nacimiento de otro liderazgo paralelo, que aporte nuevas ideas y que se siente en una mesa redonda mundial, sin esquinas ni diferencias, donde ocuparán los asientos él mismo y gente como el iraní Mahmud Ahmadinejad, el que afirma que Israel debe ser borrado del mapa, el rey Abdulá de Arabia, miembro de una de las dinastías más despóticas de la historia de la Humanidad, el presidente de Siria, desprestigiado tirano sospechoso de estar detrás de decenas de atentados terroristas, el viejo tiranosaurio Fidel Castro y sus nuevos amigos de la América Latina emergente: Hugo Chavez y Evo Morales.
Ese contrapoder que constituye el sueño de la política internacional de Zapatero sorprende y desconcierta a paises como Estados Unidos, en cuyos centros de estudios y análisis la interpretan como una osadía sorprendente o como una locura peligrosa.
Pero la mayoría de los analistas creen que los elegidos por Zapatero para sentarse en la mesa de su nuevo mundo no son la solución del problema sino el problema mismo: gente que tiene sobre sus espaldas manchas tan salvajes como el totalitarismo, el irrespeto a los derechos humanos, el castigo, la tortura y hasta el asesinato de sus adversarios, la financiación del terrorismo mundial y otras "bellezas".
El innovador y sorprendente Zapatero eleva a estos mequetrefes a la categoría de interlocutores y los contrapone a los malvados yankees, olvidando que, aunque el pueblo americano esté presidido hoy un bruto cowboy, ese pueblo fue, ha sido y seguira siendo, probablemente, la mayor garantía mundial de la democracia y del respeto a la persona y a sus derechos y libertades.
Nosotros creemos que la apuesta de Zapatero por una nueva generación de líderes es tan valiente y osada como peligrosa y perversa, ya que genera efectos colaterales y secundarios terribles, como despreciar el papel de los ciudadanos, cerrar las puertas de la democracia a los pueblos que soportan la bota de esos líderes sin moral, que Zapatero quiere elevar de rango, condenar a los pueblos oprimidos a seguir soportando a sus propios opresores y debilitar el peso de la democrática en el mundo, la cual, aunque Zapatero no lo crea, es la única esperanza de los ciudadanos frente a la banda de depredadores totalitarios y dominadores que, sin los límites y cautelas del estado de derecho, sin duda tomarían el poder, se apoderarían de los Estados y sojuzgarían a sus habitantes, como ocurría en los tiempos del absolutismo y el totalitarismo.
Que Dios nos libre, como dijo el sabio, de los ignorantes sinceros, todavía más peligrosos si dominan el talante y la sonrisa.
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