Hace unos días, el “Subcomandante Marcos” –líder del mexicano Ejército Zapatista de Liberación Nacional- le aseguró, entre otras cosas, a Jesús Quintero en una entrevista televisiva que “creía posible la construcción de una nueva América latina”, basada en el protagonismo de los pueblos, especialmente los indígenas.
Como en tantas otras ocasiones, y amparándose en una frase supuestamente “feliz”, el profesor de Filosofía e hijo de inmigrantes españoles de Zamora Rafael Sebastián Guillén Vicente, el “Subcomandante Marcos” según el Gobierno Mexicano –aunque él siempre lo ha negado-, en realidad no ha dicho nada, solo ha repetido fórmulas ya expresadas con anterioridad.
América latina y el Caribe constituyen hoy un conjunto de países que fueron antiguas colonias de estados europeos donde se hablan lenguas romances (nos referimos a España, Portugal y Francia, especialmente). Viven en este subcontinente aproximadamente unas 550 millones de personas, de las que unos 40 millones son indígenas y otros 160 millones negros y mestizos. El resto, unos 350 millones, son étnicamente hablando blancos.
La “nueva” América latina ya fue anunciada en las décadas de los 60 y 70 por los “revolucionarios” de entonces. Ya sabemos en que terminaron esos anuncios. Hoy, las sociedades indígenas del subcontinente suponen menos del 10 por ciento de la población total del mismo (aunque en países como Bolivia, Perú, Guatemala y Ecuador sean mayoritarias o muy importantes). Tendrá que haber una negociación, un gran acuerdo entre los diversos sectores que integran esta región del mundo, pero de ahí a decir que “los procesos de pueblos indígenas son más adecuados que los protagonizados por los gobiernos de los restantes países” parece demasiado.
¿O los indígenas de Bolivia y Ecuador no están representados por gobiernos?. Y, además. ¿cuántas políticas distintas ya se han materializado en estos países como para no convertir en demagógicas unas frases expresadas con el atractivo añadido del famoso pasamontañas de Marcos?.
Lo que en realidad necesita América latina –atenazada por dos visiones que le han hecho, y le siguen haciendo, mucho daño: la de sus burguesías sustentadoras de las más rancias injusticias y abanderadas de un capitalismo trasnochado, y la de sus “sectores radicalmente progresistas” que siguen defendiendo la revolución universal sin ningún tipo de autocrítica ante el pasado reciente y asegurando que vivimos “en democracias imperfectas”- para recorrer un novedoso camino es trabajar, conjuntamente, por rebajar drásticamente los niveles de hambre y malnutrición de sus ciudadanos, en una región que produce comida para sustentar a 1.800 millones de personas (datos de la CEPAL, entre otros).
La nueva América latina surgirá de la lucha, sin cuartel, contra el analfabetismo y la posibilidad de educación para una mayoría. La “no educación” de gran parte de sus sociedades ha sido utilizada, de una u otra forma, por izquierdas y derechas (éstas últimas algo más) para manipular, engañar y explotar a muchos de sus supuestos representados.
La nueva América latina surgirá del fomento por un estricto respeto por la Ley, del combate irrestricto contra la corrupción, de la enseñanza de una historia real, en la que los próceres sean personajes de carne y hueso, y no héroes de “cartón-piedra”.
La nueva América latina surgirá de algo que hoy parece una utopía: la posibilidad de crear instituciones supranacionales –las justas- que sumen y no resten, de acuerdo al particular humor de sus líderes de turno. Y, muy especialmente, por la desaparición de los demagogos de siempre –de todos los colores- que asolan el subcontinente.
Solo así, y recuperando los ciudadanos su propia autoestima, será posible una nueva América latina. De lo contrario, pasarán los años y nuevos “subcomandantes marcos” volverán para decirnos que una “nueva” región se está gestando.
eduardo caldarola de bello
Como en tantas otras ocasiones, y amparándose en una frase supuestamente “feliz”, el profesor de Filosofía e hijo de inmigrantes españoles de Zamora Rafael Sebastián Guillén Vicente, el “Subcomandante Marcos” según el Gobierno Mexicano –aunque él siempre lo ha negado-, en realidad no ha dicho nada, solo ha repetido fórmulas ya expresadas con anterioridad.
América latina y el Caribe constituyen hoy un conjunto de países que fueron antiguas colonias de estados europeos donde se hablan lenguas romances (nos referimos a España, Portugal y Francia, especialmente). Viven en este subcontinente aproximadamente unas 550 millones de personas, de las que unos 40 millones son indígenas y otros 160 millones negros y mestizos. El resto, unos 350 millones, son étnicamente hablando blancos.
La “nueva” América latina ya fue anunciada en las décadas de los 60 y 70 por los “revolucionarios” de entonces. Ya sabemos en que terminaron esos anuncios. Hoy, las sociedades indígenas del subcontinente suponen menos del 10 por ciento de la población total del mismo (aunque en países como Bolivia, Perú, Guatemala y Ecuador sean mayoritarias o muy importantes). Tendrá que haber una negociación, un gran acuerdo entre los diversos sectores que integran esta región del mundo, pero de ahí a decir que “los procesos de pueblos indígenas son más adecuados que los protagonizados por los gobiernos de los restantes países” parece demasiado.
¿O los indígenas de Bolivia y Ecuador no están representados por gobiernos?. Y, además. ¿cuántas políticas distintas ya se han materializado en estos países como para no convertir en demagógicas unas frases expresadas con el atractivo añadido del famoso pasamontañas de Marcos?.
Lo que en realidad necesita América latina –atenazada por dos visiones que le han hecho, y le siguen haciendo, mucho daño: la de sus burguesías sustentadoras de las más rancias injusticias y abanderadas de un capitalismo trasnochado, y la de sus “sectores radicalmente progresistas” que siguen defendiendo la revolución universal sin ningún tipo de autocrítica ante el pasado reciente y asegurando que vivimos “en democracias imperfectas”- para recorrer un novedoso camino es trabajar, conjuntamente, por rebajar drásticamente los niveles de hambre y malnutrición de sus ciudadanos, en una región que produce comida para sustentar a 1.800 millones de personas (datos de la CEPAL, entre otros).
La nueva América latina surgirá de la lucha, sin cuartel, contra el analfabetismo y la posibilidad de educación para una mayoría. La “no educación” de gran parte de sus sociedades ha sido utilizada, de una u otra forma, por izquierdas y derechas (éstas últimas algo más) para manipular, engañar y explotar a muchos de sus supuestos representados.
La nueva América latina surgirá del fomento por un estricto respeto por la Ley, del combate irrestricto contra la corrupción, de la enseñanza de una historia real, en la que los próceres sean personajes de carne y hueso, y no héroes de “cartón-piedra”.
La nueva América latina surgirá de algo que hoy parece una utopía: la posibilidad de crear instituciones supranacionales –las justas- que sumen y no resten, de acuerdo al particular humor de sus líderes de turno. Y, muy especialmente, por la desaparición de los demagogos de siempre –de todos los colores- que asolan el subcontinente.
Solo así, y recuperando los ciudadanos su propia autoestima, será posible una nueva América latina. De lo contrario, pasarán los años y nuevos “subcomandantes marcos” volverán para decirnos que una “nueva” región se está gestando.
eduardo caldarola de bello
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