Todo el mundo sabe que la pasión es el territorio de la mujer y que la razón es el del hombre. El hombre, que por ser el género dominante fue quien hizo el reparto, creyó reservarse la mejor parte, porque la razón garantiza el poder y el dominio. Sin embargo, cuando los hombres descubrieron la fuerza enorme de la pasión, sintieron envidia y decidieron quitarle a la mujer la exclusiva. Entonces, inventaron el fútbol.
Es en el fútbol donde el hombre se lo permite todo, donde se atreve hasta a llorar, a pesar de aquella prohibición ancestral, según la cual “un macho no llora, ni siquiera cuando tiene sus tripas en la mano”. Pero, además de llorar, en el fútbol los hombres se desgarran, gritan, sufren, sienten melancolía, insultan y hasta pueden pasar una semana doloridos, sólo porque su equipo perdió el domingo.
Los hombres necesitan la desmesura pasional del fútbol para sentir que son auténticos y para demostrarse a si mismos que son potentes y superiores. Miran a la mujer y le dicen: “tu no puedes entender lo que yo siento con Maradona” o “tu nunca podrás comprender lo que yo siento cuando gana España”. El fútbol es el juego más apasionante y pasional del planeta, el acto supremo del hombre frente a la mujer, el mayor gesto de poder, con el que consigue arrebatarle el monopolio de la pasión, sin abandonar la razón.
El hombre cree que el fútbol le pertenece en exclusiva porque para ser futbolista se requiere un cuerpo de hombre. Las mujeres, con sus curvas y desplazamientos lentos, cuando juegan, practican un deporte parecido al fútbol, pero que no es fútbol ¿Cómo puede una mujer parar una pelota con el pecho?
Pero la mujer, entregada con imparable energía a la tarea de superar al hombre en todo, ha descubierto que el fútbol es la mayor pasión del mundo, la única capaz de oscurecer el brillo del poder político, y se siente fascinada ante su potencia y embrujo. A la mujer le atrae del fútbol su capacidad para enamorar al hombre y dominarlo. El fútbol es una gran mujer, un rival del que hay que aprender.
Ella está empezando a descubrir los secretos del fútbol y también en ese campo terminará por derrotar la superioridad masculina. Buscará, aunque nadie sabe como, la manera de parar la pelota con el pecho sin que rebote desviada, y de girar, aunque parezca imposible, con la misma velocidad que lo hace el varón, aunque le cueste una década de esfuerzo físico.
La llegada de la mujer al fútbol y el ocaso del hombre ya han empezado.
Alemania 2006 es el último mundial genuinamente masculino de la historia.
Es en el fútbol donde el hombre se lo permite todo, donde se atreve hasta a llorar, a pesar de aquella prohibición ancestral, según la cual “un macho no llora, ni siquiera cuando tiene sus tripas en la mano”. Pero, además de llorar, en el fútbol los hombres se desgarran, gritan, sufren, sienten melancolía, insultan y hasta pueden pasar una semana doloridos, sólo porque su equipo perdió el domingo.
Los hombres necesitan la desmesura pasional del fútbol para sentir que son auténticos y para demostrarse a si mismos que son potentes y superiores. Miran a la mujer y le dicen: “tu no puedes entender lo que yo siento con Maradona” o “tu nunca podrás comprender lo que yo siento cuando gana España”. El fútbol es el juego más apasionante y pasional del planeta, el acto supremo del hombre frente a la mujer, el mayor gesto de poder, con el que consigue arrebatarle el monopolio de la pasión, sin abandonar la razón.
El hombre cree que el fútbol le pertenece en exclusiva porque para ser futbolista se requiere un cuerpo de hombre. Las mujeres, con sus curvas y desplazamientos lentos, cuando juegan, practican un deporte parecido al fútbol, pero que no es fútbol ¿Cómo puede una mujer parar una pelota con el pecho?
Pero la mujer, entregada con imparable energía a la tarea de superar al hombre en todo, ha descubierto que el fútbol es la mayor pasión del mundo, la única capaz de oscurecer el brillo del poder político, y se siente fascinada ante su potencia y embrujo. A la mujer le atrae del fútbol su capacidad para enamorar al hombre y dominarlo. El fútbol es una gran mujer, un rival del que hay que aprender.
Ella está empezando a descubrir los secretos del fútbol y también en ese campo terminará por derrotar la superioridad masculina. Buscará, aunque nadie sabe como, la manera de parar la pelota con el pecho sin que rebote desviada, y de girar, aunque parezca imposible, con la misma velocidad que lo hace el varón, aunque le cueste una década de esfuerzo físico.
La llegada de la mujer al fútbol y el ocaso del hombre ya han empezado.
Alemania 2006 es el último mundial genuinamente masculino de la historia.
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