Después de lo sucedido durante las sangrientas dictaduras que asolaron el Cono Sur latinoamericano durante las décadas de los 70/80 del siglo pasado, y muy especialmente a la Argentina, se publicaron dos libros que deberían haber sido incluidos, sine die, en los programas de “educación cívica” de, al menos, todas naciones de la región: “Nunca más”, el informe de la CONADEP (Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas), editado en España por Seix Barral-EUDEBA (1985), y “El drama de la autonomía militar: Argentina bajo las Juntas Militares”, del sociólogo militar español Prudencio García, con prólogo del escritor Ernesto Sábato, publicado por Alianza Editorial (1995).
Fueron los testimonios de aquellos que denunciaron casi todas –y digo casi porque la memoria, selectiva ella, siempre se guarda o esquiva alguna circunstancia tan dolorosa o insoportable que no permite que salga a la superficie- las barbaridades perpetradas contra ciudadanos, en general indefensos, por los que organizaron la más feroz y criminal represión conocida en Argentina, y el análisis certero y objetivo de un militar y especialista español indudablemente sensibilizado ante tamaños crímenes perpetrados por supuestos colegas suyos.
Ahora, una singular editorial española, “Libros del Asteroide”, acaba de presentar en las librerías “Memoria del miedo”, del periodista argentino-británico Andrew Graham-Yooll, con prólogo del periodista Arcadi Espada, que ha puesto en marcha, junto a otros intelectuales catalanes no nacionalistas, el foro Ciudadanos de Cataluña. Esta obra tuvo una primera edición en inglés –“Portrait of an exile (Retrato de un exiliado)- en 1981. En 1986 fue reeditada por Eland Books, otro sello londinense, con el título “A State of Fear” (Un estado de miedo), y ese mismo año la Good Book Guide lo destacó como “libro del año”.
Graham-Yooll, que nació en Buenos Aires en 1944, de padres británicos, entró a formar parte de la redacción del Buenos Aires Herald –periódico argentino editado en inglés- en 1966. Diez años más tarde, a los seis meses del golpe militar del general Videla y “sus muchachos”, debió abandonar la Argentina con su familia y establecerse en Londres. Lo hizo porque le advirtieron que “si no se rajaba, iba a ser boleta”, una de las formas coloquiales que se utilizaban entonces para decirle a cualquiera que sería asesinado si no obedecía semejante orden. Vivió en la capital inglesa durante los siguientes 18 años; regresó a “su país” en 1994 y fue nombrado director del Buenos Aires Herald.
Es autor de una veintena de libros en inglés y castellano. Pero, además y por sobre todas las cosas, decidió en un determinado momento no olvidar lo que había vivido en la Argentina en la que había nacido, amado, gozado y sufrido.
Andrew fue un observador-protagonista del delirante panorama de violencia en el que se vio sumida la Argentina en los años setenta. Su testimonio, por su rigurosidad, precisión y cercanía es, para quiénes también tuvimos el poco halagador privilegio de ser protagonistas, en calidad de víctimas, de lo sucedido antes y durante la última dictadura militar, como un nuevo certificado de dignidad, como un movimiento hacia la cordura. Para los que no podemos, ni queremos olvidar, y para todos aquellos que quieran saber, pero saber con mayúsculas, Graham-Yooll es un extraordinario compañero de viaje.
En doce estremecedores capítulos –el libro tiene 238 páginas- el escritor anglo-argentino (aunque, al parecer más argentino que anglo) desmenuza a los actores y circunstancias principales del drama: los máximos dirigentes de las organizaciones guerrilleras ERP y Montoneros (Una conferencia de prensa; El rescate de los hermanos), los que “trabajaban” para otros grupos de extrema derecha política o similares (El archivo fotográfico), los “procedimientos” utilizados para que el terror se extendiera (Una cuestión de miedo), la búsqueda de los “desaparecidos” por sus familiares (La vergüenza y la ira).........y, especialmente el último, “Tomando té con el torturador”, una conversación mantenida en 1983 con un tal Javier, en ex miembro del Ejército que había participado en el “aniquilamiento del enemigo”, participando en los “grupos de tareas” que secuestraban, torturaban hasta la muerte a los detenidos y luego “desaparecidos”, robaban los niños de los propios asesinados, junto con sus restantes propiedades (casas, muebles, electrodomésticos, automóviles, etc.).
Dicen que “el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones”, aunque lo que queda muy claro en el libro de recuerdos de Graham-Yooll es que, en este caso, el camino “era el infierno mismo”. Graham narra historias que vivió, de las que fue testigo, pero lo hace casi con pudor, como queriendo no hacer más daño con el recuerdo.
Lo importante es que destaca claramente algunos conceptos como el establecer que, en realidad, el accionar de la dictadura comenzó mucho antes que la toma formal del poder por Videla y sus adláteres. Este dato es muy importante, porque los que quieren olvidar “a toda costa”, por ingenuidad, desconocimiento, o simplemente por ser unos “reverendos hijos de puta” (así se los llamaba entonces), suelen decir que todo este sangriento aquelarre fue producto de la disputa entre guerrilleros y militares.
O que, en los 70, en Argentina “había armas por todos lados”. Armadas, y utilizando dicho armamento, estaban las organizaciones guerrilleras, las Fuerzas Armadas y policiales, los sindicalistas, con sus “grupos de autodefensa”, los políticos, con sus cientos de guardaespaldas de dudosa calaña, los miembros de los distintos gobiernos, los grupos de extrema derecha y “paramilitares”, aliados inseparables de las Fuerzas Armadas......Seguir diciendo que “todo se redujo a un enfrentamiento entre tales y cuáles” constituye, al menos, una reducción insoportable. Pero, bueno, otra vez el ejercicio de la memoria.
Y el miedo, el gran protagonista de esta historia. Porque en la Argentina de aquella época, todos teníamos miedo, una sensación que lo abarcaba, lo inundaba todo. Era más fuerte que el caos. Por eso afirma Graham-Yooll en uno de sus párrafos: “Nunca se pierde la imagen del miedo. Simplemente se archiva para siempre como un recuerdo vergonzoso....cada vez que pasa un auto (los famosos Ford Falcón eran la representación real del mal, en los que iban hombres de negro, armados hasta los dientes buscando nuevas víctimas)”. El terror paraliza, explica el autor de “Memoria del miedo”; la histeria avergüenza; el miedo humilla. “Las dos primeras sensaciones son incidentales y se desvanecen; el miedo es un compañero constante”.
En el prólogo de su libro, Graham se pregunta: Pero, ¿cómo pudimos, toda una sociedad, vivir en compañía del miedo como si fuera normal? ¿Cómo pudimos, como país, vivir diciendo: “por algo será” –o- “en algo andará”?.
Todavía, la sociedad argentina no se ha enfrentado o ha intentado dar respuesta a esta crucial pregunta. Porque, como afirma Arcadi Espada en el prólogo, “posiblemente hemos pasado muy deprisa sobre esta tragedia –que es una tragedia también de los españoles-, llevados por el exitoso timo de la sucesión de noticias ”.
Solo deseo terminar diciendo que en algún momento me gustaría encontrarme de frente con Andrew Graham-Yooll, estrechar su mano y, mirándole a los ojos, decirle: muchas gracias amigo Andrew, en nombre de los que no queremos olvidar y de los que necesitan saber.
(Y también darle las gracias al escritor Horacio Vázquez-Rial por su crónica en Internet de este libro, cuya lectura me empujó a buscarlo, comprarlo y leerlo con avidez).
eduardo caldarola de bello
Fueron los testimonios de aquellos que denunciaron casi todas –y digo casi porque la memoria, selectiva ella, siempre se guarda o esquiva alguna circunstancia tan dolorosa o insoportable que no permite que salga a la superficie- las barbaridades perpetradas contra ciudadanos, en general indefensos, por los que organizaron la más feroz y criminal represión conocida en Argentina, y el análisis certero y objetivo de un militar y especialista español indudablemente sensibilizado ante tamaños crímenes perpetrados por supuestos colegas suyos.
Ahora, una singular editorial española, “Libros del Asteroide”, acaba de presentar en las librerías “Memoria del miedo”, del periodista argentino-británico Andrew Graham-Yooll, con prólogo del periodista Arcadi Espada, que ha puesto en marcha, junto a otros intelectuales catalanes no nacionalistas, el foro Ciudadanos de Cataluña. Esta obra tuvo una primera edición en inglés –“Portrait of an exile (Retrato de un exiliado)- en 1981. En 1986 fue reeditada por Eland Books, otro sello londinense, con el título “A State of Fear” (Un estado de miedo), y ese mismo año la Good Book Guide lo destacó como “libro del año”.
Graham-Yooll, que nació en Buenos Aires en 1944, de padres británicos, entró a formar parte de la redacción del Buenos Aires Herald –periódico argentino editado en inglés- en 1966. Diez años más tarde, a los seis meses del golpe militar del general Videla y “sus muchachos”, debió abandonar la Argentina con su familia y establecerse en Londres. Lo hizo porque le advirtieron que “si no se rajaba, iba a ser boleta”, una de las formas coloquiales que se utilizaban entonces para decirle a cualquiera que sería asesinado si no obedecía semejante orden. Vivió en la capital inglesa durante los siguientes 18 años; regresó a “su país” en 1994 y fue nombrado director del Buenos Aires Herald.
Es autor de una veintena de libros en inglés y castellano. Pero, además y por sobre todas las cosas, decidió en un determinado momento no olvidar lo que había vivido en la Argentina en la que había nacido, amado, gozado y sufrido.
Andrew fue un observador-protagonista del delirante panorama de violencia en el que se vio sumida la Argentina en los años setenta. Su testimonio, por su rigurosidad, precisión y cercanía es, para quiénes también tuvimos el poco halagador privilegio de ser protagonistas, en calidad de víctimas, de lo sucedido antes y durante la última dictadura militar, como un nuevo certificado de dignidad, como un movimiento hacia la cordura. Para los que no podemos, ni queremos olvidar, y para todos aquellos que quieran saber, pero saber con mayúsculas, Graham-Yooll es un extraordinario compañero de viaje.
En doce estremecedores capítulos –el libro tiene 238 páginas- el escritor anglo-argentino (aunque, al parecer más argentino que anglo) desmenuza a los actores y circunstancias principales del drama: los máximos dirigentes de las organizaciones guerrilleras ERP y Montoneros (Una conferencia de prensa; El rescate de los hermanos), los que “trabajaban” para otros grupos de extrema derecha política o similares (El archivo fotográfico), los “procedimientos” utilizados para que el terror se extendiera (Una cuestión de miedo), la búsqueda de los “desaparecidos” por sus familiares (La vergüenza y la ira).........y, especialmente el último, “Tomando té con el torturador”, una conversación mantenida en 1983 con un tal Javier, en ex miembro del Ejército que había participado en el “aniquilamiento del enemigo”, participando en los “grupos de tareas” que secuestraban, torturaban hasta la muerte a los detenidos y luego “desaparecidos”, robaban los niños de los propios asesinados, junto con sus restantes propiedades (casas, muebles, electrodomésticos, automóviles, etc.).
Dicen que “el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones”, aunque lo que queda muy claro en el libro de recuerdos de Graham-Yooll es que, en este caso, el camino “era el infierno mismo”. Graham narra historias que vivió, de las que fue testigo, pero lo hace casi con pudor, como queriendo no hacer más daño con el recuerdo.
Lo importante es que destaca claramente algunos conceptos como el establecer que, en realidad, el accionar de la dictadura comenzó mucho antes que la toma formal del poder por Videla y sus adláteres. Este dato es muy importante, porque los que quieren olvidar “a toda costa”, por ingenuidad, desconocimiento, o simplemente por ser unos “reverendos hijos de puta” (así se los llamaba entonces), suelen decir que todo este sangriento aquelarre fue producto de la disputa entre guerrilleros y militares.
O que, en los 70, en Argentina “había armas por todos lados”. Armadas, y utilizando dicho armamento, estaban las organizaciones guerrilleras, las Fuerzas Armadas y policiales, los sindicalistas, con sus “grupos de autodefensa”, los políticos, con sus cientos de guardaespaldas de dudosa calaña, los miembros de los distintos gobiernos, los grupos de extrema derecha y “paramilitares”, aliados inseparables de las Fuerzas Armadas......Seguir diciendo que “todo se redujo a un enfrentamiento entre tales y cuáles” constituye, al menos, una reducción insoportable. Pero, bueno, otra vez el ejercicio de la memoria.
Y el miedo, el gran protagonista de esta historia. Porque en la Argentina de aquella época, todos teníamos miedo, una sensación que lo abarcaba, lo inundaba todo. Era más fuerte que el caos. Por eso afirma Graham-Yooll en uno de sus párrafos: “Nunca se pierde la imagen del miedo. Simplemente se archiva para siempre como un recuerdo vergonzoso....cada vez que pasa un auto (los famosos Ford Falcón eran la representación real del mal, en los que iban hombres de negro, armados hasta los dientes buscando nuevas víctimas)”. El terror paraliza, explica el autor de “Memoria del miedo”; la histeria avergüenza; el miedo humilla. “Las dos primeras sensaciones son incidentales y se desvanecen; el miedo es un compañero constante”.
En el prólogo de su libro, Graham se pregunta: Pero, ¿cómo pudimos, toda una sociedad, vivir en compañía del miedo como si fuera normal? ¿Cómo pudimos, como país, vivir diciendo: “por algo será” –o- “en algo andará”?.
Todavía, la sociedad argentina no se ha enfrentado o ha intentado dar respuesta a esta crucial pregunta. Porque, como afirma Arcadi Espada en el prólogo, “posiblemente hemos pasado muy deprisa sobre esta tragedia –que es una tragedia también de los españoles-, llevados por el exitoso timo de la sucesión de noticias ”.
Solo deseo terminar diciendo que en algún momento me gustaría encontrarme de frente con Andrew Graham-Yooll, estrechar su mano y, mirándole a los ojos, decirle: muchas gracias amigo Andrew, en nombre de los que no queremos olvidar y de los que necesitan saber.
(Y también darle las gracias al escritor Horacio Vázquez-Rial por su crónica en Internet de este libro, cuya lectura me empujó a buscarlo, comprarlo y leerlo con avidez).
eduardo caldarola de bello