El expresidente catalán Carles Puigdemont, huido de España hace casi cinco meses, ha sido detenido por la policía de Alemania cuando acababa de cruzar la frontera de este país procedente de Dinamarca, un arresto coordinado con el CNI y la policía española, en aplicación de una euroorden.
Puigdemont fue arrestado cuando se dirigía en coche a Bélgica, donde tiene fijada su residencia desde hace casi cinco meses. La detención que fue coordinada entre el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) y las policías española y alemana, en concreto la Policía Nacional y la Oficina Federal de Investigación Criminal de Alemania.
El expresidente catalán había viajado el pasado jueves a Helsinki, desde Bruselas, para impartir una conferencia. Pese a que tenía billetes de avión para regresar de Finlandia a Bruselas, decidió usar el coche, una decisión a todas luces equivocada porque su coche estaba "señalado" por una baliza y era fácilmente localizable.
Su detención significa el golpe de gracia al "proceso" independentista, que él encabezó con determinación, tesón y osadía, logrando que sus seguidores creyeran que la independencia era posible. A partir de ahora, sólo quedan las protestas y la rabia de sus seguidores que, probablemente, abandonen su fingido pacifismo y emprendan acciones más violentas para intentar forzar al Estado Español a que negocie su liberación.
La rebelión había sido cuidadosamente estudiada y diseñada en los cuarteles del pujolismo y de parte de la antigua Convergencia, que encontró eco también en Esquerra República, dos partidos que se lanzaron por la ruta de la independencia, convencidos de que el Estado, corroído por la corrupción y sin apoyo en la cansada y sometida ciudadanía española, no podría resistir el embate independentista. Los promotores del "golpe" creyeron contar con todas las cartas ganadoras, incluso con la ayuda de importantes lobbys extranjeros, que les prometieron frívolamente reconocimiento internacional y apoyos que después no se produjeron.
El golpe fue desmontado y derrotado por tres ejércitos: el de la Justicia, el del boicot popular y el de la postura internacional, sobre todo de Europa, que rechazó el golpe. El independentismo quedó herido de muerte cuando más de tres mil empresas tuvieran que huir de Cataluña, por miedo a un boicot efectivo de los ciudadanos españoles que en algunos casos, como el de la Caixa y el Banco de Sabadell, llegó a ser brutal y masivo. Después, ante la actuación de la Justicia, que fue deteniendo y procesando a los principales actores del golpe, y ante la falta de apoyos internacionales, el soberanismo se derrumbó poco a poco.
La huida de Puigdemont a Bélgica fue un golpe inesperado que sorprendió al Estado español y que consiguió internacionalizar el conflicto y mantener viva la esperanza en la victoria de los sectores más radicales del catalanismo, hoy llenos de frustración y de rabia tras la detención del único gran símbolo que les quedaba.
Los nacionalistas catalanes seguirán luchando, pero tendrán que aprender las lecciones recibidas y cambiar de método. La próxima insurgencia que protagonicen deberá contar con el apoyo de los ciudadanos españoles, a los que en lugar de odiar y despreciar, como han hecho, deberán seducir. También deberán desconfiar de las promesas interesadas que les hacen desde el exterior y, por último, dotarse de un liderazgo menos corrupto, más democrático y decente que el que ha dirigido la revuelta actual, muy contaminado por el "tres por ciento" y por un pujolismo tan corrupto y depredador que causa repugnancia en España y en el mundo entero.
Si renuncia al odio, realiza esos tres cambios y aprende a utilizar las armas que posee la propia democracia para lograr el cambio, sin tener que enfrentarse a las leyes, es posible que Cataluña lidere un día el cambio que España necesita hacia una democracia más limpia y decente que la actual.
Francisco Rubiales
Puigdemont fue arrestado cuando se dirigía en coche a Bélgica, donde tiene fijada su residencia desde hace casi cinco meses. La detención que fue coordinada entre el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) y las policías española y alemana, en concreto la Policía Nacional y la Oficina Federal de Investigación Criminal de Alemania.
El expresidente catalán había viajado el pasado jueves a Helsinki, desde Bruselas, para impartir una conferencia. Pese a que tenía billetes de avión para regresar de Finlandia a Bruselas, decidió usar el coche, una decisión a todas luces equivocada porque su coche estaba "señalado" por una baliza y era fácilmente localizable.
Su detención significa el golpe de gracia al "proceso" independentista, que él encabezó con determinación, tesón y osadía, logrando que sus seguidores creyeran que la independencia era posible. A partir de ahora, sólo quedan las protestas y la rabia de sus seguidores que, probablemente, abandonen su fingido pacifismo y emprendan acciones más violentas para intentar forzar al Estado Español a que negocie su liberación.
La rebelión había sido cuidadosamente estudiada y diseñada en los cuarteles del pujolismo y de parte de la antigua Convergencia, que encontró eco también en Esquerra República, dos partidos que se lanzaron por la ruta de la independencia, convencidos de que el Estado, corroído por la corrupción y sin apoyo en la cansada y sometida ciudadanía española, no podría resistir el embate independentista. Los promotores del "golpe" creyeron contar con todas las cartas ganadoras, incluso con la ayuda de importantes lobbys extranjeros, que les prometieron frívolamente reconocimiento internacional y apoyos que después no se produjeron.
El golpe fue desmontado y derrotado por tres ejércitos: el de la Justicia, el del boicot popular y el de la postura internacional, sobre todo de Europa, que rechazó el golpe. El independentismo quedó herido de muerte cuando más de tres mil empresas tuvieran que huir de Cataluña, por miedo a un boicot efectivo de los ciudadanos españoles que en algunos casos, como el de la Caixa y el Banco de Sabadell, llegó a ser brutal y masivo. Después, ante la actuación de la Justicia, que fue deteniendo y procesando a los principales actores del golpe, y ante la falta de apoyos internacionales, el soberanismo se derrumbó poco a poco.
La huida de Puigdemont a Bélgica fue un golpe inesperado que sorprendió al Estado español y que consiguió internacionalizar el conflicto y mantener viva la esperanza en la victoria de los sectores más radicales del catalanismo, hoy llenos de frustración y de rabia tras la detención del único gran símbolo que les quedaba.
Los nacionalistas catalanes seguirán luchando, pero tendrán que aprender las lecciones recibidas y cambiar de método. La próxima insurgencia que protagonicen deberá contar con el apoyo de los ciudadanos españoles, a los que en lugar de odiar y despreciar, como han hecho, deberán seducir. También deberán desconfiar de las promesas interesadas que les hacen desde el exterior y, por último, dotarse de un liderazgo menos corrupto, más democrático y decente que el que ha dirigido la revuelta actual, muy contaminado por el "tres por ciento" y por un pujolismo tan corrupto y depredador que causa repugnancia en España y en el mundo entero.
Si renuncia al odio, realiza esos tres cambios y aprende a utilizar las armas que posee la propia democracia para lograr el cambio, sin tener que enfrentarse a las leyes, es posible que Cataluña lidere un día el cambio que España necesita hacia una democracia más limpia y decente que la actual.
Francisco Rubiales
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