La codicia le conducirá a la derrota
Las encuestas dicen que el 72% de los votantes del PSOE y el 79% de los de Podemos piden bajar los impuestos, pero el gobierno, carcomido por la codicia y necesitado de dinero para comprar medios, votos y corromper voluntades, se niega a recaudar menos y a que los ciudadanos tengan más dinero en sus bolsillos.
La gente sabe que el gobierno está gastando demasiado y que está realizando operaciones que la democracia no admite por corruptas, entre ellas la compra de medios de comunicación y periodistas, la financiación de chiringuitos del bando propio, donde proporcionan trabajo a los suyos, que les corresponden con un voto cautivo, además de comprar el apoyo de los independentistas y amigos del terrorismo con dinero, inversiones y privilegios que no van a las demás regiones de España.
Los ciudadanos españoles, agobiados por el avance de la pobreza, han aprendido a odiar los impuestos, que antes eran vistos como una forma de solidaridad y ahora se perciben como un robo del gobierno. El Impuesto de Sucesiones, el que permite a los políticos robar legalmente las herencias de los ciudadanos, está muerto y no hay ya gobierno que se atreva a defenderlo porque al ciudadano le repugna y lo rechaza con fuerza inaudita. Al del patrimonio le ocurre algo parecido y el IRPF y el IVA cada día son más odiados.
Ni siquiera la ministra María Jesús Montero, cuya voracidad y codicia fiscal han superado todos los límites, se atreve ya a hablar de “armonización”, la palabra suave escogida para restablecer el expolio de las herencias en toda España, después de que diferentes comunidades gobernadas por la derecha hayan decidido bonificarlo hasta casi suprimirlo.
La inflación está llenando las arcas del gobierno, que gracias a la subida de los precios recauda decenas de miles de millones más, pero en lugar de emplear ese dinero en bajar la deuda o en mejorar las infraestructuras y servicios, lo utiliza para financiar su clientelismo atroz y para comprar voluntades y votos.
Si el partido socialista mantiene abierta su intención de subir los impuestos, perderá las próximas elecciones por muchos mítines que den Sánchez y sus secuaces.
El crecimiento de las autonomías que han logrado bajar los impuestos, sobre todo de Madrid y Andalucía, causa envidia y angustia en Cataluña, donde el robo fiscal es practicado con imparable codicia por el nacionalismo que gobierna, provocando la pobreza creciente de una región que ha sido, tradicionalmente, la más rica de España. Pero los separatistas catalanes, con el odio y la envidia por banderas, en lugar de copiar el modelo de bajos impuestos que está triunfado en Madrid y otras regiones, presionan a Pedo Sánchez para que obligue a esas regiones, aunque sean violados la Constitución y los viejos consensos alcanzados en democracia, a subir los impuestos con el único objetivo de frenar su enriquecimiento, prosperidad y pujanza económica.
Pedro Sánchez, un dirígete sin moral que siempre cede a las presiones de sus socios con tal de conservar el poder, parecía dispuesto a ceder a esas presiones y atizar el fuego del "infierno fiscal" que socialistas, comunistas y nacionalistas han creado en España, el país donde los impuestos patrimoniales (Patrimonio y Sucesiones) superan a los vigentes en Europa en más de un 50 por ciento y donde la presión fiscal general es la mas alta e injusta de la Unión, si se compara lo que se paga con los sueldos reales, pero ahora, ante su declive y su hundimiento en las encuestas, no se atreve y los está subiendo indirectamente, de manera truculenta, sin que la opinión pública lo perciba con claridad.
El impuesto de Sucesiones, el que permite a los gobiernos robar las herencias, se ha convertido en el más impopular y también en el símbolo del gobierno ladrón. Uno de cada cuatro españoles renuncia a su herencia porque el impuesto le arruina. Es la suciedad más sucia del sistema fiscal español. El silencio en torno a ese robo deleznable comienza a ser estruendoso y refleja la injusticia de ese maldito tributo. Es, junto con el del Patrimonio, el impuesto más impopular e imponerlo le costaría al PSOE, según los expertos, la fuga de más de un millón de votos.
El gobierno empieza a percibir que la codicia le está conduciendo a la derrota e impone silencio fiscal en sus filas. La impopularidad y la resistencia al expolio son tan grandes en España que ni siquiera el irresponsable y cruel gobierno de Sánchez se atreve ya a plantear la subida general que antes planteaba, sobre todo cuando el resto de Europa baja los impuestos de manera drástica para ayudar a que la población resista la inflación, los precios altos y la escasez.
Pero la codicia es un vicio que el sanchismo no puede vencer y, sin la menor duda, morirá víctima de su ansia desordenada y corrupta de dinero.
Francisco Rubiales
La gente sabe que el gobierno está gastando demasiado y que está realizando operaciones que la democracia no admite por corruptas, entre ellas la compra de medios de comunicación y periodistas, la financiación de chiringuitos del bando propio, donde proporcionan trabajo a los suyos, que les corresponden con un voto cautivo, además de comprar el apoyo de los independentistas y amigos del terrorismo con dinero, inversiones y privilegios que no van a las demás regiones de España.
Los ciudadanos españoles, agobiados por el avance de la pobreza, han aprendido a odiar los impuestos, que antes eran vistos como una forma de solidaridad y ahora se perciben como un robo del gobierno. El Impuesto de Sucesiones, el que permite a los políticos robar legalmente las herencias de los ciudadanos, está muerto y no hay ya gobierno que se atreva a defenderlo porque al ciudadano le repugna y lo rechaza con fuerza inaudita. Al del patrimonio le ocurre algo parecido y el IRPF y el IVA cada día son más odiados.
Ni siquiera la ministra María Jesús Montero, cuya voracidad y codicia fiscal han superado todos los límites, se atreve ya a hablar de “armonización”, la palabra suave escogida para restablecer el expolio de las herencias en toda España, después de que diferentes comunidades gobernadas por la derecha hayan decidido bonificarlo hasta casi suprimirlo.
La inflación está llenando las arcas del gobierno, que gracias a la subida de los precios recauda decenas de miles de millones más, pero en lugar de emplear ese dinero en bajar la deuda o en mejorar las infraestructuras y servicios, lo utiliza para financiar su clientelismo atroz y para comprar voluntades y votos.
Si el partido socialista mantiene abierta su intención de subir los impuestos, perderá las próximas elecciones por muchos mítines que den Sánchez y sus secuaces.
El crecimiento de las autonomías que han logrado bajar los impuestos, sobre todo de Madrid y Andalucía, causa envidia y angustia en Cataluña, donde el robo fiscal es practicado con imparable codicia por el nacionalismo que gobierna, provocando la pobreza creciente de una región que ha sido, tradicionalmente, la más rica de España. Pero los separatistas catalanes, con el odio y la envidia por banderas, en lugar de copiar el modelo de bajos impuestos que está triunfado en Madrid y otras regiones, presionan a Pedo Sánchez para que obligue a esas regiones, aunque sean violados la Constitución y los viejos consensos alcanzados en democracia, a subir los impuestos con el único objetivo de frenar su enriquecimiento, prosperidad y pujanza económica.
Pedro Sánchez, un dirígete sin moral que siempre cede a las presiones de sus socios con tal de conservar el poder, parecía dispuesto a ceder a esas presiones y atizar el fuego del "infierno fiscal" que socialistas, comunistas y nacionalistas han creado en España, el país donde los impuestos patrimoniales (Patrimonio y Sucesiones) superan a los vigentes en Europa en más de un 50 por ciento y donde la presión fiscal general es la mas alta e injusta de la Unión, si se compara lo que se paga con los sueldos reales, pero ahora, ante su declive y su hundimiento en las encuestas, no se atreve y los está subiendo indirectamente, de manera truculenta, sin que la opinión pública lo perciba con claridad.
El impuesto de Sucesiones, el que permite a los gobiernos robar las herencias, se ha convertido en el más impopular y también en el símbolo del gobierno ladrón. Uno de cada cuatro españoles renuncia a su herencia porque el impuesto le arruina. Es la suciedad más sucia del sistema fiscal español. El silencio en torno a ese robo deleznable comienza a ser estruendoso y refleja la injusticia de ese maldito tributo. Es, junto con el del Patrimonio, el impuesto más impopular e imponerlo le costaría al PSOE, según los expertos, la fuga de más de un millón de votos.
El gobierno empieza a percibir que la codicia le está conduciendo a la derrota e impone silencio fiscal en sus filas. La impopularidad y la resistencia al expolio son tan grandes en España que ni siquiera el irresponsable y cruel gobierno de Sánchez se atreve ya a plantear la subida general que antes planteaba, sobre todo cuando el resto de Europa baja los impuestos de manera drástica para ayudar a que la población resista la inflación, los precios altos y la escasez.
Pero la codicia es un vicio que el sanchismo no puede vencer y, sin la menor duda, morirá víctima de su ansia desordenada y corrupta de dinero.
Francisco Rubiales
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