La destitución de todo el gobierno ucraniano por corrupción generalizada, firmada por el presidente Yushchenko, es una trágica demostración de que "Revolución Naranja" de Ucrania, diez meses después de conquistar el poder con el apoyo de un pueblo ilusionado, se pudre, como en su día se pudrieron otras revoluciones cargadas de esperanza popular: la Francesa, la Bolchevique, la Liberal y hasta la Democrática.
Con esa medida radical, Yushchenko, cuyo rostro deformado por el veneno se transformó en la imagen del pueblo ucraniano deseoso de acabar con la dictadura y de integrarse en Europa, pretende cerrar la crisis abierta tras las denuncias de corrupción, pero no puede evitar su responsabilidad, ni el profundo deterioro de su imagen pública como líder que no ha sido capaz de evitar aquello por lo que luchó y llegó al poder.
El ejemplo de Ucrania prueba una vez más que lo que falla siempre es el concepto de la política vigente en el mundo, desentrañada, alejada del pueblo y capaz de sentirse dueña de un poder que sólo ejerce por mandato ciudadano.
Sólo diez meses ha durado el sueño político de los ucranianos.
La "Naranja podrida" de Ucrania es un ejemplo claro de que la democracia necesita ser reformada y que los ciudadanos deben ejercer sobre la política un control intenso y próximo para evitar fenómenos que una y otra vez se repiten en los distintos paises del mundo: divorcio entre la sociedad y la política, descrédito de la política, desconfianza ante el liderazgo", desilusión generalizada y la sensación de que la democracia se transforma en "oligocracia y que los políticos apuestan más por el dominio y el poder que por el servicio honesto a la ciudadanía.
Con esa medida radical, Yushchenko, cuyo rostro deformado por el veneno se transformó en la imagen del pueblo ucraniano deseoso de acabar con la dictadura y de integrarse en Europa, pretende cerrar la crisis abierta tras las denuncias de corrupción, pero no puede evitar su responsabilidad, ni el profundo deterioro de su imagen pública como líder que no ha sido capaz de evitar aquello por lo que luchó y llegó al poder.
El ejemplo de Ucrania prueba una vez más que lo que falla siempre es el concepto de la política vigente en el mundo, desentrañada, alejada del pueblo y capaz de sentirse dueña de un poder que sólo ejerce por mandato ciudadano.
Sólo diez meses ha durado el sueño político de los ucranianos.
La "Naranja podrida" de Ucrania es un ejemplo claro de que la democracia necesita ser reformada y que los ciudadanos deben ejercer sobre la política un control intenso y próximo para evitar fenómenos que una y otra vez se repiten en los distintos paises del mundo: divorcio entre la sociedad y la política, descrédito de la política, desconfianza ante el liderazgo", desilusión generalizada y la sensación de que la democracia se transforma en "oligocracia y que los políticos apuestan más por el dominio y el poder que por el servicio honesto a la ciudadanía.
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