La jerarquía católica española ha recibido instrucciones muy precisas desde el Vaticano para que se coloque en situación de alerta, apriete el acelerador y lance una campaña cuyo eje es la defensa de la libertad, los derechos y los valores en una sociedad como la española, cuya democracia considera en declive y cuyos valores en bancarrota.
La preocupación y los sentimientos del Vaticano con respecto a la España de Zapatero quedaron claros en el acto de presentación de credenciales del nuevo embajador de España ante la Santa Sede, cuando el Papa tuvo con el socialista Vázquez, ex alcalde de La Coruña, una conversación que, en términos diplomáticos, puede denominarse "franca" y en términos coloquiales "dura".
Dentro de esa situación de "campaña" es como se entienden los últimos movimientos y declaraciones de la Iglesia española, sobre todo tres que tienen un especial calado:
El primero es el concepto de "perdón", utilizado sorprendentemente por el presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE) y obispo de Bilbao, Ricardo Blázquez, que habló de la ogó hoy por la necesidad de perdonar para restaurar las heridas abiertas por el terrorismo de ETA y agregó que la pacificación pasa por que todos los ciudadanos puedan convivir en paz sin sentirse amenazados.
El segundo es la declaración del nuncio de Sa Santidad el Papa en España, monseñor Manuel Monteiro, que afirmó que "no existe en el mundo ninguna institución que haya hecho tanto por la dignidad del hombre y la mujer como la Iglesia".
Pero la intervención más potente la protagoniza el cardenal de Sevilla, el franciscano Carlos Amigo, habitualmente moderado y hasta considerado por muchos demasiado cercano al poder socialista. Pues bien, Fray Carlos ha declarado que "ni la sociedad ni el Estado pueden obligar a una persona a actuar contra su concienci, ni impedirle actuar conforme a ella", para agregar después, por si no ha quedado claro el mensaje: "Ante leyes injustas que colocan a la persona moralmente recta ante dramáticos problemas, cuando sean llamados a colaborar en acciones moralmente ilícitas, tiene la obligación de negarse". Más contundente y obvio fue el cardenal sevillano cuando afirmó que "el poderoso puede caer en la tentadora presunción de considerarse poco menos que señor y dueño de unos derechos que a otros pertenecen y querer ofrecerlos como favores y muestras de benevolencia y largueza".
La "campaña" de la Iglesia por la libertad, la democracia y, sobre todo, por los valores en la España de Zapatero responde a un análisis colectivo de la Conferencia Episcopal Española, probablemente inspirado en el núcleo del pensamiento del nuevo Papa, según el cual "la sociedad española está en grave peligro" como consecuencia de las deficiencias y déficits de su actual liderazgo político, que hace poco por fortalecer la moral, los principios y los valores que, durante siglos, han sido el sosten y el pilar principal de la llamada cultura de Occidente.
La preocupación y los sentimientos del Vaticano con respecto a la España de Zapatero quedaron claros en el acto de presentación de credenciales del nuevo embajador de España ante la Santa Sede, cuando el Papa tuvo con el socialista Vázquez, ex alcalde de La Coruña, una conversación que, en términos diplomáticos, puede denominarse "franca" y en términos coloquiales "dura".
Dentro de esa situación de "campaña" es como se entienden los últimos movimientos y declaraciones de la Iglesia española, sobre todo tres que tienen un especial calado:
El primero es el concepto de "perdón", utilizado sorprendentemente por el presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE) y obispo de Bilbao, Ricardo Blázquez, que habló de la ogó hoy por la necesidad de perdonar para restaurar las heridas abiertas por el terrorismo de ETA y agregó que la pacificación pasa por que todos los ciudadanos puedan convivir en paz sin sentirse amenazados.
El segundo es la declaración del nuncio de Sa Santidad el Papa en España, monseñor Manuel Monteiro, que afirmó que "no existe en el mundo ninguna institución que haya hecho tanto por la dignidad del hombre y la mujer como la Iglesia".
Pero la intervención más potente la protagoniza el cardenal de Sevilla, el franciscano Carlos Amigo, habitualmente moderado y hasta considerado por muchos demasiado cercano al poder socialista. Pues bien, Fray Carlos ha declarado que "ni la sociedad ni el Estado pueden obligar a una persona a actuar contra su concienci, ni impedirle actuar conforme a ella", para agregar después, por si no ha quedado claro el mensaje: "Ante leyes injustas que colocan a la persona moralmente recta ante dramáticos problemas, cuando sean llamados a colaborar en acciones moralmente ilícitas, tiene la obligación de negarse". Más contundente y obvio fue el cardenal sevillano cuando afirmó que "el poderoso puede caer en la tentadora presunción de considerarse poco menos que señor y dueño de unos derechos que a otros pertenecen y querer ofrecerlos como favores y muestras de benevolencia y largueza".
La "campaña" de la Iglesia por la libertad, la democracia y, sobre todo, por los valores en la España de Zapatero responde a un análisis colectivo de la Conferencia Episcopal Española, probablemente inspirado en el núcleo del pensamiento del nuevo Papa, según el cual "la sociedad española está en grave peligro" como consecuencia de las deficiencias y déficits de su actual liderazgo político, que hace poco por fortalecer la moral, los principios y los valores que, durante siglos, han sido el sosten y el pilar principal de la llamada cultura de Occidente.
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