Muchos de los lectores de Voto en Blanco creen firmemente, y así lo expresan en sus comentarios, que la Cataluña que emerge tras la entrada en vigor del nuevo Estatuto ha roto los principios de igualdad y solidaridad, básicos para la convivencia dentro de una misma nación, y ha logrado, con la incomprensible e intolerable ayuda del gobierno que preside José Luis Rodríguez Zapatero, una posición de privilegio y ventaja que se identifica más con la colonización de España que con el autogobierno.
De hecho, si se analiza la situación friamente, Cataluña, desde sus posiciones actuales, coloniza al resto de España, a la que desprecia como nación, cuyo idioma margina y persigue, y donde, eso sí, vende sus productos de manera preferente, obteniendo ventajas fiscales, económicas y políticas, así como inversiones prioritarias masivas por parte del Estado, sin contribuir al esfuerzo nacional y al fondo común de solidaridad.
El dato de que Cataluña fue la última en enviar ayuda a la Galicia asolada por los recientes incendios sólo confirma el criterio egoísta e insolidario que domina en actual liderazgo.
En esas condiciones, a España le interesa más una separación de Cataluña que mantenerla dentro como lastre.
En consecuencia, al igual que muchos españoles conscientes e indignados, Voto en Blanco, después de denunciar desde el principio del proceso, el caracter insolidario, retrógrado y autoritario del Estatuto, se declara "expulsionista", entre otras razones porque no entendemos una nación que no respete el principio de la igualdad de trato y de oportunidades entre los pueblos y tierras que la integran y tampoco entendemos un país en el que una parte de él opera como un lastre insolidario, sin compartir un destino común y una ilusión como pueblo.
Que se vayan de una vez y que nos dejen en paz. Que tengan el valor de afrontar su destino como pueblo sin parasitar a sus vecinos. Que tengan la valentía de negociar y labrarse su destino como pueblo en la comunidad internacional, sin más bagaje que sus méritos y valores. Que vendan sus productos en mercados abiertos a la libre competencia, sin proteccionismos de inspiración fascista, sin ventajas producto del chantaje.
En las condiciones presentes, Cataluña es un lastre para España que recibe y acapara mucho más de lo que aporta, un agujero negro que va a absorver una parte importante de los recursos españoles, lastrando nuestro desarrollo económico y ofreciendo, constantemente, un vergonzante ejemplo de insolidaridad y de privilegio inmerecido e injustificado, consecuencia sólo de la corrupción política de un gobierno que ha incumplido su deber constitucional de garantizar la igualdad de los pueblos de España.
El único derecho que defienden hoy las castas políticas dominantes en Cataluña y el País Vasco es seguir siendo los territorios favoritos del reino, como lo fueron durante la dictadura de Franco, cuando las plusvalias nacionales fueron desviadas para fortalecer la base industrial vasca y catalana. Hoy son incapaces de luchar por la implantación de una auténtica democracia en España, porque eso supondría perder los privilegios del dictador. Supondría ganarse el pan en igualdad de condiciones que el resto y no están acostumbrados a competir. Son empecinados reivindicadores y gestores del privilegio.
De hecho, si se analiza la situación friamente, Cataluña, desde sus posiciones actuales, coloniza al resto de España, a la que desprecia como nación, cuyo idioma margina y persigue, y donde, eso sí, vende sus productos de manera preferente, obteniendo ventajas fiscales, económicas y políticas, así como inversiones prioritarias masivas por parte del Estado, sin contribuir al esfuerzo nacional y al fondo común de solidaridad.
El dato de que Cataluña fue la última en enviar ayuda a la Galicia asolada por los recientes incendios sólo confirma el criterio egoísta e insolidario que domina en actual liderazgo.
En esas condiciones, a España le interesa más una separación de Cataluña que mantenerla dentro como lastre.
En consecuencia, al igual que muchos españoles conscientes e indignados, Voto en Blanco, después de denunciar desde el principio del proceso, el caracter insolidario, retrógrado y autoritario del Estatuto, se declara "expulsionista", entre otras razones porque no entendemos una nación que no respete el principio de la igualdad de trato y de oportunidades entre los pueblos y tierras que la integran y tampoco entendemos un país en el que una parte de él opera como un lastre insolidario, sin compartir un destino común y una ilusión como pueblo.
Que se vayan de una vez y que nos dejen en paz. Que tengan el valor de afrontar su destino como pueblo sin parasitar a sus vecinos. Que tengan la valentía de negociar y labrarse su destino como pueblo en la comunidad internacional, sin más bagaje que sus méritos y valores. Que vendan sus productos en mercados abiertos a la libre competencia, sin proteccionismos de inspiración fascista, sin ventajas producto del chantaje.
En las condiciones presentes, Cataluña es un lastre para España que recibe y acapara mucho más de lo que aporta, un agujero negro que va a absorver una parte importante de los recursos españoles, lastrando nuestro desarrollo económico y ofreciendo, constantemente, un vergonzante ejemplo de insolidaridad y de privilegio inmerecido e injustificado, consecuencia sólo de la corrupción política de un gobierno que ha incumplido su deber constitucional de garantizar la igualdad de los pueblos de España.
El único derecho que defienden hoy las castas políticas dominantes en Cataluña y el País Vasco es seguir siendo los territorios favoritos del reino, como lo fueron durante la dictadura de Franco, cuando las plusvalias nacionales fueron desviadas para fortalecer la base industrial vasca y catalana. Hoy son incapaces de luchar por la implantación de una auténtica democracia en España, porque eso supondría perder los privilegios del dictador. Supondría ganarse el pan en igualdad de condiciones que el resto y no están acostumbrados a competir. Son empecinados reivindicadores y gestores del privilegio.
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