Un día, en un futuro lejano, Zapatero se muere e inmediatamente se va al infierno, donde le está esperando el diablo.
- Realmente, no sé qué voy a hacer contigo, le dijo el diablo. Estás en mi lista, pero no tengo lugar para ti. Sin embargo, como has sido tan malo, no tengo más remedio que buscarte un sitio. Se me ocurre una idea. Vamos a hacer lo siguiente:
Hay algunas personas aquí que no fueron tan malas como tú, así que tendré que dejar ir a alguien y tú te quedarás en su lugar. Es mas, te voy a permitir que elijas tu destino en el infierno y que escojas lo que prefieras de esas tres celdas.
Zapatero, que no tenía otra opción, aceptó.
Abrió la primera celda y allí estaba Felipe González, en una gran piscina, zambulléndose en el agua y volviendo a salir. Ese era su destino eterno en el infierno.
¡No, no!, dijo Zapatero, esto no me gusta, yo no soy buen nadador y no puedo hacer eso todo el dia.
Abrió la segunda celda y allí estaba Javier Arzallus. Todo el santo día lo pasaba picando con un martillo una montaña de piedras.
No, dijo Zapatero, no puedo picar piedras toda la eternidad, pues tengo problemas con la espalda y la muñeca.
Abrió, finalmente, la tercera celda y encontró allí a Carod Rovira, tendido en el suelo, con las manos detrás de la cabeza, las piernas abiertas y fumándose un puro habano.
Agachada sobre él se encontraba Mónica Lewinsky, la famosa becaria de la Casa Blanca, haciendo aquello que le hizo famosa en tiempos del presidente Clinton.
Zapatero miró la escena incrédulo, movió las cejas y gritó animadísimo: ¡Aquí, aquí me quiero quedar, aquí!
El diablo sonrió y gritó con malicia:
-Mónica, ¡ya llegó tu relevo!
- Realmente, no sé qué voy a hacer contigo, le dijo el diablo. Estás en mi lista, pero no tengo lugar para ti. Sin embargo, como has sido tan malo, no tengo más remedio que buscarte un sitio. Se me ocurre una idea. Vamos a hacer lo siguiente:
Hay algunas personas aquí que no fueron tan malas como tú, así que tendré que dejar ir a alguien y tú te quedarás en su lugar. Es mas, te voy a permitir que elijas tu destino en el infierno y que escojas lo que prefieras de esas tres celdas.
Zapatero, que no tenía otra opción, aceptó.
Abrió la primera celda y allí estaba Felipe González, en una gran piscina, zambulléndose en el agua y volviendo a salir. Ese era su destino eterno en el infierno.
¡No, no!, dijo Zapatero, esto no me gusta, yo no soy buen nadador y no puedo hacer eso todo el dia.
Abrió la segunda celda y allí estaba Javier Arzallus. Todo el santo día lo pasaba picando con un martillo una montaña de piedras.
No, dijo Zapatero, no puedo picar piedras toda la eternidad, pues tengo problemas con la espalda y la muñeca.
Abrió, finalmente, la tercera celda y encontró allí a Carod Rovira, tendido en el suelo, con las manos detrás de la cabeza, las piernas abiertas y fumándose un puro habano.
Agachada sobre él se encontraba Mónica Lewinsky, la famosa becaria de la Casa Blanca, haciendo aquello que le hizo famosa en tiempos del presidente Clinton.
Zapatero miró la escena incrédulo, movió las cejas y gritó animadísimo: ¡Aquí, aquí me quiero quedar, aquí!
El diablo sonrió y gritó con malicia:
-Mónica, ¡ya llegó tu relevo!
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