Felipe González exhibio anoche su reconocida capacidad como comunicador y volvió a cautivar a los españoles, como ya lo había hecho decenas de veces en el pasado, cuando participó en el programa de "El loco de la Colina", de Televisión Española.
Pero esta vez no lo hizo, como tantas veces antes, exibiendo chispa, listeza, osadía y agilidad mental, sino desplegando parsimonia, prudencia, firmeza y solvencia democrática conceptual, valores y comportamientos que los españoles echan de menos en estos tiempos agitados en los que los políticos han dejado de ser ejemplares, se pelean como gallos de corral y, plenos de arrogancia y de irrespeto a la democracia, toman decisiones temerarias que hacen temblar al país, al margen o en contra del criterio de los ciudadanos.
¿Quien iba a decirnos a los españoles que diez años despues de su traumática salida del poder, cuando España se veia envuelta en pestilentes olores de corrupción y todavía bajo la larga sombra siniestra del terrorismo de Estado que representaron los GAL, ibamos a añorar a un Felipe González cuya solvencia y solidez intelectual, comparada con la del actual presidente Zapatero, sus aliados y sus adversarios de la oposición, aparecen destacadas y brillantes, a años luz de distancia.
Algo terrible ha debido ocurrir en España y mucho ha debido retroceder la sociedad española en estos últimos años para que los ciudadanos añoren y valoren ahora a un dirigente político que, cuando fue derrotado por José María Aznar, hace una década, proyectaba la clara imagen de político agotado y caducado.
Anoche, la presencia de González ante las cámaras me hizo ver con claridad y estupor hasta qué punto la política, la democracia y la convivencia se han envilecido en España, durante la última década.
Pero esta vez no lo hizo, como tantas veces antes, exibiendo chispa, listeza, osadía y agilidad mental, sino desplegando parsimonia, prudencia, firmeza y solvencia democrática conceptual, valores y comportamientos que los españoles echan de menos en estos tiempos agitados en los que los políticos han dejado de ser ejemplares, se pelean como gallos de corral y, plenos de arrogancia y de irrespeto a la democracia, toman decisiones temerarias que hacen temblar al país, al margen o en contra del criterio de los ciudadanos.
¿Quien iba a decirnos a los españoles que diez años despues de su traumática salida del poder, cuando España se veia envuelta en pestilentes olores de corrupción y todavía bajo la larga sombra siniestra del terrorismo de Estado que representaron los GAL, ibamos a añorar a un Felipe González cuya solvencia y solidez intelectual, comparada con la del actual presidente Zapatero, sus aliados y sus adversarios de la oposición, aparecen destacadas y brillantes, a años luz de distancia.
Algo terrible ha debido ocurrir en España y mucho ha debido retroceder la sociedad española en estos últimos años para que los ciudadanos añoren y valoren ahora a un dirigente político que, cuando fue derrotado por José María Aznar, hace una década, proyectaba la clara imagen de político agotado y caducado.
Anoche, la presencia de González ante las cámaras me hizo ver con claridad y estupor hasta qué punto la política, la democracia y la convivencia se han envilecido en España, durante la última década.
Comentarios: