Farruquito no pisará la cárcel
La sentencia de Farruquito, simbólica y sorprendentemente blanda, permitirá que el "bailaor" se vaya de rositas, sin pisar la cárcel, a pesar de que quitó la vida a un peatón con su coche de lujo, conduciendo a alta velocidad y sin carné, negándole el humano auxilio debido a la víctima, de que engañó a la policía culpando del delito a su hermano, menor de edad, y cuyo "arrepentimiento", considerado válido y atenuante por la justicia, se produjera seis meses después de los hechos juzgados, cuando la gravedad del delito ya era patente y cuando todas las mentiras forjadas por su entorno para exculpar al rico y famoso flamenco habían sido desmontadas.
Esa sentencia crea alarma social y envía a la sociedad española el mensaje terriblemente dañino de que la fama proporciona un blindaje a los famosos que puede hacerlos impunes.
Hace años, la justicia democrática española lanzaba a la sociedad otro tipo de mensajes más constructivos y estimulantes, como cuando obligó a Lola Flores, en la cumbre de su fama, a cumplir con sus obligaciones con la Hacienda pública, un gesto que demostraba que existía una línea de equidad en la justicia.
Puede que a algunos políticos inconscientes les convenga la imagen del Farruquito impune, quizás para que la sociedad crea que los famosos son los verdaderos amos del mundo, ocultando así el desproporcionado poder que poseen los políticos en la democracia.
Durante años, desde una televisión que influye más que el hogar y que la escuela, se ha convertido a los "famosos" en los modernos "héroes" de una sociedad sin valores, en los modelos a imitar por miles de jóvenes que sueñan con ser famosos para conseguir dinero y poder. Si ahora, además de hacerlos héroes y modelos, hacemos a los famosos impunes, el descrédito de la democracia puede ser insoportable.
La justicia, con una sentencia como la de Farruquito, quizás esté olvidando que ya es la última torre estable y confiable del sistema democrático español.
Esa sentencia crea alarma social y envía a la sociedad española el mensaje terriblemente dañino de que la fama proporciona un blindaje a los famosos que puede hacerlos impunes.
Hace años, la justicia democrática española lanzaba a la sociedad otro tipo de mensajes más constructivos y estimulantes, como cuando obligó a Lola Flores, en la cumbre de su fama, a cumplir con sus obligaciones con la Hacienda pública, un gesto que demostraba que existía una línea de equidad en la justicia.
Puede que a algunos políticos inconscientes les convenga la imagen del Farruquito impune, quizás para que la sociedad crea que los famosos son los verdaderos amos del mundo, ocultando así el desproporcionado poder que poseen los políticos en la democracia.
Durante años, desde una televisión que influye más que el hogar y que la escuela, se ha convertido a los "famosos" en los modernos "héroes" de una sociedad sin valores, en los modelos a imitar por miles de jóvenes que sueñan con ser famosos para conseguir dinero y poder. Si ahora, además de hacerlos héroes y modelos, hacemos a los famosos impunes, el descrédito de la democracia puede ser insoportable.
La justicia, con una sentencia como la de Farruquito, quizás esté olvidando que ya es la última torre estable y confiable del sistema democrático español.