Dicen que la actual crisis es económica, pero en realidad es política, una crisis de liderazgo causada por el poder, que no ha sabido conducir a la Humanidad con eficacia y decencia. Los bancos se hunden y las empresas se arruinan porque el liderazgo ha fallado, porque los que tenían la obligación de construir un mundo de valores y de principios han cosntruido un mundo de mentiras y falsedades en el que el ciudadano, que debería haber sido el puntal del sistema, ha sido expulsado de los procesos de toma de decisiones y tratado como ganado estúpido. Nuestro mundo, ese mundo que ahora contemplamos horrorizados porque los grandes bancos se arruinan y las grandes empresas se desmoronan, ha sido la obra de rufianes y de egoístas que han confundido el sentido del poder, olvidando que debían ser ejemplares y servidores de la camunidad y actuando como pastores de manadas aborregadas de ciudadanos sometidos.
Lo que llamamos "crisis" es mucho más que una crisis. Es todo un estertor de muerte del que tiene que surgir un mundo nuevo que sustituya al actual, fracasado y despreciable. La mala gente nos ha llevado a la catástrofe. El Estado, paradigma del poder, ha sido el mayor fracaso de la civilización. Los malos políticos, los malos empresarios y los malos financieros han construido un mundo demencial en el que los estados estafan, roban y asesinan a sus ciudadanos, gobiernos corruptos e ineficaces que no solucionan los problemas, bancos que se arruinan y que se llevan consigo los ahorros de millones de incautos y empresas que no son capaces de dar garantía alguna. Entre todos han construido un mundo indecente en el que no existe ni justicia, ni igualdad, ni una vida digna para la mayoría de los seres humanos. Quizás esta crisis, en la que los grandes pilares del sistema se conmocionan y comienzan a caer, sea el principio del gran cambio necesario, un salto adelante importante hacia ese mundo mejor que el ser humano ha buscado sin éxito desde el principio de los tiempos.
La "crisis" ha estallado ahora, pero lleva décadas fraguandose y ha sido alimentada de manera culposa e irresponsable por cada jefe de Estado o de gobierno que ha engañado a su pueblo, por los que han convertido la democracisa en una sucia oligocracia, por los que han convivido felizmente con la corrupción, por los que se han enriquecido con la política, por los malos empresarios que no han construido empresas, sino negocios fáciles, por toda la legión de poderosos y millonarios que han construido un mundo sucio, injusto y despreciable, donde la Justicia, la honradez, la igualdad y la cooperación han desaparecido.
Nos pidieron todo el poder y nos prometieron que cambiarían el mundo, pero su fracaso ha sido tan estruendose como triste. Han convertido el poder político en una pocilga donde se benefician los amigos y los enemigos son represaliados; han manejado el dinero público como si fuera de ellos; han convertido al partido político en una maquinaria insaciable que, en lugar de impulsar la democracia, es ya el principal obstáculo.
En economía, el desastre empezó cuando el poder se hizo acaparador e insaciable, tras descubrir que los impuestos de los ciudadanos eran una fuente inagotable de ingresos. La codicia y la ambición les llevó a sustituir el patrón oro, demasiado rígido, por una economía de fondos ilimitados, basada en la confianza en el Estado. Pero el Estado pronto demostró ser el peor estafador y el mayor asesino de la Historia. Tan sólo en el siglo XX, los Estados asesinaron a más de cien millones de sus propios ciudadanos, sin contar a las decenas de millones que fueron masacrados en los frentes de batalla, en guerras todas ellas inútiles e injustas, causadas por la soberbia y el mal gobierno. Hicieron del Estado una superestructura esclavizante e ineficiente que no ha sabido solucionar ni uno sólo de los grandes problemas de la Humanidad: la violencia, el hambre, la desigualdad, la inseguridad, la convivencia, la Justicia...
El único gran éxito del poder ha sido anestesiar las conciencias de los ciudadanos y convertir a los antiguos hombres libres en esclavos humillados, capaces de contemplar si sentir vergüenza las pateras cargadas de desheredados, las legiones de pobres y enfermos que pueblan el Tercer Mundo, la opulencia de los poderosos, la inmoralidad de los que mandan y la pertinaz violación de los derechos humanos en el mundo que habitamos.
La Economía y la política se alejaron por igual de la realidad y del servicio al ciudadano. La economía comenzó a basarse en productos virtuales, en futuros, opciones, volatilidades y opciones de opciones, mientras que la política se hacía cada día más tramposa y falsa.
Como consecuencia, el ciudadano perdió la fe en la justicia, dejó de soñar con un mundo mejor y se encerró en su hogar, aburrido y sometido, tras dejar de confiar en su gobierno, en sus instituciones y en su sistema económico.
La actual crisis mo es otra cosa que la cosecha sembrada cuidadosamente por irresponsables y canallas durante décadas.
La única esperanza que nos queda es que el colapso sea lo bastante fuerte y exija que nazca un mundo nuevo en el que las ratas no tengan espacio.
Lo que llamamos "crisis" es mucho más que una crisis. Es todo un estertor de muerte del que tiene que surgir un mundo nuevo que sustituya al actual, fracasado y despreciable. La mala gente nos ha llevado a la catástrofe. El Estado, paradigma del poder, ha sido el mayor fracaso de la civilización. Los malos políticos, los malos empresarios y los malos financieros han construido un mundo demencial en el que los estados estafan, roban y asesinan a sus ciudadanos, gobiernos corruptos e ineficaces que no solucionan los problemas, bancos que se arruinan y que se llevan consigo los ahorros de millones de incautos y empresas que no son capaces de dar garantía alguna. Entre todos han construido un mundo indecente en el que no existe ni justicia, ni igualdad, ni una vida digna para la mayoría de los seres humanos. Quizás esta crisis, en la que los grandes pilares del sistema se conmocionan y comienzan a caer, sea el principio del gran cambio necesario, un salto adelante importante hacia ese mundo mejor que el ser humano ha buscado sin éxito desde el principio de los tiempos.
La "crisis" ha estallado ahora, pero lleva décadas fraguandose y ha sido alimentada de manera culposa e irresponsable por cada jefe de Estado o de gobierno que ha engañado a su pueblo, por los que han convertido la democracisa en una sucia oligocracia, por los que han convivido felizmente con la corrupción, por los que se han enriquecido con la política, por los malos empresarios que no han construido empresas, sino negocios fáciles, por toda la legión de poderosos y millonarios que han construido un mundo sucio, injusto y despreciable, donde la Justicia, la honradez, la igualdad y la cooperación han desaparecido.
Nos pidieron todo el poder y nos prometieron que cambiarían el mundo, pero su fracaso ha sido tan estruendose como triste. Han convertido el poder político en una pocilga donde se benefician los amigos y los enemigos son represaliados; han manejado el dinero público como si fuera de ellos; han convertido al partido político en una maquinaria insaciable que, en lugar de impulsar la democracia, es ya el principal obstáculo.
En economía, el desastre empezó cuando el poder se hizo acaparador e insaciable, tras descubrir que los impuestos de los ciudadanos eran una fuente inagotable de ingresos. La codicia y la ambición les llevó a sustituir el patrón oro, demasiado rígido, por una economía de fondos ilimitados, basada en la confianza en el Estado. Pero el Estado pronto demostró ser el peor estafador y el mayor asesino de la Historia. Tan sólo en el siglo XX, los Estados asesinaron a más de cien millones de sus propios ciudadanos, sin contar a las decenas de millones que fueron masacrados en los frentes de batalla, en guerras todas ellas inútiles e injustas, causadas por la soberbia y el mal gobierno. Hicieron del Estado una superestructura esclavizante e ineficiente que no ha sabido solucionar ni uno sólo de los grandes problemas de la Humanidad: la violencia, el hambre, la desigualdad, la inseguridad, la convivencia, la Justicia...
El único gran éxito del poder ha sido anestesiar las conciencias de los ciudadanos y convertir a los antiguos hombres libres en esclavos humillados, capaces de contemplar si sentir vergüenza las pateras cargadas de desheredados, las legiones de pobres y enfermos que pueblan el Tercer Mundo, la opulencia de los poderosos, la inmoralidad de los que mandan y la pertinaz violación de los derechos humanos en el mundo que habitamos.
La Economía y la política se alejaron por igual de la realidad y del servicio al ciudadano. La economía comenzó a basarse en productos virtuales, en futuros, opciones, volatilidades y opciones de opciones, mientras que la política se hacía cada día más tramposa y falsa.
Como consecuencia, el ciudadano perdió la fe en la justicia, dejó de soñar con un mundo mejor y se encerró en su hogar, aburrido y sometido, tras dejar de confiar en su gobierno, en sus instituciones y en su sistema económico.
La actual crisis mo es otra cosa que la cosecha sembrada cuidadosamente por irresponsables y canallas durante décadas.
La única esperanza que nos queda es que el colapso sea lo bastante fuerte y exija que nazca un mundo nuevo en el que las ratas no tengan espacio.
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