Menos de un tercio de los catalanes con derecho a voto han sancionado hoy con un "Si" el nuevo Estatuto catalán, una ley fundamental que altera la Constitución Española, el diseño del Estado español y el futuro de este apís, sobre todo el de Cataluña, lo que representa un fracaso rotundo para Zapatero, Maragall y demás activistas del "Si".
Los primeros datos indican que ha votado menos del 45% de los ciudadanos. El "Si" habría obtenido el 73%, aproximadamente, y el "No" un 20%, lo que indica que la masa de "sies" es inferior a un tercio de los ciudadanos con derecho a voto, todo un fracaso.
Una ley fundamental que ni siquiera ha aprobado uno de cada tres ciudadanos con derecho a voto, aunque cumpla con los requisitos legales, no merece ser considerada ley. La mayoría de los polítilogos y expertos en derecho político y constitucional coinciden en que las grandes leyes deben aprobarse por consenso o, en el peor de los casos, por una mayoría muy cualificada. Con tan escaso apoyo ciudadano, las leyes importantes nacen demasiado débiles para ser respetadas.
El Estatuto nace castrado y pobre en apoyos, lo que indica que el pueblo catalán ha entendido que ese Estatuto siempre fue un captricho de los políticos, ajeno a una sociedad que hoy ha querido demostrar su desprecio al documento a través de la abstención y del voto en blanco.
De todos los políticos que han propugnado el "Si", el presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, debe ser el más frustrado. Su fe en la ideología republicana le abligará a considerar que el nivel de aprobación del Estatuto es manifiestamente insuficiente, ya que los teoricos republicanos, entre ellos Philips Pettit, él filósofo favorito de Zapatero, creen que las leyes importantes, para que no sean arbitrarias y despóticas, deben ser aprobadas por mayorías muy cualificadas.
Lo prudente, en las actuales circunstancias, sería iniciar de nuevo el proceso y conseguir un nuevo Estatuto capaz de obtener el apoyo mayoritario de los catalanes.
Cualquier otra opción, además de antidemocrática, es irresponsable y caprichosa.
Los primeros datos indican que ha votado menos del 45% de los ciudadanos. El "Si" habría obtenido el 73%, aproximadamente, y el "No" un 20%, lo que indica que la masa de "sies" es inferior a un tercio de los ciudadanos con derecho a voto, todo un fracaso.
Una ley fundamental que ni siquiera ha aprobado uno de cada tres ciudadanos con derecho a voto, aunque cumpla con los requisitos legales, no merece ser considerada ley. La mayoría de los polítilogos y expertos en derecho político y constitucional coinciden en que las grandes leyes deben aprobarse por consenso o, en el peor de los casos, por una mayoría muy cualificada. Con tan escaso apoyo ciudadano, las leyes importantes nacen demasiado débiles para ser respetadas.
El Estatuto nace castrado y pobre en apoyos, lo que indica que el pueblo catalán ha entendido que ese Estatuto siempre fue un captricho de los políticos, ajeno a una sociedad que hoy ha querido demostrar su desprecio al documento a través de la abstención y del voto en blanco.
De todos los políticos que han propugnado el "Si", el presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, debe ser el más frustrado. Su fe en la ideología republicana le abligará a considerar que el nivel de aprobación del Estatuto es manifiestamente insuficiente, ya que los teoricos republicanos, entre ellos Philips Pettit, él filósofo favorito de Zapatero, creen que las leyes importantes, para que no sean arbitrarias y despóticas, deben ser aprobadas por mayorías muy cualificadas.
Lo prudente, en las actuales circunstancias, sería iniciar de nuevo el proceso y conseguir un nuevo Estatuto capaz de obtener el apoyo mayoritario de los catalanes.
Cualquier otra opción, además de antidemocrática, es irresponsable y caprichosa.
Comentarios: