El escándalo de corrupción en Marbella ocupa hoy espacios destacados en los medios de comunicación internacionales, donde se resaltan aspectos como la sorprendente cuantía del dinero incautado, la incomprensible tardanza de la democracia española en reaccionar contra ese cáncer y, sobre todo, la sospecha de que Marbella es apenas la punta de un iceberg que revela que la corrupción está más arraigada en España de lo que se pensaba.
La corrupción política en Marbella no es un hecho aislado sino un caso de corrupción más, quizás el más espectacular, de una verdadera cascada de accontecimientos negativos que, sin duda, deterioran la imagen y el prestigio de la democracia española en el mundo.
De hecho, los medios internacionales apenas reflejan de España otros hechos noticiosos que no sean los relacionados con la corrupción, como ocurría con Italia en la última década del pasado siglo, cuando ese país era la capital mundial de la corrupción con la famosa "tangentópolis".
Aunque el de Marbella es el más sorprendente y preocupante escándalo, también han ocupado espacios destacados en la prensa mundial, en los últimos meses, hechos tan vergonzosos para España como la amistad del actual gobierno con dictadores como Castro o Chavez, lel encuentro opaco entre Zapatero y el presidente de la Comisión Europea Durao Barroso, la detención en Málaga de 19 miembros de la Guardia Civil, un cuerpo que en España tenía fama de incorruptible, acusados de extorsionar a inmigrantes en el aeropuerto, los frecuentes y duros enfrentamientos y acusaciones entre políticos del gobierno y de la oposición, la intervención directa del gobierno en las OPAs contra ENDESA, la de Gas Natural y la de la alemana EON, situándose claramente del lado del "nacionalismo empresarial" y a favor de una de las partes, el intento del ministro español de Defensa de ocultar a la opinión pública que el helicóptero de Afganistán, en el que perdieron la vida 17 militares, fue derribado, y otros muchos casos de corrupción y de déficit democrático.
La imagen de España en el mundo está envolviéndose en un tufo a corrupción impropio de una democracia avanzada y se acerca a las cotas de deterioro y desprestigio que alcanzó el país cuando la corrupción se hizo irrespirable en los últimos años del mandato de Felipe González.
La corrupción política en Marbella no es un hecho aislado sino un caso de corrupción más, quizás el más espectacular, de una verdadera cascada de accontecimientos negativos que, sin duda, deterioran la imagen y el prestigio de la democracia española en el mundo.
De hecho, los medios internacionales apenas reflejan de España otros hechos noticiosos que no sean los relacionados con la corrupción, como ocurría con Italia en la última década del pasado siglo, cuando ese país era la capital mundial de la corrupción con la famosa "tangentópolis".
Aunque el de Marbella es el más sorprendente y preocupante escándalo, también han ocupado espacios destacados en la prensa mundial, en los últimos meses, hechos tan vergonzosos para España como la amistad del actual gobierno con dictadores como Castro o Chavez, lel encuentro opaco entre Zapatero y el presidente de la Comisión Europea Durao Barroso, la detención en Málaga de 19 miembros de la Guardia Civil, un cuerpo que en España tenía fama de incorruptible, acusados de extorsionar a inmigrantes en el aeropuerto, los frecuentes y duros enfrentamientos y acusaciones entre políticos del gobierno y de la oposición, la intervención directa del gobierno en las OPAs contra ENDESA, la de Gas Natural y la de la alemana EON, situándose claramente del lado del "nacionalismo empresarial" y a favor de una de las partes, el intento del ministro español de Defensa de ocultar a la opinión pública que el helicóptero de Afganistán, en el que perdieron la vida 17 militares, fue derribado, y otros muchos casos de corrupción y de déficit democrático.
La imagen de España en el mundo está envolviéndose en un tufo a corrupción impropio de una democracia avanzada y se acerca a las cotas de deterioro y desprestigio que alcanzó el país cuando la corrupción se hizo irrespirable en los últimos años del mandato de Felipe González.