El PSOE, bajo el mando de Zapatero, se está radicalizando y perdiendo su contacto con el centro sociológico y político español, que siempre ha sido el que ha otorgado la victoria electoral. Conscientes de su deslizamiento hacia posiciones radicales, los estrategas socialistas están empeñados en neutralizar su drama mediante lo que llaman el "talante", un método que cuida las formas sin cambiar un ápice el fondo, mientras empujan al PP hacia la derecha, difundiendo, con la ayuda de sus medios de comunicación afines, la imagen de un Partido Popular intrnasigente y autoritario.
La obsesión por el talante, el acoso permanente del gobierno y del partido socialista al Partido Popular, la labor de desgaste y de desprestigio que realizan contra la derecha española y la obsesión por aislar a los populares, impidiéndoles pactar con los demás partidos políticos del país, son movimientos estratégicos del PSOE que responden únicamente al miedo profundo que tienen los estrategas socialistas de perder el centro, por culpa del radicalismo de un Zapatero al que no le tiembla el pulso a la hora de desarrollar políticas que repugnan al centrismo español, como la admiración por la Segunda República, el levantamiento de los cadáveres de los caidos en la Guerra Civil, ciertas apelaciones al revanchismo de los perdedores, el enfrentamiento con la Iglesia Católica, una negociación débil y entreguista con el terrorismo y, por encima de cualquier otra, la ruptura de la unidad nacional y el desprecio a sentimientos patrióticos que el centro español siempre ha considerado inamovibles e innegociables.
La gran tragedia del PSOE es que el centro sociológico español cree, precisamente, en todo lo que Zapatero está combatiendo y demoliendo: la unidad de España, la dignidad y la firmeza del Estado frente al terrorismo, la elegancia y el pacto en las relaciones entre los distintos partidos políticos y el respeto a reglas democráticas tan básicas como la de que debe tenerse en cuenta la opinión de los ciudadanos.
La estrategia del PSOE establece que, aislado y desprestigiado, el PP necesitaría lograr mayoría absoluta para gobernar, algo que parece poco probable. De ese modo, la derecha no podrá sacar provecho del inevitable retroceso electoral del PSOE, consecuencia directa de su alejamiento a grandes zancadas del centro político y sociológico español, que fue el que contruyó la nueva democracia, después de la muerte del dictador Franco.
Por su parte, el PSOE de Zapatero, tras haber roto con el socialismo de Felipe Gonzalez y tirado por la borda otros principios clásicos del socialismo español, es hoy capaz de pactar sin pudor, con tal de gobernar, con cualquier partido político español, sin excluir a los nacionalistas extremos, a los que defienden la ruptura del Estado, a los marxistas nostálgicos y hasta a los que tradicionalmente han sido pantalla política del terrorismo, como es el caso de Batasuna, un partido hoy ilegalizado con el que algunos dirigentes socialistas vascos ya desean gobernar en coalición.
La obsesión por el talante, el acoso permanente del gobierno y del partido socialista al Partido Popular, la labor de desgaste y de desprestigio que realizan contra la derecha española y la obsesión por aislar a los populares, impidiéndoles pactar con los demás partidos políticos del país, son movimientos estratégicos del PSOE que responden únicamente al miedo profundo que tienen los estrategas socialistas de perder el centro, por culpa del radicalismo de un Zapatero al que no le tiembla el pulso a la hora de desarrollar políticas que repugnan al centrismo español, como la admiración por la Segunda República, el levantamiento de los cadáveres de los caidos en la Guerra Civil, ciertas apelaciones al revanchismo de los perdedores, el enfrentamiento con la Iglesia Católica, una negociación débil y entreguista con el terrorismo y, por encima de cualquier otra, la ruptura de la unidad nacional y el desprecio a sentimientos patrióticos que el centro español siempre ha considerado inamovibles e innegociables.
La gran tragedia del PSOE es que el centro sociológico español cree, precisamente, en todo lo que Zapatero está combatiendo y demoliendo: la unidad de España, la dignidad y la firmeza del Estado frente al terrorismo, la elegancia y el pacto en las relaciones entre los distintos partidos políticos y el respeto a reglas democráticas tan básicas como la de que debe tenerse en cuenta la opinión de los ciudadanos.
La estrategia del PSOE establece que, aislado y desprestigiado, el PP necesitaría lograr mayoría absoluta para gobernar, algo que parece poco probable. De ese modo, la derecha no podrá sacar provecho del inevitable retroceso electoral del PSOE, consecuencia directa de su alejamiento a grandes zancadas del centro político y sociológico español, que fue el que contruyó la nueva democracia, después de la muerte del dictador Franco.
Por su parte, el PSOE de Zapatero, tras haber roto con el socialismo de Felipe Gonzalez y tirado por la borda otros principios clásicos del socialismo español, es hoy capaz de pactar sin pudor, con tal de gobernar, con cualquier partido político español, sin excluir a los nacionalistas extremos, a los que defienden la ruptura del Estado, a los marxistas nostálgicos y hasta a los que tradicionalmente han sido pantalla política del terrorismo, como es el caso de Batasuna, un partido hoy ilegalizado con el que algunos dirigentes socialistas vascos ya desean gobernar en coalición.
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