Técnicamente, España arde porque el moderno ecologismo con poder impide que los bosques sean limpiados, ni permiten que, como se hacía en el pasado, las cabras y las ovejas limpiaran los bosques de hierbas, hojarasca y arbustos, que son la pólvora que propaga el fuego hasta hacerlo casi invencible.
En el pasado, cuando los bosques estaban limpios porque se permitía que el mundo rural los aprovechara para su sustento, recolectando palmitos, espárragos y llevando a pastar sus cerdos, ovejas y cabras, los incendios forestales eran fácilmente apagados por los mismos campesinos y habitantes de los pueblos cercanos, con cubos de agua. Pero ahora, como casi toda España, esos bosques que tan fácilmente arden, sólo son propiedad de los políticos.
Hoy los fuegos se apagan con helicópteros y aviones, cuyas horas de vuelo cuestan un dineral, que tenemos que pagar todos con nuestros impuestos por culpa de la ineptitud de los políticos.
Pocos se atreven a decirlo porque el miedo domina la escena, pero es un verdad incuestionable: La clase política no para de destrozar España. Los políticos propician el fuego porque no limpian los bosques; provocan las inundaciones porque no limpian los cauces fluviales; consiguen que el agua escasee porque no limpian los fondos de los pantanos, que ya embalsan casi la mitad que en el pasado; generan accidentes de tráfico porque no arreglan las carreteras; causan miles de muertes porque no invierten lo suficiente en salud; arruinan al pueblo y a las empresas porque lo esquilman todo con impuestos injustos y abusivos; dividen y destruyen la unidad nacional porque pactan y hacen concesiones y regalos a los nacionalistas golpistas e independentistas; acaban con los valores porque han infectado a la sociedad con su corrupción masiva; desprestigian la nación porque son ineptos y torpes gobernando y en el extranjero ya no se fían de los políticos españoles; crean inseguridad ciudadana porque ni siquiera saben controlar las oleadas de delincuentes que llegan con la inmigración ilegal... y un largo etcétera que deteriora, por mala gestión y pésimo gobierno, la industria, los transportes, la pesca, la ciencia, la educación y otros sectores y actividades que avanzan hacia la ruina y denotan la bajeza de los partidos y el mal gobierno de los políticos.
Nadie duda de que en España hay partidos que desean la ruina y destrucción de nuestra nación. Los hay, sobre todo, en el País Vasco y Cataluña y da la jodida casualidad de que esos miserables son socios preferentes del gobierno de Pedro Sánchez. Lo malo en España es que esa chusma maldita de canallas está siendo apoyada por los socialistas, que los han sentado en el Consejo de Ministros o los han convertido en aliados preferentes con influencia notable en las decisiones y la gestión del Estado.
El fuego que devora los bosques de España no es sino otra consecuencia más del mal gobierno y de la ineptitud dañina de los políticos, al igual que otras muchas actuaciones, entre ellas la gestión de la pandemia del COVID, en la que España tiene el record mundial de mala gestión, densidad de muertos y estupidez.
La España oficial alardea de progreso y esa es la palabra más empleada por los políticos de izquierda en sus discursos, pero en realidad España retrocede en lugar de progresar y el verdadero progreso hay que encontrarlo sumergiéndonos en el pasado. Retrocedemos en calidad de la educación, de la sanidad, de la agricultura, de la industria, de la pesca, de la ciencia, de la universidad, de los sindicatos, de la Justicia, de la fiscalidad, de la cultura en general y de mil otros detalles, entre ellos la existencia de viviendas sociales para los pobres, de las que el Franquismo construyó treinta veces más que la falsa democracia en todos sus años de vigencia.
Francisco Rubiales
En el pasado, cuando los bosques estaban limpios porque se permitía que el mundo rural los aprovechara para su sustento, recolectando palmitos, espárragos y llevando a pastar sus cerdos, ovejas y cabras, los incendios forestales eran fácilmente apagados por los mismos campesinos y habitantes de los pueblos cercanos, con cubos de agua. Pero ahora, como casi toda España, esos bosques que tan fácilmente arden, sólo son propiedad de los políticos.
Hoy los fuegos se apagan con helicópteros y aviones, cuyas horas de vuelo cuestan un dineral, que tenemos que pagar todos con nuestros impuestos por culpa de la ineptitud de los políticos.
Pocos se atreven a decirlo porque el miedo domina la escena, pero es un verdad incuestionable: La clase política no para de destrozar España. Los políticos propician el fuego porque no limpian los bosques; provocan las inundaciones porque no limpian los cauces fluviales; consiguen que el agua escasee porque no limpian los fondos de los pantanos, que ya embalsan casi la mitad que en el pasado; generan accidentes de tráfico porque no arreglan las carreteras; causan miles de muertes porque no invierten lo suficiente en salud; arruinan al pueblo y a las empresas porque lo esquilman todo con impuestos injustos y abusivos; dividen y destruyen la unidad nacional porque pactan y hacen concesiones y regalos a los nacionalistas golpistas e independentistas; acaban con los valores porque han infectado a la sociedad con su corrupción masiva; desprestigian la nación porque son ineptos y torpes gobernando y en el extranjero ya no se fían de los políticos españoles; crean inseguridad ciudadana porque ni siquiera saben controlar las oleadas de delincuentes que llegan con la inmigración ilegal... y un largo etcétera que deteriora, por mala gestión y pésimo gobierno, la industria, los transportes, la pesca, la ciencia, la educación y otros sectores y actividades que avanzan hacia la ruina y denotan la bajeza de los partidos y el mal gobierno de los políticos.
Nadie duda de que en España hay partidos que desean la ruina y destrucción de nuestra nación. Los hay, sobre todo, en el País Vasco y Cataluña y da la jodida casualidad de que esos miserables son socios preferentes del gobierno de Pedro Sánchez. Lo malo en España es que esa chusma maldita de canallas está siendo apoyada por los socialistas, que los han sentado en el Consejo de Ministros o los han convertido en aliados preferentes con influencia notable en las decisiones y la gestión del Estado.
El fuego que devora los bosques de España no es sino otra consecuencia más del mal gobierno y de la ineptitud dañina de los políticos, al igual que otras muchas actuaciones, entre ellas la gestión de la pandemia del COVID, en la que España tiene el record mundial de mala gestión, densidad de muertos y estupidez.
La España oficial alardea de progreso y esa es la palabra más empleada por los políticos de izquierda en sus discursos, pero en realidad España retrocede en lugar de progresar y el verdadero progreso hay que encontrarlo sumergiéndonos en el pasado. Retrocedemos en calidad de la educación, de la sanidad, de la agricultura, de la industria, de la pesca, de la ciencia, de la universidad, de los sindicatos, de la Justicia, de la fiscalidad, de la cultura en general y de mil otros detalles, entre ellos la existencia de viviendas sociales para los pobres, de las que el Franquismo construyó treinta veces más que la falsa democracia en todos sus años de vigencia.
Francisco Rubiales
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