La frustración política y el desprecio a la casta, dos fenómenos ya detectados en las últimas elecciones andaluzas, probablemente los culpables de que el PP y Arenas no obtuvieran la mayoría absoluta, siguen creciendo en Andalucía, sobre todo después de que los dos partidos derrotados, el PSOE e IU, se hayan aliado para integrar un gobierno trasnochado y superado por la Historia que garantiza a los españoles, una vez más, un sitio en el furgón de cola de Europa.
La abstención fue ya la gran vencedora en las pasadas elecciones andaluzas porque decenas de miles de andaluces no se sentían motivados para apoyar al PP y tampoco podían votar al PSOE, un partido que, después de tres décadas en el poder, haciendo y deshaciendo a su antojo, está podrido, carcomido, sin ideas ni fuelle.
Aquella falta de confianza en la opción de Arenas que impidió el cambio en Andalucía se ha transformado ahora en desencanto ante la política y el poder, un sentimiento creciente en una Andalucía que vuelve a ser la tierra desesperada por excelencia en el panorama español.
La crisis, el constante avance del desempleo y la pobreza, la falta de futuro y la muerte de la esperanza están inyectando tristeza en una Andalucía que no hace mucho era conocida como la tierra de la alegría y de la fiesta.
La tristeza se apoderó de la recién celebrada Feria de Sevilla 2012 y también está marcando la romería del Rocío, cuyas caravanas de romeros avanzan hacia la ermita de la virgen diezmadas y con una alegría mas frenada y contenida que nunca antes.
Las encuestas reflejan en Andalucía ese avance inexorable de la tristeza y de la angustia, moviendo hacia arriba los índices de pobreza, desempleo y suicidios. Los emigrantes, los economatos para pobres y los comedores sociales han retornado y forman ya parte del nuevo paisaje. La gente, decepcionada del poder político, no acude a las sedes de los partidos o de los sindicatos para pedir ayuda, sino a las parroquias, conventos y a Cáritas porque ya no se fían de los políticos y saben que en la Iglesia reciben apoyo sin tener que entregar a cambio lealtades y filiaciones.
Los medios de comunicación andaluces, sobre todo los oficiales, con Canal Sur al frente, no informan del avance de la pobreza y del cambio del paisaje andaluz, cada día más parecido a los tiempos del franquismo. Las mujeres andaluzas compiten de nuevo por ser empleadas de hogar, ahora con las latinoamericanas, mientras que el número de mendigos y de los "sin techo" crece como la espuma. Cada semáforo es un puesto de trabajo y cada calle es una concesión para aparcacoches silenciosos que extorsionan a los conductores y les piden un euro a cambio de no pinchar las ruedas o dañar la pintura. La policía está ausente, quizás porque los políticos saben que deben permitir que el dolor y la frustración de la pobreza tengan algunas válvulas de escape.
Los políticos andaluces, incapaces de admitir que el pueblo está cada día más decepcionado y harto de sus fracasos, arbitrariedades y abusos, atribuyó el enorme avance de la abstención al cambio de horario y a la celebración de una competición de Formula 1 el día de la jornada electoral y atribuye ahora a la crisis la ´frustración y la tristeza de los ciudadanos, sin admitir la verdad de que la casta política andaluza, ya sin ideas y sin dinero para alimentar la dependencia y el clientelismo, es todo un fracaso.
La abstención fue ya la gran vencedora en las pasadas elecciones andaluzas porque decenas de miles de andaluces no se sentían motivados para apoyar al PP y tampoco podían votar al PSOE, un partido que, después de tres décadas en el poder, haciendo y deshaciendo a su antojo, está podrido, carcomido, sin ideas ni fuelle.
Aquella falta de confianza en la opción de Arenas que impidió el cambio en Andalucía se ha transformado ahora en desencanto ante la política y el poder, un sentimiento creciente en una Andalucía que vuelve a ser la tierra desesperada por excelencia en el panorama español.
La crisis, el constante avance del desempleo y la pobreza, la falta de futuro y la muerte de la esperanza están inyectando tristeza en una Andalucía que no hace mucho era conocida como la tierra de la alegría y de la fiesta.
La tristeza se apoderó de la recién celebrada Feria de Sevilla 2012 y también está marcando la romería del Rocío, cuyas caravanas de romeros avanzan hacia la ermita de la virgen diezmadas y con una alegría mas frenada y contenida que nunca antes.
Las encuestas reflejan en Andalucía ese avance inexorable de la tristeza y de la angustia, moviendo hacia arriba los índices de pobreza, desempleo y suicidios. Los emigrantes, los economatos para pobres y los comedores sociales han retornado y forman ya parte del nuevo paisaje. La gente, decepcionada del poder político, no acude a las sedes de los partidos o de los sindicatos para pedir ayuda, sino a las parroquias, conventos y a Cáritas porque ya no se fían de los políticos y saben que en la Iglesia reciben apoyo sin tener que entregar a cambio lealtades y filiaciones.
Los medios de comunicación andaluces, sobre todo los oficiales, con Canal Sur al frente, no informan del avance de la pobreza y del cambio del paisaje andaluz, cada día más parecido a los tiempos del franquismo. Las mujeres andaluzas compiten de nuevo por ser empleadas de hogar, ahora con las latinoamericanas, mientras que el número de mendigos y de los "sin techo" crece como la espuma. Cada semáforo es un puesto de trabajo y cada calle es una concesión para aparcacoches silenciosos que extorsionan a los conductores y les piden un euro a cambio de no pinchar las ruedas o dañar la pintura. La policía está ausente, quizás porque los políticos saben que deben permitir que el dolor y la frustración de la pobreza tengan algunas válvulas de escape.
Los políticos andaluces, incapaces de admitir que el pueblo está cada día más decepcionado y harto de sus fracasos, arbitrariedades y abusos, atribuyó el enorme avance de la abstención al cambio de horario y a la celebración de una competición de Formula 1 el día de la jornada electoral y atribuye ahora a la crisis la ´frustración y la tristeza de los ciudadanos, sin admitir la verdad de que la casta política andaluza, ya sin ideas y sin dinero para alimentar la dependencia y el clientelismo, es todo un fracaso.
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