El agua es un recurso natural limitado. Sólo el 1 por ciento del agua total del planeta es dulce y apta para el consumo humano. La ausencia de agua afecta al 40 por ciento de la población del planeta y bien podría ser motivo de conflictos entre países en cualquier momento.
En Chile, en la Cordillera de los Andes, en la Tercera Región chilena, en la Provincia de Huasco y más precisamente en el Valle de San Félix, los habitantes de la zona, mayoritariamente agricultores y campesinos, muchos de ellos de origen indígena, luchan actualmente, con muy pocos recursos, contra un proyecto que, según afirman, les privará del agua pura de varios ríos alimentados por glaciares –el Tránsito y el del Estrecho, tributario del Chollay, además del Huasco-, contaminará sus aguas y provocará un claro deterioro de la actividad agrícola.
El proyecto se llama Pascua-Lama, es binacional ya que Argentina, a través de la provincia de San Juan, también participa en él, y consistirá en explotar unas 17 millones de onzas de oro y 635 millones de onzas de plata para lograr una producción anual promedio, según la promotora corporación minera Barrick Gold Corporation, de origen canadiense y que tuvo en los 80 a Adnan Kashoggi entre sus principales propietarios (¿recuerdan al señor Kashoggi, “animador” de la noche marbellí y protagonista, entre otros eventos, del escándalo “Irán-Contra”?), de unas 775.000 onzas de oro y 30 millones de onzas de plata durante los primeros diez años.
Pero sucede que estos enormes depósitos de oro, plata y otros minerales se encuentran debajo de tres enormes glaciares –Toro 1, Toro 2 y Esperanza, que alimentan a los ríos mencionados-, los cuáles deberán ser destruidos para poder acceder a los metales preciosos. La operación, planificada por una corporación que cuenta a George Bush padre como uno de sus miembros más relevantes y ya aprobada por el Gobierno Chileno, supondrá la destrucción de una fuente de agua esencial para los habitantes de la zona, la contaminación permanente de los ríos citados (con sustancias químicas diversas, como el cianuro de sodio), y una alteración de los ecosistemas (frutos diversos, hortalizas, pisco, vino pajarete y otros productos agropecuarios se verán seriamente afectados).
Desde luego, la empresa Barrick afirma -¡cómo en tantas otras ocasiones hemos escuchado en América latina!- que “este emprendimiento traerá desarrollo a la zona de emplazamiento, se crearán miles de empleos y se generarán importantes +desarrollos sociales y económicos para Chile y Argentina+”, y que, ¡por supuesto!, se “han tomado todas medidas de prevención posible, que la tecnología a utilizar es insuperable, y que JAMAS se hará nada que altere el orden natural”.
No están de acuerdo ni vecinos del lugar, ni defensores del medio ambiente, ni otros observadores imparciales, quienes afirman que “este es un caso clásico de beneficios privados (los dividendos de la “avaricia del oro” solo para la empresa) frente a costos sociales (los que afectan directamente a las comunidades que allí residen desde épocas remotas).
Y este es solo un capítulo –seguramente los hay mucho más sangrantes- en la “batalla” por el agua, aunque sea para llegar al siempre codiciado oro.
eduardo caldarola de bello
En Chile, en la Cordillera de los Andes, en la Tercera Región chilena, en la Provincia de Huasco y más precisamente en el Valle de San Félix, los habitantes de la zona, mayoritariamente agricultores y campesinos, muchos de ellos de origen indígena, luchan actualmente, con muy pocos recursos, contra un proyecto que, según afirman, les privará del agua pura de varios ríos alimentados por glaciares –el Tránsito y el del Estrecho, tributario del Chollay, además del Huasco-, contaminará sus aguas y provocará un claro deterioro de la actividad agrícola.
El proyecto se llama Pascua-Lama, es binacional ya que Argentina, a través de la provincia de San Juan, también participa en él, y consistirá en explotar unas 17 millones de onzas de oro y 635 millones de onzas de plata para lograr una producción anual promedio, según la promotora corporación minera Barrick Gold Corporation, de origen canadiense y que tuvo en los 80 a Adnan Kashoggi entre sus principales propietarios (¿recuerdan al señor Kashoggi, “animador” de la noche marbellí y protagonista, entre otros eventos, del escándalo “Irán-Contra”?), de unas 775.000 onzas de oro y 30 millones de onzas de plata durante los primeros diez años.
Pero sucede que estos enormes depósitos de oro, plata y otros minerales se encuentran debajo de tres enormes glaciares –Toro 1, Toro 2 y Esperanza, que alimentan a los ríos mencionados-, los cuáles deberán ser destruidos para poder acceder a los metales preciosos. La operación, planificada por una corporación que cuenta a George Bush padre como uno de sus miembros más relevantes y ya aprobada por el Gobierno Chileno, supondrá la destrucción de una fuente de agua esencial para los habitantes de la zona, la contaminación permanente de los ríos citados (con sustancias químicas diversas, como el cianuro de sodio), y una alteración de los ecosistemas (frutos diversos, hortalizas, pisco, vino pajarete y otros productos agropecuarios se verán seriamente afectados).
Desde luego, la empresa Barrick afirma -¡cómo en tantas otras ocasiones hemos escuchado en América latina!- que “este emprendimiento traerá desarrollo a la zona de emplazamiento, se crearán miles de empleos y se generarán importantes +desarrollos sociales y económicos para Chile y Argentina+”, y que, ¡por supuesto!, se “han tomado todas medidas de prevención posible, que la tecnología a utilizar es insuperable, y que JAMAS se hará nada que altere el orden natural”.
No están de acuerdo ni vecinos del lugar, ni defensores del medio ambiente, ni otros observadores imparciales, quienes afirman que “este es un caso clásico de beneficios privados (los dividendos de la “avaricia del oro” solo para la empresa) frente a costos sociales (los que afectan directamente a las comunidades que allí residen desde épocas remotas).
Y este es solo un capítulo –seguramente los hay mucho más sangrantes- en la “batalla” por el agua, aunque sea para llegar al siempre codiciado oro.
eduardo caldarola de bello