Sánchez se presenta con aliados comunistas totalitarios y pedirá apoyos para gobernar a marxistas que odian a España como los de BILDU y ERC.
El Estado sanchista es realmente totalitario porque ocupa la totalidad de la sociedad y no deja nada de libertad y de capacidad de decidir a los ciudadanos. Lo es también porque, aunque mantiene, al menos formalmente, las elecciones libres, el Estado totalitario disimulado hace lo posible por impedir que otros partidos puedan ganar, utilizando para ello los cuantiosos recursos del Estado: propaganda, control de las instituciones, adoctrinamiento y hasta intervención en las votaciones que rozan el fraude.
Si Mussolini o Stalin salieran de sus tumbas y comprobaran lo que es la España de Sánchez, se admirarían de cómo pueden alcanzarse tan altas cotas de totalitarismo y control sin torturar y sin derramar sangre, utilizando sólo la maldad, el engaño y la corrupción de los recursos públicos.
Sin anestesia, sin respeto y con altas dosis de engaño y maldad, el sanchismo ha impuesto en España un Estado totalitario que lo asume todo, lo que significa fascismo en plenitud. Los políticos han eliminado los controles al poder, que son la esencia de la democracia. El colmo lo ha alcanzado Sánchez indultando a golpistas, verdaderos enemigos de la democracia y la libertad, permitiendo que las leyes no tengan vigencia en Cataluña, conviviendo con la corrupción, suprimiendo leyes que son vitales para la defensa de la libertad, como la que castigaba la sedición, esparciendo odio y gobernando con partidos que quieren destruir España.
La democracia fue creada no tanto para elegir gobiernos como para echarlos cuando gobiernen mal y perjudiquen al pueblo, pero los falsos demócratas han prostituido ese concepto y han convertido la democracia en un sistema que les permite hacer lo que quieran cuando han sido elegidos, durante toda la legislatura, una especie de dictadura sancionada por las urnas. Los políticos, organizados en partidos que funcionan como las falanges griegas, en cuadrados con escudos y lanzas, han ocupado la sociedad civil y se han apoderado de todo, sin escrúpulos y sin freno, desde las universidades a los poderes del Estado, desde la economía a la sociedad civil y las instituciones, incluyendo la vida de los ciudadanos y los medios de comunicación, al más puro estilo fascista.
Con esa prostitución y con la voracidad tiránica que muchos de los gobiernos demuestran, el fascismo está establecido en el tuétano de muchos países, sin que los ciudadanos puedan hacer mucho por evitarlo.
El caso de España es especialmente grave porque la ética ha desaparecido del poder, que se ha vuelto mafioso, voraz, insaciable y tiránico, usurpando la independencia de los poderes legislativo, judicial y ejecutivo y convirtiendo a los partidos políticos, que en teoría son servidores del sistema democrático, en aparatos de poder sin control y con el alma fascista.
Es fascismo español, hipócritamente disfrazado de progreso y de democracia, ha logrado concentrar todo el poder en unas pocas manos, quizás en una sóla, la de Pedro Sánchez, que opera como un auténtico tirano desenfrenado.
Aunque el PSOE es insuperable en totalitarismo, el fascismo en España no es una exclusiva de la izquierda, sino que también ha anidado en el seno del principal partido de la derecha, el Partido Popular (PP), que compite con el PSOE en corrupción, pactos con partidos degenerados, control del Estado, acoso a los ciudadanos y ocupación de las instituciones y de la sociedad civil, entre otras suciedades propias de totalitarismos.
Francisco Rubiales
Si Mussolini o Stalin salieran de sus tumbas y comprobaran lo que es la España de Sánchez, se admirarían de cómo pueden alcanzarse tan altas cotas de totalitarismo y control sin torturar y sin derramar sangre, utilizando sólo la maldad, el engaño y la corrupción de los recursos públicos.
Sin anestesia, sin respeto y con altas dosis de engaño y maldad, el sanchismo ha impuesto en España un Estado totalitario que lo asume todo, lo que significa fascismo en plenitud. Los políticos han eliminado los controles al poder, que son la esencia de la democracia. El colmo lo ha alcanzado Sánchez indultando a golpistas, verdaderos enemigos de la democracia y la libertad, permitiendo que las leyes no tengan vigencia en Cataluña, conviviendo con la corrupción, suprimiendo leyes que son vitales para la defensa de la libertad, como la que castigaba la sedición, esparciendo odio y gobernando con partidos que quieren destruir España.
La democracia fue creada no tanto para elegir gobiernos como para echarlos cuando gobiernen mal y perjudiquen al pueblo, pero los falsos demócratas han prostituido ese concepto y han convertido la democracia en un sistema que les permite hacer lo que quieran cuando han sido elegidos, durante toda la legislatura, una especie de dictadura sancionada por las urnas. Los políticos, organizados en partidos que funcionan como las falanges griegas, en cuadrados con escudos y lanzas, han ocupado la sociedad civil y se han apoderado de todo, sin escrúpulos y sin freno, desde las universidades a los poderes del Estado, desde la economía a la sociedad civil y las instituciones, incluyendo la vida de los ciudadanos y los medios de comunicación, al más puro estilo fascista.
Con esa prostitución y con la voracidad tiránica que muchos de los gobiernos demuestran, el fascismo está establecido en el tuétano de muchos países, sin que los ciudadanos puedan hacer mucho por evitarlo.
El caso de España es especialmente grave porque la ética ha desaparecido del poder, que se ha vuelto mafioso, voraz, insaciable y tiránico, usurpando la independencia de los poderes legislativo, judicial y ejecutivo y convirtiendo a los partidos políticos, que en teoría son servidores del sistema democrático, en aparatos de poder sin control y con el alma fascista.
Es fascismo español, hipócritamente disfrazado de progreso y de democracia, ha logrado concentrar todo el poder en unas pocas manos, quizás en una sóla, la de Pedro Sánchez, que opera como un auténtico tirano desenfrenado.
Aunque el PSOE es insuperable en totalitarismo, el fascismo en España no es una exclusiva de la izquierda, sino que también ha anidado en el seno del principal partido de la derecha, el Partido Popular (PP), que compite con el PSOE en corrupción, pactos con partidos degenerados, control del Estado, acoso a los ciudadanos y ocupación de las instituciones y de la sociedad civil, entre otras suciedades propias de totalitarismos.
Francisco Rubiales
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