Si algo ha quedado claro después del reciente atentado abortado de Londres, mediante el cual el terrorismo islamista pretendía causar una matanza pavorosa haciendo estallar aviones en vuelo hacia Estados Unidos, es que el multiculturalismo, un invento que despertó la ilusión en miles de incautos occidentales de buena fe, no funciona, sobre todo en Europa, y, seguramente, nunca funcionará, mientras que el Islam siga empeñado en fabricar kamikaces.
Los detenidos por la policía británica como sospechosos de preparar la catástrofe son ciudadanos normales, aparentemente tranquilos y sin problemas de convivencia con sus vecinos, algunos casados y con hijos, pero con un denominador común: se habían convertido al Islam y permitieron que les lavaran el cerebro en mezquitas regentadas por feroces predicadores de la violencia islamista.
Aunque nos cueste admitirlo, Occidente es hoy una fábrica de kamikaces islamistas, dispuestos a inmolarse a cambio de generar sangre y destrucción en su entorno, en el mismo entorno que les abrió sus puertas y les acogió como ciudadanos.
La "fábrica de Kamikaces" tiene su núcleo en una red de mezquitas donde los radicales islamistas esparcen su veneno. Esas mezquitas están distribuidas por Gran Bretaña, Francia, Alemania, Holanda, Italia, España y otros países europeos. Casi todas están financiadas por Arabia Saudí y regentadas por organizaciones como la marroquí Justicia y Caridad o el movimiento Tablight, muy influyente en las comunidades paquistaníes.
Recientemente su publicó en España la noticia de que Arabia Saudí estaba buscando suelos en España para construir una red de mezquitas. Es probable que el gobierno español, presidido por uno de esos incautos occidentales con complejo de culpa que creen en el multiculturalismo y piensan que el terrorismo es la respuesta que merecemos los occidentales por oprimir a los musulmanes, permita a Arabia construir esa red, sostenedora de la "fábrica del terror".
Seguimos comportándonos en Occidente como si no ocurriera nada y nuestros dirigentes, cobardes y sin agallas para defender una cultura que está siendo atacada, prefieren mirar hacia otro lado e ignorar la agresión y el ya incuestionable diagnóstico de que el terrorismo islamista no es reactivo sino agresivo.
Mientras los cobardes que nos gobiernan sigan pensando que el terrorismo islamista es una reacción a la ocupación israelí del Libano o a las fechorías del "imperialismo" americano, ya estamos derrotados. Los islamistas nunca parará su agresión, ni siquiera cuando reconquisten, como han prometido, la bella Al Andalus.
Los detenidos por la policía británica como sospechosos de preparar la catástrofe son ciudadanos normales, aparentemente tranquilos y sin problemas de convivencia con sus vecinos, algunos casados y con hijos, pero con un denominador común: se habían convertido al Islam y permitieron que les lavaran el cerebro en mezquitas regentadas por feroces predicadores de la violencia islamista.
Aunque nos cueste admitirlo, Occidente es hoy una fábrica de kamikaces islamistas, dispuestos a inmolarse a cambio de generar sangre y destrucción en su entorno, en el mismo entorno que les abrió sus puertas y les acogió como ciudadanos.
La "fábrica de Kamikaces" tiene su núcleo en una red de mezquitas donde los radicales islamistas esparcen su veneno. Esas mezquitas están distribuidas por Gran Bretaña, Francia, Alemania, Holanda, Italia, España y otros países europeos. Casi todas están financiadas por Arabia Saudí y regentadas por organizaciones como la marroquí Justicia y Caridad o el movimiento Tablight, muy influyente en las comunidades paquistaníes.
Recientemente su publicó en España la noticia de que Arabia Saudí estaba buscando suelos en España para construir una red de mezquitas. Es probable que el gobierno español, presidido por uno de esos incautos occidentales con complejo de culpa que creen en el multiculturalismo y piensan que el terrorismo es la respuesta que merecemos los occidentales por oprimir a los musulmanes, permita a Arabia construir esa red, sostenedora de la "fábrica del terror".
Seguimos comportándonos en Occidente como si no ocurriera nada y nuestros dirigentes, cobardes y sin agallas para defender una cultura que está siendo atacada, prefieren mirar hacia otro lado e ignorar la agresión y el ya incuestionable diagnóstico de que el terrorismo islamista no es reactivo sino agresivo.
Mientras los cobardes que nos gobiernan sigan pensando que el terrorismo islamista es una reacción a la ocupación israelí del Libano o a las fechorías del "imperialismo" americano, ya estamos derrotados. Los islamistas nunca parará su agresión, ni siquiera cuando reconquisten, como han prometido, la bella Al Andalus.
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