La mejor manera de identificar una tiranía es mirar la dimensión de su Estado. Todas las tiranías tienen un Estado enorme, como los de Cuba, Venezuela, Nicaragua, Corea del Norte y otros. El de España, bajo el poder de Pedro Sánchez, no ha parado de crecer y se acerca en su dimensión a los estados totalitarios.
La democracia es incompatible con un Estado grueso y poderoso porque ese sistema nació para controlar y limitar el poder de los Estados, a los que somete y limita mediante una serie de mecanismos entre los que destacan las elecciones libres, la libertad de expresión y de prensa, la separación e independencia de los poderes básicos del Estado, el imperio de una ley, igual para todos y administrada por un sistema de Justicia independiente y despolitizado, el peso e influencia de los ciudadanos y de la sociedad civil organizada en la toma de decisiones, la limitación de los poderes de los partidos políticos y otros mecanismos que impiden la tiranía.
En España, el poder del Estado está escasamente controlado y su máximo dirigente se ha convertido en un político sin control, capaz de realizar múltiples abusos e injusticias, como el gasto público desbocado, el endeudamiento brutal, el uso de la mentira y el engaño, la compra de votos con dinero público, una ley politizada y desigual, la compra descarada de medios de comunicación, voluntades y votos y un larguísimo etcétera donde caben multitud de actitudes totalitarias prohibidas en las democracia, como la corrupción desbocada, los impuestos abusivos y una propaganda desorbitada que no tiene otro fin que mantenerse en el poder.
Las instituciones ideadas para controlar los excesos de poder y arbitrariedades dañinas para la nación no funcionan en España y todas, desde la Monarquía a la Justicia, las Fuerzas Armadas y los medios de comunicación libres, están tristemente sometidas al poder imparable del Ejecutivo.
La misma composición del gobierno ya colisiona con el concepto "democracia". Integrado por socialistas y comunistas, dos partidos adoradores del Estado fuerte, reacios a ser controlados, colectivistas, enemigos de la libertades y derechos individuales y con una historia detrás plagada de crímenes y opresiones, que para colmo de males se ha aliado con partidos golpistas, separatistas y amigos del terrorismo, dando vida así a un revoltijo incompatible con las naciones libres y próspera del mundo occidental.
El Estado de Sánchez tiene más políticos que Francia, Alemania e Inglaterra juntos, mas aforados que el resto de Europa junta, más asesores, más coches oficiales y privilegios para sus políticos que el resto de los países europeos y menos controles al poder que ninguno de sus socios de la Unión.
El Estado Español tiene más ministerios que los demás de Europa y la justicia más politizada y menos independiente del continente Europeo, exceptuando quizás a Rusia.
España es también el país de Europa con legisladores más sometidos al poder desmesurado de sus partidos, hasta el punto de que el Congreso y el Senado, que deberías ser templos del libre debate, son hoy tristes jaulas donde cada diputado o senador sólo puede decir lo que le autorice su partido, lo que impide e invalida el libre debate, que es una de las esencias de la democracia.
Ningún otro gobierno de Europa utiliza con más frecuencia el decreto para gobernar y no hay otro que eluda más que España el debate parlamentario de las leyes.
El colmo de la ignominia y la antidemocracia en España es que el gobierno está en minoría ante la sociedad y la opinión pública, como lo reflejan las encuestas con creciente claridad e insistencia. No existe ningún otro gobierno en Europa que tenga más rechazo ciudadano que el de Pedro Sánchez, un tipo que últimamente ni puede salir a las calles porque el pueblo lo recibe con abucheos y pitos.
España no está gobernada por un tiranía que avanza hacia el modelo venezolano, sino una tiranía que ya está en pleno funcionamiento y que impone sus caprichos y decisiones violando la voluntad popular a diario.
Francisco Rubiales
La democracia es incompatible con un Estado grueso y poderoso porque ese sistema nació para controlar y limitar el poder de los Estados, a los que somete y limita mediante una serie de mecanismos entre los que destacan las elecciones libres, la libertad de expresión y de prensa, la separación e independencia de los poderes básicos del Estado, el imperio de una ley, igual para todos y administrada por un sistema de Justicia independiente y despolitizado, el peso e influencia de los ciudadanos y de la sociedad civil organizada en la toma de decisiones, la limitación de los poderes de los partidos políticos y otros mecanismos que impiden la tiranía.
En España, el poder del Estado está escasamente controlado y su máximo dirigente se ha convertido en un político sin control, capaz de realizar múltiples abusos e injusticias, como el gasto público desbocado, el endeudamiento brutal, el uso de la mentira y el engaño, la compra de votos con dinero público, una ley politizada y desigual, la compra descarada de medios de comunicación, voluntades y votos y un larguísimo etcétera donde caben multitud de actitudes totalitarias prohibidas en las democracia, como la corrupción desbocada, los impuestos abusivos y una propaganda desorbitada que no tiene otro fin que mantenerse en el poder.
Las instituciones ideadas para controlar los excesos de poder y arbitrariedades dañinas para la nación no funcionan en España y todas, desde la Monarquía a la Justicia, las Fuerzas Armadas y los medios de comunicación libres, están tristemente sometidas al poder imparable del Ejecutivo.
La misma composición del gobierno ya colisiona con el concepto "democracia". Integrado por socialistas y comunistas, dos partidos adoradores del Estado fuerte, reacios a ser controlados, colectivistas, enemigos de la libertades y derechos individuales y con una historia detrás plagada de crímenes y opresiones, que para colmo de males se ha aliado con partidos golpistas, separatistas y amigos del terrorismo, dando vida así a un revoltijo incompatible con las naciones libres y próspera del mundo occidental.
El Estado de Sánchez tiene más políticos que Francia, Alemania e Inglaterra juntos, mas aforados que el resto de Europa junta, más asesores, más coches oficiales y privilegios para sus políticos que el resto de los países europeos y menos controles al poder que ninguno de sus socios de la Unión.
El Estado Español tiene más ministerios que los demás de Europa y la justicia más politizada y menos independiente del continente Europeo, exceptuando quizás a Rusia.
España es también el país de Europa con legisladores más sometidos al poder desmesurado de sus partidos, hasta el punto de que el Congreso y el Senado, que deberías ser templos del libre debate, son hoy tristes jaulas donde cada diputado o senador sólo puede decir lo que le autorice su partido, lo que impide e invalida el libre debate, que es una de las esencias de la democracia.
Ningún otro gobierno de Europa utiliza con más frecuencia el decreto para gobernar y no hay otro que eluda más que España el debate parlamentario de las leyes.
El colmo de la ignominia y la antidemocracia en España es que el gobierno está en minoría ante la sociedad y la opinión pública, como lo reflejan las encuestas con creciente claridad e insistencia. No existe ningún otro gobierno en Europa que tenga más rechazo ciudadano que el de Pedro Sánchez, un tipo que últimamente ni puede salir a las calles porque el pueblo lo recibe con abucheos y pitos.
España no está gobernada por un tiranía que avanza hacia el modelo venezolano, sino una tiranía que ya está en pleno funcionamiento y que impone sus caprichos y decisiones violando la voluntad popular a diario.
Francisco Rubiales
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