El principal culpable del acoso a la Monarquía en España es el mismo rey Juan Carlos, que con su feo comportamiento en el poder se convirtió en escándalo nada ejemplar por su convivencia con la corrupción. Pedro Sánchez no hace otra cosa que utilizar esos errores del monarca para debilitar la institución que representa y para convertir al monarca actual, Felipe VI, en un rehén maniatado del sanchismo, obligándolo a guardar silencio ante los abusos y arbitrariedades socialistas y su gobierno de destrucción de España.
Sánchez sabe que el monarca puede convertirse en un obstáculo insalvable a su labor de demolición de España si se moviera y ejerciera su inmenso poder de influencia ante las fuerzas armadas, la Justicia, el gran empresariado, la sociedad civil y la opinión pública en general. Por eso quiere una monarquía debilitada y miedosa, que no se atreva a hacer otra cosa que cumplir con los deseos y órdenes del gobierno.
El problema de Sánchez es su injusticia congénita y su arbitrariedad. Si su gobierno juzgara a sus compinches políticos, socialistas y de otros partidos, como el PP y los nacionalistas, con el mismo rigor que está utilizando para juzgar al rey Juan Carlos, las cárceles españoles estarían llenas de políticos, que como el rey han convivido con la corrupción y se han llenado los bolsillos aprovechando la influencia y el poder del cago que desempeñaron.
Si los ex presidentes socialistas de Andalucía, Chaves y Griñán, o el corrupto presidente catalán Jordi Pujol, por ejemplo, hubieran sido tratados con el mismo rigor que el rey emérito, hoy estarían en el exilio o entre rejas.
El rey emérito, a pesar de su comportamiento, digno de ser condenado en democracia, tiene una sólida ventaja sobre los muchos políticos igualmente corruptos que hay en España, la mayoría de ellos en libertad y disfrutando del dinero robado, El viejo rey enriqueció a España con su influencia internacional, aportando contratos y negocios para las empresas españolas, y fortaleció nuestra nación con alianzas y relaciones de gran importancia, mientras que los miles de políticos igualmente corruptos se limitaron a robar y a disfrutar del botín.
El pueblo español, que a veces demuestra una extraordinaria lucidez, condena al viejo monarca, pero no tanto como Sánchez y toda la izquierda española quisieran. Es más, ante los ataques visibles de la izquierda y el gobierno al monarca, se ha despertado cierto sentido de aprecio popular al viejo rey, como si se le quisiera compensar ante el acoso que sufre.
Esa situación ha quedado reflejada por el curioso desafío lanzado por el comunicador Carlos Herrera, conductor de uno de los programas de noticias más escuchados e influyentes del país, a Pedro Sánchez, al que le reta a que visite Sanxenxo y pasee por sus calles este fin de semana, coincidiendo con la visita del rey Juan Carlos a ese bonito pueblo gallego, dónde los españoles veríamos, sin duda alguna, como el rey es aplaudido por el pueblo y el presidente socialistas es silbado y abucheado, como ya ocurre en casi la totalidad de los espacios de España donde el sátrapa socialista se hace visible.
La verdad que se oculta detrás del acoso al viejo rey Juan Calos no es otra que el propósito que tiene Pedro Sánchez y la izquierda española, ayudada por los partidos vascos y catalanes que odian a España y apoyan el sanchismo, de demoler la solidez del Estado Español y debilitarlo hasta que sea fácil sustituirlo por un orden nuevo dominado por las élites más tiranas del planeta, una conspiración sucia por la que el sanchismo tendrá que pagar un día un alto precio.
Francisco Rubiales
Sánchez sabe que el monarca puede convertirse en un obstáculo insalvable a su labor de demolición de España si se moviera y ejerciera su inmenso poder de influencia ante las fuerzas armadas, la Justicia, el gran empresariado, la sociedad civil y la opinión pública en general. Por eso quiere una monarquía debilitada y miedosa, que no se atreva a hacer otra cosa que cumplir con los deseos y órdenes del gobierno.
El problema de Sánchez es su injusticia congénita y su arbitrariedad. Si su gobierno juzgara a sus compinches políticos, socialistas y de otros partidos, como el PP y los nacionalistas, con el mismo rigor que está utilizando para juzgar al rey Juan Carlos, las cárceles españoles estarían llenas de políticos, que como el rey han convivido con la corrupción y se han llenado los bolsillos aprovechando la influencia y el poder del cago que desempeñaron.
Si los ex presidentes socialistas de Andalucía, Chaves y Griñán, o el corrupto presidente catalán Jordi Pujol, por ejemplo, hubieran sido tratados con el mismo rigor que el rey emérito, hoy estarían en el exilio o entre rejas.
El rey emérito, a pesar de su comportamiento, digno de ser condenado en democracia, tiene una sólida ventaja sobre los muchos políticos igualmente corruptos que hay en España, la mayoría de ellos en libertad y disfrutando del dinero robado, El viejo rey enriqueció a España con su influencia internacional, aportando contratos y negocios para las empresas españolas, y fortaleció nuestra nación con alianzas y relaciones de gran importancia, mientras que los miles de políticos igualmente corruptos se limitaron a robar y a disfrutar del botín.
El pueblo español, que a veces demuestra una extraordinaria lucidez, condena al viejo monarca, pero no tanto como Sánchez y toda la izquierda española quisieran. Es más, ante los ataques visibles de la izquierda y el gobierno al monarca, se ha despertado cierto sentido de aprecio popular al viejo rey, como si se le quisiera compensar ante el acoso que sufre.
Esa situación ha quedado reflejada por el curioso desafío lanzado por el comunicador Carlos Herrera, conductor de uno de los programas de noticias más escuchados e influyentes del país, a Pedro Sánchez, al que le reta a que visite Sanxenxo y pasee por sus calles este fin de semana, coincidiendo con la visita del rey Juan Carlos a ese bonito pueblo gallego, dónde los españoles veríamos, sin duda alguna, como el rey es aplaudido por el pueblo y el presidente socialistas es silbado y abucheado, como ya ocurre en casi la totalidad de los espacios de España donde el sátrapa socialista se hace visible.
La verdad que se oculta detrás del acoso al viejo rey Juan Calos no es otra que el propósito que tiene Pedro Sánchez y la izquierda española, ayudada por los partidos vascos y catalanes que odian a España y apoyan el sanchismo, de demoler la solidez del Estado Español y debilitarlo hasta que sea fácil sustituirlo por un orden nuevo dominado por las élites más tiranas del planeta, una conspiración sucia por la que el sanchismo tendrá que pagar un día un alto precio.
Francisco Rubiales
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