En los próximos días se celebrará un nuevo Campeonato Mundial de Fútbol. La cita es esta vez en Alemania y, nuevamente, Brasil es señalado como el gran favorito, frente a un grupo de directos adversarios en el que, una vez más, se destaca a Argentina, su vecino del Cono Sur.
Decenas de futbolistas argentinos y brasileños juegan, desde hace años, en diversos equipos de las ligas europeas de máximo nivel, aumentando, si se me permite, su indiscutible brillo y poderío. Nombres como los de Ronaldhino, Messi, Riquelme, Kaká, Adriano, Robinho o Saviola son solo algunos de los más conocidos. Pero hay muchos más.
No obstante, en sus propias ligas locales –la brasileña y la argentina- desde hace tiempo no pocos observadores, como el comentarista Fabio Talarico, del digital argentino “Urgente 24”, insisten en “la mediocridad, en el bajo nivel del fútbol que se ve cada domingo en los campos de fútbol”.
Motivos para este aparente contrasentido los hay de “todos los colores”, aunque uno de ellos, el que se considera primordial, apunta directamente a la “meca del fútbol”: a Europa. Sucede que los poderosos equipos del “viejo continente” compran cada vez más jóvenes a “las perlas” que sus ojeadores descubren por aquí y por allí. O que sus propias familias ofrecen, en muchos casos, como único camino “para salvar sus vidas”, desde un punto de vista económico se entiende (aunque también podría ser en otros sentidos).
Messi, la estrella azulgrana, tuvo su primer contrato con el Barcelona a los 13 años. Sergio Agüero, que el próximo 2 de junio cumplirá 18 años, debutó en la primera división argentina, en el Independiente de Avellaneda, a los 15 años. Desde hace meses se lo disputan varios clubes –entre ellos el Atlético de Madrid- e intermediarios para hacerse con sus servicios. El Manchester United acaba de llegar a un acuerdo con los padres de dos jovencísimos brasileños, los gemelos Rafael y Fabio, de 15 años, para llevárselos a Inglaterra en el 2008 (la FIFA no permite traspasos entre equipos de jugadores menores de 18 años). Y estos son sólo los casos más conocidos.....hay más, mucho más.
Los europeos, suelen afirmar los observadores latinoamericanos, “pretenden evitar los vicios que puedan adquirir estos jóvenes deportistas en sus propias sociedades”. Es conocido el gran problema de muchos entrenadores argentinos de fútbol con sus jóvenes: “falta de compromiso y responsabilidad –algo inherente a la propia sociedad en la que viven-, además de un culto permanente al menor esfuerzo y a la búsqueda del rédito inmediato”. Europa se ve, entonces, “como la manera de salvarse, de +zafar+ lo más pronto posible”.
Los responsables europeos de los grandes –y no tan grandes- equipos de fútbol entienden que a tempranas edades todavía hay espacio para corregir lo corregible –entre otras cosas la forma de pensar, la manera de entender la vida-. A los veintitantos años semejante posibilidad es prácticamente inviable.
Desde luego el tema requiere, como casi todos, un debate más a fondo, aunque parece evidente que si una sociedad, la que sea, no progresa, no avanza en sus reformas más esenciales, termina estancándose, vulgarizándose en su fondo y forma. Y el fútbol, como manifestación popular trascendente, tampoco está a salvo de este proceso.
eduardo caldarola de bello
Decenas de futbolistas argentinos y brasileños juegan, desde hace años, en diversos equipos de las ligas europeas de máximo nivel, aumentando, si se me permite, su indiscutible brillo y poderío. Nombres como los de Ronaldhino, Messi, Riquelme, Kaká, Adriano, Robinho o Saviola son solo algunos de los más conocidos. Pero hay muchos más.
No obstante, en sus propias ligas locales –la brasileña y la argentina- desde hace tiempo no pocos observadores, como el comentarista Fabio Talarico, del digital argentino “Urgente 24”, insisten en “la mediocridad, en el bajo nivel del fútbol que se ve cada domingo en los campos de fútbol”.
Motivos para este aparente contrasentido los hay de “todos los colores”, aunque uno de ellos, el que se considera primordial, apunta directamente a la “meca del fútbol”: a Europa. Sucede que los poderosos equipos del “viejo continente” compran cada vez más jóvenes a “las perlas” que sus ojeadores descubren por aquí y por allí. O que sus propias familias ofrecen, en muchos casos, como único camino “para salvar sus vidas”, desde un punto de vista económico se entiende (aunque también podría ser en otros sentidos).
Messi, la estrella azulgrana, tuvo su primer contrato con el Barcelona a los 13 años. Sergio Agüero, que el próximo 2 de junio cumplirá 18 años, debutó en la primera división argentina, en el Independiente de Avellaneda, a los 15 años. Desde hace meses se lo disputan varios clubes –entre ellos el Atlético de Madrid- e intermediarios para hacerse con sus servicios. El Manchester United acaba de llegar a un acuerdo con los padres de dos jovencísimos brasileños, los gemelos Rafael y Fabio, de 15 años, para llevárselos a Inglaterra en el 2008 (la FIFA no permite traspasos entre equipos de jugadores menores de 18 años). Y estos son sólo los casos más conocidos.....hay más, mucho más.
Los europeos, suelen afirmar los observadores latinoamericanos, “pretenden evitar los vicios que puedan adquirir estos jóvenes deportistas en sus propias sociedades”. Es conocido el gran problema de muchos entrenadores argentinos de fútbol con sus jóvenes: “falta de compromiso y responsabilidad –algo inherente a la propia sociedad en la que viven-, además de un culto permanente al menor esfuerzo y a la búsqueda del rédito inmediato”. Europa se ve, entonces, “como la manera de salvarse, de +zafar+ lo más pronto posible”.
Los responsables europeos de los grandes –y no tan grandes- equipos de fútbol entienden que a tempranas edades todavía hay espacio para corregir lo corregible –entre otras cosas la forma de pensar, la manera de entender la vida-. A los veintitantos años semejante posibilidad es prácticamente inviable.
Desde luego el tema requiere, como casi todos, un debate más a fondo, aunque parece evidente que si una sociedad, la que sea, no progresa, no avanza en sus reformas más esenciales, termina estancándose, vulgarizándose en su fondo y forma. Y el fútbol, como manifestación popular trascendente, tampoco está a salvo de este proceso.
eduardo caldarola de bello