La Kodorniz
Estaba yo enfrascado hace días en una pugna conmigo mismo, empeñado en sacar adelante un proyecto empresarial difícil y ambicioso, cuando un amigo, al verme preocupado, me dijo: "olvídate de los problemas y sé tu mismo". Cuando lo escuche, por poco me lo como.
Pocos cosas hay más imbéciles que aconsajar a los demas "¡Sé tu mismo!". Es probable que si esta civilización llega a hundirse, ese estúpido consejo sea la principal causa de la ruína.
Ser uno mismo significa renunciar a la utopía, a progresar y a mejorar. Si se es un idiota, o si eres un violento o un drogata, el famoso consejo, muy del gusto de los ambientes de la falsa progresía y del relativismo ideológico, te lleva a persistir en la imbecilidad, en la violencia y en la drogadicción.
¡Sé tu mismo! representa una rendición prematura frente a lo único que hace grande al ser humano: progresar, avanzar, mejorar.
De lo que se trata no es de ser uno mismo, sino de ser otro mejor, de elegir un modelo, inventado o real, y hacer un esfuerzo constante para parecernos a ese modelo. Es lo que se ha hecho siempre a lo largo de los siglos y lo que proclaman las religiones y las principales escuelas de pensamiento. Esa búsqueda constante de la perfección, esa lucha del ser humano por mejorar, plasmada en el modelo a seguir e imitar, es la que ha hecho grande al hombre y avanzar nuestra civilización.
El "Sé tu mismo" parece un consejo publicitario ideado por el mismísimo diablo, un principio que lleva hasta el inmovilismo y la rendición, actitudes muy del gusto de los débiles y de los mediocres, de quienes prefieren extender la mediocridad para que quede disimulada la propia.
El "Sé tu mismo" no es sólo un consejo práctico para vivir, es el resultado de una filosofía penosa, la misma filosofía que consagra la envidia y el relativismo, que sostiene que la verdad no existe, que todo depende del ángulo de enfoque, que todo es relativo y que, a la postre, da igual el camino que se recorra, con tal de llegar a la meta, a cualquier meta.
Los creativos que han parido el "Sé tu mismo" son los mismos que proponen como modelos televisivos a esa legion de macarras y de viciosos que exhiben como triunfo y distinción el haberse acostado con un famoso o haber traicionado a su mejor amigo o amiga, contando sus secretos y exponiendo ante el morbo colectivo los trapos sucios de una sociedad enferma. Es, también, la filosofía que aconseja seguir el instinto, cuando lo que debe hacerse no es lo institntivo sino lo justo, lo mejor, lo más noble.
Estoy convencido de que detrás de ese slogan se esconde el reino de la mediocridad, aquel que manda no reconocer los méritos de los demás, no sea que quedé así de manifiesto nuestro escaso valor. La envidia activa, esa que hace que golpeemos o ignoremos al que triunfa o al que, simplemente, hace cosas interesantes, tan poderosa en España, es la mejor manera de ocultar nuestra propia mediocridad y la de la colectividad.
Imagen cedida por La Kodorniz
Pocos cosas hay más imbéciles que aconsajar a los demas "¡Sé tu mismo!". Es probable que si esta civilización llega a hundirse, ese estúpido consejo sea la principal causa de la ruína.
Ser uno mismo significa renunciar a la utopía, a progresar y a mejorar. Si se es un idiota, o si eres un violento o un drogata, el famoso consejo, muy del gusto de los ambientes de la falsa progresía y del relativismo ideológico, te lleva a persistir en la imbecilidad, en la violencia y en la drogadicción.
¡Sé tu mismo! representa una rendición prematura frente a lo único que hace grande al ser humano: progresar, avanzar, mejorar.
De lo que se trata no es de ser uno mismo, sino de ser otro mejor, de elegir un modelo, inventado o real, y hacer un esfuerzo constante para parecernos a ese modelo. Es lo que se ha hecho siempre a lo largo de los siglos y lo que proclaman las religiones y las principales escuelas de pensamiento. Esa búsqueda constante de la perfección, esa lucha del ser humano por mejorar, plasmada en el modelo a seguir e imitar, es la que ha hecho grande al hombre y avanzar nuestra civilización.
El "Sé tu mismo" parece un consejo publicitario ideado por el mismísimo diablo, un principio que lleva hasta el inmovilismo y la rendición, actitudes muy del gusto de los débiles y de los mediocres, de quienes prefieren extender la mediocridad para que quede disimulada la propia.
El "Sé tu mismo" no es sólo un consejo práctico para vivir, es el resultado de una filosofía penosa, la misma filosofía que consagra la envidia y el relativismo, que sostiene que la verdad no existe, que todo depende del ángulo de enfoque, que todo es relativo y que, a la postre, da igual el camino que se recorra, con tal de llegar a la meta, a cualquier meta.
Los creativos que han parido el "Sé tu mismo" son los mismos que proponen como modelos televisivos a esa legion de macarras y de viciosos que exhiben como triunfo y distinción el haberse acostado con un famoso o haber traicionado a su mejor amigo o amiga, contando sus secretos y exponiendo ante el morbo colectivo los trapos sucios de una sociedad enferma. Es, también, la filosofía que aconseja seguir el instinto, cuando lo que debe hacerse no es lo institntivo sino lo justo, lo mejor, lo más noble.
Estoy convencido de que detrás de ese slogan se esconde el reino de la mediocridad, aquel que manda no reconocer los méritos de los demás, no sea que quedé así de manifiesto nuestro escaso valor. La envidia activa, esa que hace que golpeemos o ignoremos al que triunfa o al que, simplemente, hace cosas interesantes, tan poderosa en España, es la mejor manera de ocultar nuestra propia mediocridad y la de la colectividad.
Imagen cedida por La Kodorniz
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