Lo grave no es que el sanchismo exista porque en todas las naciones siempre hay indeseables y malvados, sino que esa demolición programada de España sea apoyada en las urnas por millones de españoles, previamente ofuscados y corrompidos por el odio y la mentira.
El sanchismo no es sólo una forma vulgar de hacer política, es decir la chulería, la mentira y el oportunismo, esos andares de galán de tranvía. El sanchismo es un proyecto de poder a largo plazo y su objetivo esencial es la liquidación de la España constitucional de 1978. El indulto a la delincuentes golpistas catalanes, la derogación de la ley de Sedición, la rebaja de la ley de malversación, el blanqueamiento de BILDU, al asalto a la Justicia, la colonización de las instituciones, la ley de >Memoria (anti) Democrática, el impulso al guerracivilismo, la reivindicación de la II República como una etapa luminosa, la expulsión de la guardia civil de Vascongadas y Navarra, los ataques a la Corona, la demonización de la oposición,...
Todo eso forma parte de un proyecto de destrucción de la España actual y su sustitución por un caos del que emerja un poder personal e inamovible de Pedro Sánchez, ya consagrado como tirano de las España "plurinacional" y desarbolada de libertades, derechos, valores, principios y fortalezas.
El sanchismo es una diabólica máquina de poder ideada para alcanzar la tiranía comunista mediante la conquista del poder en las urnas y, posteriormente, el envilecimiento de las instituciones, la instauración de la pobreza y la demolición de la democracia y los valores que sostienen la nación.
Sánchez, que no es tonto, sabe que los pobres y los incultos suelen votar a la izquierda y que los ricos y cultos a la derecha. Por eso está empeñado en llenar España de pobres e incultos.
La receta sanchista no tiene nada de original, salvo que se está aplicando en un país próspero, con tradición democrática y encuadrado en las instituciones y foros del Occidente libre. Es la misma receta empleada por el comunismo de Lenin, de Mao, de Fidel Castro, de Hugo Chaves y de otros tiranos: primero destruir lo que hay construido y después construir sobre las cenizas la tiranía roja.
Francisco Rubiales
El sanchismo no es sólo una forma vulgar de hacer política, es decir la chulería, la mentira y el oportunismo, esos andares de galán de tranvía. El sanchismo es un proyecto de poder a largo plazo y su objetivo esencial es la liquidación de la España constitucional de 1978. El indulto a la delincuentes golpistas catalanes, la derogación de la ley de Sedición, la rebaja de la ley de malversación, el blanqueamiento de BILDU, al asalto a la Justicia, la colonización de las instituciones, la ley de >Memoria (anti) Democrática, el impulso al guerracivilismo, la reivindicación de la II República como una etapa luminosa, la expulsión de la guardia civil de Vascongadas y Navarra, los ataques a la Corona, la demonización de la oposición,...
Todo eso forma parte de un proyecto de destrucción de la España actual y su sustitución por un caos del que emerja un poder personal e inamovible de Pedro Sánchez, ya consagrado como tirano de las España "plurinacional" y desarbolada de libertades, derechos, valores, principios y fortalezas.
El sanchismo es una diabólica máquina de poder ideada para alcanzar la tiranía comunista mediante la conquista del poder en las urnas y, posteriormente, el envilecimiento de las instituciones, la instauración de la pobreza y la demolición de la democracia y los valores que sostienen la nación.
Sánchez, que no es tonto, sabe que los pobres y los incultos suelen votar a la izquierda y que los ricos y cultos a la derecha. Por eso está empeñado en llenar España de pobres e incultos.
La receta sanchista no tiene nada de original, salvo que se está aplicando en un país próspero, con tradición democrática y encuadrado en las instituciones y foros del Occidente libre. Es la misma receta empleada por el comunismo de Lenin, de Mao, de Fidel Castro, de Hugo Chaves y de otros tiranos: primero destruir lo que hay construido y después construir sobre las cenizas la tiranía roja.
Francisco Rubiales
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