Pedro Sánchez ha domesticado al PSOE y lo ha forzado a realizar el mayor cambio de rumbo en sus últimas cuatro décadas: el retorno al marxismo leninismo y la ruptura con la democracia. El cambio es tan profundo que tiene a medio partido paralizado, sin saber que hacer, dudando entre si debe enfrentarse al secretario general, someterse en espera de que Sánchez se debilite y pueda ser derrotado o abandonar el partido, con el que ya no se identifican.
El presidente del gobierno despierta tanto desprecio como adhesiones. La mitad de su partido y gran parte de la sociedad española le odian, pero los radicales del PSOE, los subvencionados que reciben migajas del poder, los marxistas y el nacionalismo que odia a España le adoran. Es un tipo peligroso incrustado en el corazón del Estado y España, bajo su mandato, corre el riesgo de dividirse, enfrentarse y quizás perecer.
Hay que aceptar que el PSOE ha dejado de ser socialdemócrata y que, por sus ideas y comportamientos, ha abandonado, de hecho, los ámbitos de la II internacional y de la Internacional Socialista.
Algunos aseguran que el fenómeno Sánchez es transitorio y que pronto será derrotado en las urnas por un pueblo español indignado y dicen también que el grueso del partido está en contra del nuevo rumbo impuesto por Sánchez, pero si eso es así no se percibe porque los barones y la oposición a Sánchez dentro del partido están asustados ante el poder demostrado por Sanchez con las bases socialistas, que lo elevaron hasta la Secretaría General cuando había sido defenestrado por una rebelión interna.
El viejo PSOE está en contra y las figuras que ya lo critican claramente aumentan cada día: Felipe González, Alfonso Guerra, Corcuera, Paco Vázquez, Leguina... pero la influencia de esas momias en las nuevas bases del partido, podemizadas, radicalizadas y contaminadas por ese socialismo bolivariano que propugna que el poder, una vez que se conquista, nunca debe abandonarse, es escaso o nulo.
Pedo Sánchez, de hecho, funciona de espaldas a la auténtica democracia, un sistema que nunca avalaría alianzas contra natura como la que sostienen su gobierno. El actual gobierno es cualquier cosa menos demócrata, no sólo por haberse aliado a totalitarios y partidos cuyo ideal es la ruptura de España, sino porque la democracia exige que el interés del pueblo sea prioritario, mientras que para el gobierno sanchista la única prioridad real es ganar votos y conservar el poder.
Ante la cobardía del PSOE, el único adversario capaz de abortar la conspiración de Sánchez es el pueblo español, sobre el que una vez más recae la tarea de reconducir al país, después de que los políticos lo acerquen al abismo.
Francisco Rubiales
El presidente del gobierno despierta tanto desprecio como adhesiones. La mitad de su partido y gran parte de la sociedad española le odian, pero los radicales del PSOE, los subvencionados que reciben migajas del poder, los marxistas y el nacionalismo que odia a España le adoran. Es un tipo peligroso incrustado en el corazón del Estado y España, bajo su mandato, corre el riesgo de dividirse, enfrentarse y quizás perecer.
Hay que aceptar que el PSOE ha dejado de ser socialdemócrata y que, por sus ideas y comportamientos, ha abandonado, de hecho, los ámbitos de la II internacional y de la Internacional Socialista.
Algunos aseguran que el fenómeno Sánchez es transitorio y que pronto será derrotado en las urnas por un pueblo español indignado y dicen también que el grueso del partido está en contra del nuevo rumbo impuesto por Sánchez, pero si eso es así no se percibe porque los barones y la oposición a Sánchez dentro del partido están asustados ante el poder demostrado por Sanchez con las bases socialistas, que lo elevaron hasta la Secretaría General cuando había sido defenestrado por una rebelión interna.
El viejo PSOE está en contra y las figuras que ya lo critican claramente aumentan cada día: Felipe González, Alfonso Guerra, Corcuera, Paco Vázquez, Leguina... pero la influencia de esas momias en las nuevas bases del partido, podemizadas, radicalizadas y contaminadas por ese socialismo bolivariano que propugna que el poder, una vez que se conquista, nunca debe abandonarse, es escaso o nulo.
Pedo Sánchez, de hecho, funciona de espaldas a la auténtica democracia, un sistema que nunca avalaría alianzas contra natura como la que sostienen su gobierno. El actual gobierno es cualquier cosa menos demócrata, no sólo por haberse aliado a totalitarios y partidos cuyo ideal es la ruptura de España, sino porque la democracia exige que el interés del pueblo sea prioritario, mientras que para el gobierno sanchista la única prioridad real es ganar votos y conservar el poder.
Ante la cobardía del PSOE, el único adversario capaz de abortar la conspiración de Sánchez es el pueblo español, sobre el que una vez más recae la tarea de reconducir al país, después de que los políticos lo acerquen al abismo.
Francisco Rubiales
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