Hoy, a diecinueve días de las elecciones generales, quiero exponer mi postura sobre ese tema con absoluta claridad, pues no están los tiempos para adivinanzas.
Decía el matemático Bertrand Russell que “las inteligencias normales están llenas de dudas”. Y en política, como en otros asuntos importantes de la vida, las personas íntegras no deben ser esclavas de la marcas ni de los líderes. Al contrario: sólo los tontos, los sectarios y los fanáticos no cambian jamás de opinión.
Uno no nace de izquierdas o de derechas. Nace persona. Persona libre. Y luego, poco a poco, uno va eligiendo su camino: un camino siempre zigzagueante, como la historia. Por eso, amigo lector, permíteme un consejo: procura tener tus ideas en buen orden, pero evita las ideologías. Ideas e ideologías son cosas muy diferentes. El filósofo Moreno Castillo lo expresa con claridad: “las ideologías prestan a quienes carecen de ideas el mismo servicio que las pelucas a los calvos”.
Los tiempos cambian. Los problemas cambian. Las soluciones cambian. Tampoco tratamos ahora las fiebres tifoideas con sanguijuelas, ni la tuberculosis con aire limpio de la sierra. Al votar, piensa en los problemas del hoy y del mañana: en los problemas del año 2036, no en los de 1936. Uno no ha de ser permanente admirador de una marca política sólo porque su bisabuelo hubiese sido fusilado por los rojos, o su abuelo por los falangistas. Franco ya murió, por si no lo sabías. Manuel Azaña y Largo Caballero también, por si desconocías el detalle.
Uno puede ser del Real Madrid… desde que echó los dientes. O del Barsa… para el resto de su vida. Eso está bien, y lo llamamos “forofo”. Pero ningún político, de ningún color, merece una lealtad perruna desde el nacimiento hasta la muerte: una lealtad imperturbable, geológicamente estática, dolorosamente acrítica, impermeable a los argumentos, grabada a fuego entre las dos cejas, cerrada a las evidencias actuales, impresa en el ADN. Una lealtad de militante sumiso. Así pues, recuerda que un votante no es un “forofo”: es un ciudadano libre. Y como afirmaba el escritor colombiano Gómez Dávila, “ser civilizado significa poder criticar lo que creemos sin dejar de creer en ello”. Por eso, el voto lo elige uno: no se hereda de los padres, ni de los abuelos, ni de los bisabuelos. Y el voto se les presta a los políticos, no se les cede a perpetuidad.
Las personas honestas, los ciudadanos de bien, tampoco venden el voto por un plato de lentejas. Aquello de “dame pan y llámame tonto” es más propio de esclavos que de ciudadanos libres. Recuerda que los políticos no son caciques, y que tú no eres un esclavo al servicio de un señor. Al votar, hazlo en conciencia. Que nadie toque tu papeleta. Que nadie te escoja el sobre. Que nadie tase tu voto. Que nadie compre tu destino.
En mis 44 años votando en municipales, autonómicas y generales, he metido en las urnas papeletas de muchos colores: de la Izquierda Unida de Julio Anguita (dos veces), de la UPyD de Rosa Díaz (tres veces), de PACMA (dos veces), de Ciudadanos (cuatro veces), del PSOE (muchísimas veces) y del PP (en una sola ocasión: en las últimas municipales). Por eso, ahora me siento cargado de razones para pedir cuentas a aquél a quien voté en las generales del 2019, que fue a Pedro Sánchez. Y como Sánchez ha hecho justo lo contrario de lo que me prometió, y como además suaviza sus astronómicas mentiras con el inmoral eufemismo del “cambio de opinión”, toca pasarle la factura. La única factura de la que dispone un demócrata: mi voto.
Por eso, en esta ocasión, en las elecciones generales del próximo 23 de julio, votaré al Partido Popular para cumplir con lo que entiendo son cuatro prioridades nacionales: (1) echar de La Moncloa a Pedro Sánchez (el Presidente más amoral y embustero de la Historia de España), (2) castigar a Oriol Junqueras (y con él a todos los golpistas catalanes arbitrariamente indultados por el amoral de La Moncloa), (3) castigar al ex terrorista Otegi (el socio de Sánchez que no ha pedido perdón por los crímenes de ETA ni ha dado pistas de los asesinatos sin resolver), y (4) molestar a Pablo Iglesias (el introductor en España de esta peste bolivariana que nos inunda, el máximo responsable de este guerracivilismo que de nuevo divide a los españoles en rojos y en fascistas, el jefazo de Podemos que acaba de decir en su televisión privada que lo que está pasando en Francia le parece poco). En resumen: es vital que esos cuatro tipos oscuros (Sánchez, Iglesias, Junqueras y Otegi) sean frenados en las urnas.
Ah. Por cierto. No temas a quienes amenazan con algaradas callejeras si pierden las elecciones. No temas a esos tiranos. No los temas. Son ciudadanos indignos. No temas a quienes pretenden amedrentar a los españoles con rodear al Parlamento, o con escraches a políticos, o con incendiar las calles y romper escaparates. No temas a quienes pretenden movilizar a los sindicatos de clase (de clase alta) para liarla en la calle, a esos mismos sindicatos que, con Sánchez y Yolanda Díaz, han permanecido ociosos y comiendo de sus manos los últimos cuatro años. Y no temas a quienes amenazan con “alertas antifascistas” si España no les otorga una victoria en las urnas. No los temas. Son personas y organizaciones miserables. No son demócratas. Más bien, alégrate de la poderosa herramienta que tenemos para darles una lección de civismo y para desenmascararlos definitivamente: la democracia del voto. Tu palabra soberana. Tu palabra pronunciada en absoluto secreto.
Recuerda que la abstención, en este momento concreto, beneficia a los partidos que, sin consultar al conjunto de los españoles, propugnan abiertamente (o aceptan acríticamente) separar diversos territorios del resto de España para que algunos, comiendo aparte, puedan comer más. Y eso no podemos permitirlo. No Podemos. No Podemos. No Podemos. Porque esos partidos separatistas, y los mamporreros que les sujetan los falos, aunque te hablen con una enorme dulzura y una melosidad empalagosa, no quieren Sumar. No quieren Sumar. No quieren Sumar. Quieren Restar.
Pordióbendito. Acude a las urnas, o vota por correo. A pesar de las encuestas, nada está decidido todavía. Hasta que pase el rabo, todo es toro. Eres imprescindible. No te quedes en casa por ningún motivo. Caigan rayos o truenos, o haga un calor de mil demonios, acude a votar. Si tienes dolor de muelas, acude a votar con dolor. Si vas a echar un polvete, no saques aún el preservativo y acude primero a votar. Si estás al sol en la playa, olvida el bronceador y acude a votar. Si estás dando a luz en el paritorio, que te corten el goteo de oxitocina para acudir a votar. Y si te están haciendo la autopsia, que te deje el forense un ratito para acudir a votar (digo el forense, no tú). Nos lo han puesto muy difícil, es verdad. Pero si en algo nos distinguimos los españoles es justo en eso: en hacer lo contrario de lo que nos piden. Y si pretendían la abstención, se van a llevar un chasco.
El próximo 23 de julio, con el esfuerzo de muchos, será una fecha inolvidable para España: una fecha en la que, en palabras de Salvador Allende, se abrirán las grandes alamedas para que pase el hombre libre.
Salud y suerte.
¡Viva la Libertad, viva la Democracia, y viva la gente que no vive de enredar!
Firmado:
Juan Manuel Jiménez Muñoz.
Hombre libre.
Decía el matemático Bertrand Russell que “las inteligencias normales están llenas de dudas”. Y en política, como en otros asuntos importantes de la vida, las personas íntegras no deben ser esclavas de la marcas ni de los líderes. Al contrario: sólo los tontos, los sectarios y los fanáticos no cambian jamás de opinión.
Uno no nace de izquierdas o de derechas. Nace persona. Persona libre. Y luego, poco a poco, uno va eligiendo su camino: un camino siempre zigzagueante, como la historia. Por eso, amigo lector, permíteme un consejo: procura tener tus ideas en buen orden, pero evita las ideologías. Ideas e ideologías son cosas muy diferentes. El filósofo Moreno Castillo lo expresa con claridad: “las ideologías prestan a quienes carecen de ideas el mismo servicio que las pelucas a los calvos”.
Los tiempos cambian. Los problemas cambian. Las soluciones cambian. Tampoco tratamos ahora las fiebres tifoideas con sanguijuelas, ni la tuberculosis con aire limpio de la sierra. Al votar, piensa en los problemas del hoy y del mañana: en los problemas del año 2036, no en los de 1936. Uno no ha de ser permanente admirador de una marca política sólo porque su bisabuelo hubiese sido fusilado por los rojos, o su abuelo por los falangistas. Franco ya murió, por si no lo sabías. Manuel Azaña y Largo Caballero también, por si desconocías el detalle.
Uno puede ser del Real Madrid… desde que echó los dientes. O del Barsa… para el resto de su vida. Eso está bien, y lo llamamos “forofo”. Pero ningún político, de ningún color, merece una lealtad perruna desde el nacimiento hasta la muerte: una lealtad imperturbable, geológicamente estática, dolorosamente acrítica, impermeable a los argumentos, grabada a fuego entre las dos cejas, cerrada a las evidencias actuales, impresa en el ADN. Una lealtad de militante sumiso. Así pues, recuerda que un votante no es un “forofo”: es un ciudadano libre. Y como afirmaba el escritor colombiano Gómez Dávila, “ser civilizado significa poder criticar lo que creemos sin dejar de creer en ello”. Por eso, el voto lo elige uno: no se hereda de los padres, ni de los abuelos, ni de los bisabuelos. Y el voto se les presta a los políticos, no se les cede a perpetuidad.
Las personas honestas, los ciudadanos de bien, tampoco venden el voto por un plato de lentejas. Aquello de “dame pan y llámame tonto” es más propio de esclavos que de ciudadanos libres. Recuerda que los políticos no son caciques, y que tú no eres un esclavo al servicio de un señor. Al votar, hazlo en conciencia. Que nadie toque tu papeleta. Que nadie te escoja el sobre. Que nadie tase tu voto. Que nadie compre tu destino.
En mis 44 años votando en municipales, autonómicas y generales, he metido en las urnas papeletas de muchos colores: de la Izquierda Unida de Julio Anguita (dos veces), de la UPyD de Rosa Díaz (tres veces), de PACMA (dos veces), de Ciudadanos (cuatro veces), del PSOE (muchísimas veces) y del PP (en una sola ocasión: en las últimas municipales). Por eso, ahora me siento cargado de razones para pedir cuentas a aquél a quien voté en las generales del 2019, que fue a Pedro Sánchez. Y como Sánchez ha hecho justo lo contrario de lo que me prometió, y como además suaviza sus astronómicas mentiras con el inmoral eufemismo del “cambio de opinión”, toca pasarle la factura. La única factura de la que dispone un demócrata: mi voto.
Por eso, en esta ocasión, en las elecciones generales del próximo 23 de julio, votaré al Partido Popular para cumplir con lo que entiendo son cuatro prioridades nacionales: (1) echar de La Moncloa a Pedro Sánchez (el Presidente más amoral y embustero de la Historia de España), (2) castigar a Oriol Junqueras (y con él a todos los golpistas catalanes arbitrariamente indultados por el amoral de La Moncloa), (3) castigar al ex terrorista Otegi (el socio de Sánchez que no ha pedido perdón por los crímenes de ETA ni ha dado pistas de los asesinatos sin resolver), y (4) molestar a Pablo Iglesias (el introductor en España de esta peste bolivariana que nos inunda, el máximo responsable de este guerracivilismo que de nuevo divide a los españoles en rojos y en fascistas, el jefazo de Podemos que acaba de decir en su televisión privada que lo que está pasando en Francia le parece poco). En resumen: es vital que esos cuatro tipos oscuros (Sánchez, Iglesias, Junqueras y Otegi) sean frenados en las urnas.
Ah. Por cierto. No temas a quienes amenazan con algaradas callejeras si pierden las elecciones. No temas a esos tiranos. No los temas. Son ciudadanos indignos. No temas a quienes pretenden amedrentar a los españoles con rodear al Parlamento, o con escraches a políticos, o con incendiar las calles y romper escaparates. No temas a quienes pretenden movilizar a los sindicatos de clase (de clase alta) para liarla en la calle, a esos mismos sindicatos que, con Sánchez y Yolanda Díaz, han permanecido ociosos y comiendo de sus manos los últimos cuatro años. Y no temas a quienes amenazan con “alertas antifascistas” si España no les otorga una victoria en las urnas. No los temas. Son personas y organizaciones miserables. No son demócratas. Más bien, alégrate de la poderosa herramienta que tenemos para darles una lección de civismo y para desenmascararlos definitivamente: la democracia del voto. Tu palabra soberana. Tu palabra pronunciada en absoluto secreto.
Recuerda que la abstención, en este momento concreto, beneficia a los partidos que, sin consultar al conjunto de los españoles, propugnan abiertamente (o aceptan acríticamente) separar diversos territorios del resto de España para que algunos, comiendo aparte, puedan comer más. Y eso no podemos permitirlo. No Podemos. No Podemos. No Podemos. Porque esos partidos separatistas, y los mamporreros que les sujetan los falos, aunque te hablen con una enorme dulzura y una melosidad empalagosa, no quieren Sumar. No quieren Sumar. No quieren Sumar. Quieren Restar.
Pordióbendito. Acude a las urnas, o vota por correo. A pesar de las encuestas, nada está decidido todavía. Hasta que pase el rabo, todo es toro. Eres imprescindible. No te quedes en casa por ningún motivo. Caigan rayos o truenos, o haga un calor de mil demonios, acude a votar. Si tienes dolor de muelas, acude a votar con dolor. Si vas a echar un polvete, no saques aún el preservativo y acude primero a votar. Si estás al sol en la playa, olvida el bronceador y acude a votar. Si estás dando a luz en el paritorio, que te corten el goteo de oxitocina para acudir a votar. Y si te están haciendo la autopsia, que te deje el forense un ratito para acudir a votar (digo el forense, no tú). Nos lo han puesto muy difícil, es verdad. Pero si en algo nos distinguimos los españoles es justo en eso: en hacer lo contrario de lo que nos piden. Y si pretendían la abstención, se van a llevar un chasco.
El próximo 23 de julio, con el esfuerzo de muchos, será una fecha inolvidable para España: una fecha en la que, en palabras de Salvador Allende, se abrirán las grandes alamedas para que pase el hombre libre.
Salud y suerte.
¡Viva la Libertad, viva la Democracia, y viva la gente que no vive de enredar!
Firmado:
Juan Manuel Jiménez Muñoz.
Hombre libre.
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