Miguel de Unamuno, un intelectual lúcido y comprometido que se atevió a criticar a los dos bandos de la Guerra Civil
Conozco personalmente al menos a una docena de catedráticos y más de una veintena de brillantes escritores y periodistas españoles perfectamente preparados para el análisis, que son feroces críticos con el gobierno en los restaurantes, bares y chats privados, pero que no se atreven a trasladar sus opiniones a la ciudadanía por cobardía, miedo y apego a la seguridad. Aunque lo saben, ignoran voluntariamente que denunciar la injusticia y combatir el mal no son para ellos una opción sino un deber ineludible.
Algunos de ellos son potenciales líderes de opinión, perfectamente dotados para influir con artículos y conferencias, pero se niegan a hacerlo, a pesar de que son conscientes de que el silencio de los intelectuales frente al abuso y la injusticia es pura traición, a la verdad, a la sociedad y a ellos mismos.
Esos cobardes forman parte de la cofradía de los que alegan que "no sabían nada" cuando el pueblo les señala como traidores. Ocurrió con los intelectuales nazis, que guardaron un silencio colaboracionista cuando millones de judíos eran aplastados y asesinados en Alemania y ocurrió lo mismo con los intelectuales del mundo soviético, silenciosos mientras miles de disidentes eran asesinados o enviados a Siberia para que murieran de frio y hambre. Hoy ocurre algo parecido con los intelectuales acobardados de Venezuela, Cuba, Nicaragua, China, Irán, Rusia y otros países dominados por el totalitarismo, donde la disidencia es aplastada y la protesta se paga con la muerte , la tortura y la cárcel.
En España todavía no se ha llegado tan lejos, pero el drama español es suficientemente grave para que la voz de los intelectuales sea reclamada a gritos para que paren los pies a la corrupción, al asesinato de la democracia, al avance de la pobreza y a la pérdida de libertades y derechos que impulsan algunos partidos políticos, especialmente el sanchismo y los socios que le sostienen en el poder.
El día que señalen con el dedo acusador a los actuales intelectuales silenciosos españoles o a los que sólo critican en "petit comité", cuidando que el poder no sepa lo que ellos piensan, también dirán "No sabíamos nada" o "No teníamos idea de lo que estaba haciendo el sanchismo", cuando la verdad es que tenían que pedir perdón por su lamentable cobardía cómplice.
Gente como Carlos Herrera, Alfonso Ussía, Pérez Reverte y algunas decenas de periodistas libres que operan en internet o en medios de escasa audiencia cumplen con su deber de ser conciencia crítica y testimonio de verdad, pero a su lado hay decenas de miles de cobardes asustados y silenciosos, que contemplan sin decir nada el hundimiento de la nación, el abuso de los gobernantes y el sufrimiento de los españoles.
Hace pocos días, el escritor extremeño Luis Landero, al recibir "la medalla de Extremadura", en el teatro romano de Mérida, por el "Día de Extremadura, 2022", se atrevió a llamar por su verdadero nombre a los políticos y a sus partidos cuando se refirió a "los capos de los cárteles mafiosos, denominados "partidos políticos". Esos capos, presentes en el acto, no sabían donde esconderse.
Landero fue ese día un ejemplo de intelectual comprometido, lo bastante valiente y cuerdo para atreverse a denunciar en publico la maldad, la corrupción y la estafa política que dominan España.
Los intelectuales que defienden las dictaduras de Cuba, Nicaragua, Venezuela, China, Rusia y otras similares o en camino hacia el desastre, como la actual España, están en su sitio porque pertenecen al ejercito de la opresión maligna, sin engañar a nadie. Esas son sus ideas y las defienden. Sin embargo, los que no están en el lugar que les corresponde son los intelectuales que saben que el mal está devastando España y que guardan silencio por cobardía, convirtiéndose de ese modo en colaboracionistas y cómplices.
La regeneración de España sólo será posible cuando los intelectuales pierdan el miedo y comiencen a contar la verdad al engañado y confundido pueblo, al que tendrán que decir que España está sumida en la decadencia, la injusticia y el retroceso por culpa de sus políticos, de sus instituciones y de gran parte de su clase dirigente.
Cuando eso ocurra, en España empezará a amanecer de nuevo.
Francisco Rubiales
Algunos de ellos son potenciales líderes de opinión, perfectamente dotados para influir con artículos y conferencias, pero se niegan a hacerlo, a pesar de que son conscientes de que el silencio de los intelectuales frente al abuso y la injusticia es pura traición, a la verdad, a la sociedad y a ellos mismos.
Esos cobardes forman parte de la cofradía de los que alegan que "no sabían nada" cuando el pueblo les señala como traidores. Ocurrió con los intelectuales nazis, que guardaron un silencio colaboracionista cuando millones de judíos eran aplastados y asesinados en Alemania y ocurrió lo mismo con los intelectuales del mundo soviético, silenciosos mientras miles de disidentes eran asesinados o enviados a Siberia para que murieran de frio y hambre. Hoy ocurre algo parecido con los intelectuales acobardados de Venezuela, Cuba, Nicaragua, China, Irán, Rusia y otros países dominados por el totalitarismo, donde la disidencia es aplastada y la protesta se paga con la muerte , la tortura y la cárcel.
En España todavía no se ha llegado tan lejos, pero el drama español es suficientemente grave para que la voz de los intelectuales sea reclamada a gritos para que paren los pies a la corrupción, al asesinato de la democracia, al avance de la pobreza y a la pérdida de libertades y derechos que impulsan algunos partidos políticos, especialmente el sanchismo y los socios que le sostienen en el poder.
El día que señalen con el dedo acusador a los actuales intelectuales silenciosos españoles o a los que sólo critican en "petit comité", cuidando que el poder no sepa lo que ellos piensan, también dirán "No sabíamos nada" o "No teníamos idea de lo que estaba haciendo el sanchismo", cuando la verdad es que tenían que pedir perdón por su lamentable cobardía cómplice.
Gente como Carlos Herrera, Alfonso Ussía, Pérez Reverte y algunas decenas de periodistas libres que operan en internet o en medios de escasa audiencia cumplen con su deber de ser conciencia crítica y testimonio de verdad, pero a su lado hay decenas de miles de cobardes asustados y silenciosos, que contemplan sin decir nada el hundimiento de la nación, el abuso de los gobernantes y el sufrimiento de los españoles.
Hace pocos días, el escritor extremeño Luis Landero, al recibir "la medalla de Extremadura", en el teatro romano de Mérida, por el "Día de Extremadura, 2022", se atrevió a llamar por su verdadero nombre a los políticos y a sus partidos cuando se refirió a "los capos de los cárteles mafiosos, denominados "partidos políticos". Esos capos, presentes en el acto, no sabían donde esconderse.
Landero fue ese día un ejemplo de intelectual comprometido, lo bastante valiente y cuerdo para atreverse a denunciar en publico la maldad, la corrupción y la estafa política que dominan España.
Los intelectuales que defienden las dictaduras de Cuba, Nicaragua, Venezuela, China, Rusia y otras similares o en camino hacia el desastre, como la actual España, están en su sitio porque pertenecen al ejercito de la opresión maligna, sin engañar a nadie. Esas son sus ideas y las defienden. Sin embargo, los que no están en el lugar que les corresponde son los intelectuales que saben que el mal está devastando España y que guardan silencio por cobardía, convirtiéndose de ese modo en colaboracionistas y cómplices.
La regeneración de España sólo será posible cuando los intelectuales pierdan el miedo y comiencen a contar la verdad al engañado y confundido pueblo, al que tendrán que decir que España está sumida en la decadencia, la injusticia y el retroceso por culpa de sus políticos, de sus instituciones y de gran parte de su clase dirigente.
Cuando eso ocurra, en España empezará a amanecer de nuevo.
Francisco Rubiales
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