Maite Pagazaurtundua y Teresa Jomenez Becerril, en una reciente conferencia pronunciada en el liberal Club de los Viernes de Sevilla, nos abrieron los ojos sobre lo que es el terrorismo en nuestros tiempos y como el nuevo terrorismo no mata con pistolas, pero sí con falsedades, engaños y sembrando divisiones y odios.
El paradigma del nuevo terrorismo es el independentismo catalán. Sus víctimas ya no descansan en los cementerios sino que deambulan confundidas por la sociedad, creyendo que los nuevos pistoleros, disfrazados de pacifistas, demócratas e independentistas, son pobres seres perseguidos y hambrientos de libertad.
El veneno del nuevo terrorismo infecta a muchos ciudadanos europeos y a muchas instituciones que abogan porque se les concedan paz, concordia y libertad, sin darse cuenta que lo que están haciendo es fortalecer la crueldad sin escrúpulos, dispuesta siempre a someter y aplastar a los que piensan distinto.
El nuevo terrorismo libra sus batallas en la opinión pública y trabaja para Google y Wikipedia, cuidando las palabras y provocando compasión, pero en realidad lo hacen para anular y matar civilmente a los demócratas.
Si ahora no matan con sangre es solo porque no les conviene. Han descubierto que el camino de la hipocresía hacia la toma del poder tiene menos riesgo y es más corto y placentero.
Lo peor es que están ganando la batalla en amplios sectores de la nueva izquierda, que comulgan con el nuevo terrorismo, al que consideran aliado para la demolición del mundo que ellos odian. Se sienten flanqueados y arropado no solo por Bildu y los partidos nacionalistas catalanes, navarros y de otras tierras, sino también por Podemos, los comunistas, algunos sectores radicales y confundidos de la socialdemocracia y por muchos de los precarios que malviven en la injusta sociedad del presente.
Lo contrario del terrorismo es la ley. Si la esencia del separatismo catalán es el desprecio y la violación de las leyes, en eso coinciden con el terrorismo. No hay libertador sin justicia. El terrorismo impulsa la división, la desconfianza y el miedo, tres objetivos que también coinciden con los del separatismo. Son tantas las coincidencias que puede asegurarse que el nacionalismo radical catalán, supremacista, racista, acosador y brutal con los que piensan diferente, es un tipo de nuevo terrorismo camuflado. Al igual que el antiguo, el nuevo terrorismo persigue la destrucción del orden existente, la muerte del sistema político y su sustitución por las ideas y las personas que ellos representan. No es más que una ruta hacia el poder sin urnas, sin voluntad popular, a través de la imposición y la fuerza.
Lo que es indiscutible es que el veneno ideológico que se esparce en el Pais Vasco, Navarra y Cataluña es el mismo, que las trampas que colocan en la sociedad son las mismas y que también comparten la admiración por canallas y asesinos, que son presentados por ellos a la sociedad como héroes y hombres de paz. La muchas fotos con Otegui, a quien admiran y rinden homenaje los separatistas, son la prueba.
Desenmascarar el terrorismo visible, el que pone bombas y asesina, es fácil. Lo que es difícil es desenmascarar el nuevo terrorismo, disfrazado de independentismo, lucha por la libertad y otros ropajes falsos.
Los terroristas disfrazados utilizan con eficacia trucos y recursos que muchas veces logran confundir. Reclaman generosidad, paz y libertad, pero lo que de verdad quieren es poder para construir una sociedad sin libertades ni derechos, totalitaria y dominada por ellos mismos. Desenmascararlos es una labor hermosa, brillante, noble y de gran valor para la democracia.
Francisco Rubiales
El paradigma del nuevo terrorismo es el independentismo catalán. Sus víctimas ya no descansan en los cementerios sino que deambulan confundidas por la sociedad, creyendo que los nuevos pistoleros, disfrazados de pacifistas, demócratas e independentistas, son pobres seres perseguidos y hambrientos de libertad.
El veneno del nuevo terrorismo infecta a muchos ciudadanos europeos y a muchas instituciones que abogan porque se les concedan paz, concordia y libertad, sin darse cuenta que lo que están haciendo es fortalecer la crueldad sin escrúpulos, dispuesta siempre a someter y aplastar a los que piensan distinto.
El nuevo terrorismo libra sus batallas en la opinión pública y trabaja para Google y Wikipedia, cuidando las palabras y provocando compasión, pero en realidad lo hacen para anular y matar civilmente a los demócratas.
Si ahora no matan con sangre es solo porque no les conviene. Han descubierto que el camino de la hipocresía hacia la toma del poder tiene menos riesgo y es más corto y placentero.
Lo peor es que están ganando la batalla en amplios sectores de la nueva izquierda, que comulgan con el nuevo terrorismo, al que consideran aliado para la demolición del mundo que ellos odian. Se sienten flanqueados y arropado no solo por Bildu y los partidos nacionalistas catalanes, navarros y de otras tierras, sino también por Podemos, los comunistas, algunos sectores radicales y confundidos de la socialdemocracia y por muchos de los precarios que malviven en la injusta sociedad del presente.
Lo contrario del terrorismo es la ley. Si la esencia del separatismo catalán es el desprecio y la violación de las leyes, en eso coinciden con el terrorismo. No hay libertador sin justicia. El terrorismo impulsa la división, la desconfianza y el miedo, tres objetivos que también coinciden con los del separatismo. Son tantas las coincidencias que puede asegurarse que el nacionalismo radical catalán, supremacista, racista, acosador y brutal con los que piensan diferente, es un tipo de nuevo terrorismo camuflado. Al igual que el antiguo, el nuevo terrorismo persigue la destrucción del orden existente, la muerte del sistema político y su sustitución por las ideas y las personas que ellos representan. No es más que una ruta hacia el poder sin urnas, sin voluntad popular, a través de la imposición y la fuerza.
Lo que es indiscutible es que el veneno ideológico que se esparce en el Pais Vasco, Navarra y Cataluña es el mismo, que las trampas que colocan en la sociedad son las mismas y que también comparten la admiración por canallas y asesinos, que son presentados por ellos a la sociedad como héroes y hombres de paz. La muchas fotos con Otegui, a quien admiran y rinden homenaje los separatistas, son la prueba.
Desenmascarar el terrorismo visible, el que pone bombas y asesina, es fácil. Lo que es difícil es desenmascarar el nuevo terrorismo, disfrazado de independentismo, lucha por la libertad y otros ropajes falsos.
Los terroristas disfrazados utilizan con eficacia trucos y recursos que muchas veces logran confundir. Reclaman generosidad, paz y libertad, pero lo que de verdad quieren es poder para construir una sociedad sin libertades ni derechos, totalitaria y dominada por ellos mismos. Desenmascararlos es una labor hermosa, brillante, noble y de gran valor para la democracia.
Francisco Rubiales
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