Aunque a muchos españoles no nos gusta la OPA contra ENDESA porque proviene de un territorio dominado por un partido hostil (ERC) que, a fuerza de ofensas y desatinos, nos ha enseñado a poner ya las garras por delante, hay que reconocer que Gas Natural tiene todo el derecho del mundo a intentar adquirir la compañía ENDESA a través de una OPA, del mismo modo que ENDESA lo tiene a defenderse.
Hay que tener cuidado porque los políticos han crispado tanto la convivencia y nuestros cerebros que corremos el riesgo de llegar a ser como ellos y, sin tener plena conciencia de nuestra degradación, convertirnos en energúmenos fascistas que condenamos todo lo que no nos gusta, incluso en contra de las reglas democráticas.
Al final ha sido Eduardo Zaplana quien, sin tapujos, ha subrayado la clave del problema: lo que duele, lo único que hace la operación inaceptable para el PP, es que la iniciativa, al llegar desde Catalunya, dejaría el mercado eléctrico español "en manos" del tripartito.
Sin embargo, si recurrimos a la razón democrática, recordaremos que muchas veces nos hemos quejado de que en Europa los recelos entre estados frenan los intentos de formar grandes empresas por encima de las fronteras. Ahora, llevados por el institnto despreciable que ha sabido despertar en muchos españoles honestos el inefable Carod y otros muchos políticos de nuestro país, estamos procediendo del mismo modo, practicando algo todavía peor, un aldeanismo antiautonómico y antidemocrático.
Confiemos en las reglas y observemos para ver si ENDESA, los empresarios que se sienten españoles y los buenos políticos con sentido de Estado son capaces de neutralizar el ataque. Veamos si son capaces de hacer frente a la OPA con las armas de la legalidad democrática, respondiendo según las reglas del mercado, sin demonizar al adversario, sin politizar el juego, sin hacer trampas.
Pero me temo que nuestra derecha nacional, esa que quiere impedir a toda costa que el estratégico sector energético caiga en manos catalanas, no sea capaz de hacer otra cosa que ladrar, demonizar e inundar la sociedad de miedo. Pero, de poner dinero sobre la mesa, nada de nada. Al menos eso es lo que nos enseña una mirada atenta a la historia reciente de España.
Hay que tener cuidado porque los políticos han crispado tanto la convivencia y nuestros cerebros que corremos el riesgo de llegar a ser como ellos y, sin tener plena conciencia de nuestra degradación, convertirnos en energúmenos fascistas que condenamos todo lo que no nos gusta, incluso en contra de las reglas democráticas.
Al final ha sido Eduardo Zaplana quien, sin tapujos, ha subrayado la clave del problema: lo que duele, lo único que hace la operación inaceptable para el PP, es que la iniciativa, al llegar desde Catalunya, dejaría el mercado eléctrico español "en manos" del tripartito.
Sin embargo, si recurrimos a la razón democrática, recordaremos que muchas veces nos hemos quejado de que en Europa los recelos entre estados frenan los intentos de formar grandes empresas por encima de las fronteras. Ahora, llevados por el institnto despreciable que ha sabido despertar en muchos españoles honestos el inefable Carod y otros muchos políticos de nuestro país, estamos procediendo del mismo modo, practicando algo todavía peor, un aldeanismo antiautonómico y antidemocrático.
Confiemos en las reglas y observemos para ver si ENDESA, los empresarios que se sienten españoles y los buenos políticos con sentido de Estado son capaces de neutralizar el ataque. Veamos si son capaces de hacer frente a la OPA con las armas de la legalidad democrática, respondiendo según las reglas del mercado, sin demonizar al adversario, sin politizar el juego, sin hacer trampas.
Pero me temo que nuestra derecha nacional, esa que quiere impedir a toda costa que el estratégico sector energético caiga en manos catalanas, no sea capaz de hacer otra cosa que ladrar, demonizar e inundar la sociedad de miedo. Pero, de poner dinero sobre la mesa, nada de nada. Al menos eso es lo que nos enseña una mirada atenta a la historia reciente de España.
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