Sara Modesta Zar de Ferreira era diabética desde hacía años. Tenía 43 años, vivía en Catamarca, en el noroeste argentino, y padecía, como consecuencia de su pertinaz diabetes, entre otras afecciones, una enfermedad terminal.
Ayer, martes 8 de agosto, su esposo, Juan Carlos Ferreira y algunos de sus hijos la llevaron hasta el Hospital de Urgencias de la capital catamarqueña viendo que su estado de salud había empeorado. Falleció a los pocos minutos de haber sido ingresada, y a pesar de los esfuerzos de los médicos argentinos por reanimarla, según informó Urgente 24, un periódico digital del país del Cono Sur. Pero parece que su muerte no convenció a sus familiares, adeptos a la Iglesia Universal, liderada por pastores brasileños, por lo que decidieron sacar su cadáver por la fuerza para llevarla hasta la sede de la citada Iglesia.
Para sus familiares, y parece que por expreso deseo manifestado en vida por la difunta, el cadáver de Sara “debía ser visto por un pastor de la Iglesia”, ya que en realidad pensaban que “le habían hecho un mal y que el pastor la podría sanar”.
La salida fue “de película”: cargaron el cuerpo en un “remise” (taxi sin medidor cuenta-kilómetros, habituales en Argentina), en un momento de descuido de médicos y enfermeras, y exigieron al azorado conductor del vehículo que los llevaran hasta una determinada dirección, ante la desesperación de guardias de seguridad, camilleros y enfermeras quienes no pudieron impedir que el automóvil arrancara velozmente y se llevara al cadáver.
Al llegar frente a la sede de la Iglesia Universal, los familiares de Sara bajaron el cadáver convencidos de que los pastores “podrían sacarle el +mal+ que le habían hecho”. Finalmente, el fiscal que tuvo que hacer cargo del caso, Juan Pablo Morales, envió policías y guardias de Infantería para recuperar el cadáver, cosa que hicieron sin mayores dificultades.
Posteriormente, el conductor del “remise” aseguró a las autoridades judiciales que creyó “que habían atendido mal a la mujer en el hospital y que sus familiares la llevaban a una clínica del centro de la ciudad”.
No es la primera vez que en Catamarca –también en otros rincones de Argentina- suceden hechos tan insólitos y dramáticos como éste. A lo que no se había llegado –o al menos no ha trascendido- es a que unos humildes ciudadanos se hayan creído “a pies juntilla” las versiones de unos hábiles tramoyistas disfrazados de pastores.
eduardo caldarola de bello
Ayer, martes 8 de agosto, su esposo, Juan Carlos Ferreira y algunos de sus hijos la llevaron hasta el Hospital de Urgencias de la capital catamarqueña viendo que su estado de salud había empeorado. Falleció a los pocos minutos de haber sido ingresada, y a pesar de los esfuerzos de los médicos argentinos por reanimarla, según informó Urgente 24, un periódico digital del país del Cono Sur. Pero parece que su muerte no convenció a sus familiares, adeptos a la Iglesia Universal, liderada por pastores brasileños, por lo que decidieron sacar su cadáver por la fuerza para llevarla hasta la sede de la citada Iglesia.
Para sus familiares, y parece que por expreso deseo manifestado en vida por la difunta, el cadáver de Sara “debía ser visto por un pastor de la Iglesia”, ya que en realidad pensaban que “le habían hecho un mal y que el pastor la podría sanar”.
La salida fue “de película”: cargaron el cuerpo en un “remise” (taxi sin medidor cuenta-kilómetros, habituales en Argentina), en un momento de descuido de médicos y enfermeras, y exigieron al azorado conductor del vehículo que los llevaran hasta una determinada dirección, ante la desesperación de guardias de seguridad, camilleros y enfermeras quienes no pudieron impedir que el automóvil arrancara velozmente y se llevara al cadáver.
Al llegar frente a la sede de la Iglesia Universal, los familiares de Sara bajaron el cadáver convencidos de que los pastores “podrían sacarle el +mal+ que le habían hecho”. Finalmente, el fiscal que tuvo que hacer cargo del caso, Juan Pablo Morales, envió policías y guardias de Infantería para recuperar el cadáver, cosa que hicieron sin mayores dificultades.
Posteriormente, el conductor del “remise” aseguró a las autoridades judiciales que creyó “que habían atendido mal a la mujer en el hospital y que sus familiares la llevaban a una clínica del centro de la ciudad”.
No es la primera vez que en Catamarca –también en otros rincones de Argentina- suceden hechos tan insólitos y dramáticos como éste. A lo que no se había llegado –o al menos no ha trascendido- es a que unos humildes ciudadanos se hayan creído “a pies juntilla” las versiones de unos hábiles tramoyistas disfrazados de pastores.
eduardo caldarola de bello