El problema del deterioro del ambiente en Ceuta y Melilla, las dos ciudades españolas del norte de África, donde una inmigración que se sospecha sea planificada y telecomandada por Maruecos está creando dificultades crecientes a España y generando un clima irrespirable, ha pesado como una losa de plomo sobre la cumbre hispano-marroquí de Sevilla, cuyo resultado final ha quedado mermado, a pesar de que las versiones oficiales digan lo contrario.
En los ambientes próximos a la cumbre y, más concretamente, en las reuniones previas del Comité Averroes, reunido en Córdoba, al que asistieron el 28 de septiembre los ministros de exteriores de España y Marruecos, se comentaba que si hoy se hiciera un referendum en esas ciudades, es probable que sean ya mayoría los que quieren que Ceuta y Melilla no estén bajo soberanía española.
En el Comité Averroes, donde se traslucía un ambiente impropio de un órgano cuya misión es impulsar la cooperación entre los dos países, se comentaba que el deterioro en Ceuta y Melilla y la pérdida de respeto a la línea fronteriza son problemas que amenazan seriamente el futuro de las relaciones hispanomarroquíes y que la inesperada decisión del gobierno español de implicar al ejército en la custodia de la frontera no va a mejorar esa situación.
Algunos miembros del comité comentaron también que reunirse en las presentes circunstancias para estimular la cooperación entre los dos países tiene poco sentido.
La inmigración telecomandada desde Marruecos está cambiando de manera artificial la composición de la población, donde cada día abundan más los musulmanes, muchos de los cuales, en opinión de las autoridades locales y servicios de inteligencia militar, podrían ser agentes marroquíes.
Estamos asistiendo impasibles a toda una ocupación telecomandada, según comentaban algunos de los expertos.
En los ambientes próximos a la cumbre y, más concretamente, en las reuniones previas del Comité Averroes, reunido en Córdoba, al que asistieron el 28 de septiembre los ministros de exteriores de España y Marruecos, se comentaba que si hoy se hiciera un referendum en esas ciudades, es probable que sean ya mayoría los que quieren que Ceuta y Melilla no estén bajo soberanía española.
En el Comité Averroes, donde se traslucía un ambiente impropio de un órgano cuya misión es impulsar la cooperación entre los dos países, se comentaba que el deterioro en Ceuta y Melilla y la pérdida de respeto a la línea fronteriza son problemas que amenazan seriamente el futuro de las relaciones hispanomarroquíes y que la inesperada decisión del gobierno español de implicar al ejército en la custodia de la frontera no va a mejorar esa situación.
Algunos miembros del comité comentaron también que reunirse en las presentes circunstancias para estimular la cooperación entre los dos países tiene poco sentido.
La inmigración telecomandada desde Marruecos está cambiando de manera artificial la composición de la población, donde cada día abundan más los musulmanes, muchos de los cuales, en opinión de las autoridades locales y servicios de inteligencia militar, podrían ser agentes marroquíes.
Estamos asistiendo impasibles a toda una ocupación telecomandada, según comentaban algunos de los expertos.
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