Creíamos que no iba a atreverse, pero George W. Bush parece decidido a parar los pies a Irán, a pesar de que se encuentra en al final de su segundo y último mandato y de que su popularidad está por los suelos.
En su discurso de principios de septiembre, considerado por los observadores como el más importante de su mandato, junto con el que pronunció el 12 de septiembre de 2001 en la ONU, Bush pide al mundo que no subestime las amenazas lanzadas contra Estados Unidos y a favor de la desaparición del Estado de Israel por los fundamentalistas islamicos, desde Bin Ladem a Ahmadinejad y Nasrallah.
El discurso, que es un nuevo desafío al terrorismo mundial, responde a la amenaza atómica de Irán y a las próximas elecciones norteamericanas. Bush parece dispuesto a pasar de las palabras a los hechos en su pugna con Irán y, al mismo tiempo, lanza a la sociedad estadounidense un mensaje que siempre ha sido efectivo en vísperas de elecciones: ante situaciones de serio peligro, más vale fiarse de los republicanos que de los demócratas.
En el momento actual, los reveses de Washington en Irak, el caos en el Oriente próximo y no pocas dificultades internas permiten prever un fuerte avance electoral de los demócratas, capaces, incluso, de ganar la presidencia.
Pero Bush cree que las cosas pueden mejorar para su partido si los americanos comprenden que Irán representa la peor amenaza para la paz mundial desde los tiempos del nazifascismo. Bush cree también que los americanos preferirán votar a los que poseen una política antiterrorista, aunque sea arriesgada (republicanos), que a los que no tienen ninguna (demócratas).
Muchos comentaristas han reaccionado ante el discurso afirmando que, después de meses perdidos en inútiles contactos diplomáticos con Irán, tal vez ha llegado la hora de pasar a los hechos y elevar el grado de la respuesta. Bill Kristol, de Fox News, ha especulado con la posibilidad de que el Congreso, con mayoría republicana, apruebe pronto una resolución que permita el uso de la fuerza en Irán, mientras que apoyarán una financiación más intensa de la oposición iraní, muchos de cuyos miembros son especialmente activos en Estados Unidos.
En lo que parecen coincidir los analistas y principales think tanks de Estados Unidos es en que si Bush no reacciona y detiene el avance atómico de Irán, los demócratas conquistarán la Casa Blanca.
En su discurso de principios de septiembre, considerado por los observadores como el más importante de su mandato, junto con el que pronunció el 12 de septiembre de 2001 en la ONU, Bush pide al mundo que no subestime las amenazas lanzadas contra Estados Unidos y a favor de la desaparición del Estado de Israel por los fundamentalistas islamicos, desde Bin Ladem a Ahmadinejad y Nasrallah.
El discurso, que es un nuevo desafío al terrorismo mundial, responde a la amenaza atómica de Irán y a las próximas elecciones norteamericanas. Bush parece dispuesto a pasar de las palabras a los hechos en su pugna con Irán y, al mismo tiempo, lanza a la sociedad estadounidense un mensaje que siempre ha sido efectivo en vísperas de elecciones: ante situaciones de serio peligro, más vale fiarse de los republicanos que de los demócratas.
En el momento actual, los reveses de Washington en Irak, el caos en el Oriente próximo y no pocas dificultades internas permiten prever un fuerte avance electoral de los demócratas, capaces, incluso, de ganar la presidencia.
Pero Bush cree que las cosas pueden mejorar para su partido si los americanos comprenden que Irán representa la peor amenaza para la paz mundial desde los tiempos del nazifascismo. Bush cree también que los americanos preferirán votar a los que poseen una política antiterrorista, aunque sea arriesgada (republicanos), que a los que no tienen ninguna (demócratas).
Muchos comentaristas han reaccionado ante el discurso afirmando que, después de meses perdidos en inútiles contactos diplomáticos con Irán, tal vez ha llegado la hora de pasar a los hechos y elevar el grado de la respuesta. Bill Kristol, de Fox News, ha especulado con la posibilidad de que el Congreso, con mayoría republicana, apruebe pronto una resolución que permita el uso de la fuerza en Irán, mientras que apoyarán una financiación más intensa de la oposición iraní, muchos de cuyos miembros son especialmente activos en Estados Unidos.
En lo que parecen coincidir los analistas y principales think tanks de Estados Unidos es en que si Bush no reacciona y detiene el avance atómico de Irán, los demócratas conquistarán la Casa Blanca.
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