El fenómeno de las elecciones madrileñas del 4 de mayo es sorprendente y será estudiado en el futuro, en las universidades y centros de estudios políticos de todo el mundo. Todo un pueblo que se aferra a la libertad se siente reflejado en una ciudad y deposita en ella sus esperanzas de liberación y cambio. Madrid es ahora muchos más que la capital de España porque se ha convertido también en el baluarte que hay que defender para salvar a España de las nuevas hordas que pretenden sojuzgarla, degradarla y arruinarla.
Pedro Sánchez, cuya apetencia de poder es desenfrenada, lo sabe y está participando de lleno en la campaña, eclipsando sin misericordia al irrelevante candidato socialista Gabilondo y los demás candidatos que se oponen a la presidenta Díaz-Ayuso, convertida también en heroína simbólica y en bandera de esperanzas y libertades.
Madrid, más que unas elecciones, está celebrando un plebiscito entre el sanchismo y la libertad, entre la España arruinada y sometida que quiere la izquierda y la España renaciente que quieren los españoles decentes. Ni siquiera es ya una lucha entre la derecha y la izquierda, ni entre los distintos partidos, sino una confrontación espiritual entre dos mundos, el totalitario y el libre. Madrid es una ciudad tolerante, con impuestos bajos, impregnada de espíritu liberal y que se resiste a ser esclava de un Estado implacable, dominado por la chusma que odia a España. Madrid es el Berlín de los años ochenta del pasado siglo, donde el muro construido por el comunismo separaba a los esclavos y a los libres.
Pedro Sánchez se juega su futuro en Madrid y él lo sabe. Por eso juega tan fuerte. Pero Madrid le trasciende también a él, como trasciende a su oponente, Isabel Díaz Ayuso. La pelea es ya entre dos concepciones opuestas del mundo: la de la esclavitud y la de la libertad.
Madrid ha sido desde hace muchas décadas, sinónimo de ciudad acogedora, libre y cosmopolita, donde todos encontraban refugio y podían ser libres, amparados por el anonimato de una gran urbe alegre y receptiva, libre y esperanzada. Esa ciudad se ha convertido en cuartel general de la resistencia española contra la opresión y lugar de concentración de los españoles que no quieren ser acribillados por la pobreza, por los altos impuestos y por la autoridad férrea de unos políticos gobernantes que carecen de altura y que se han dejado en la cuneta la decencia, el amor a España y las ideas de libertad y protagonismo del pueblo.
Madrid ya se alzó contra la opresión napoleónica el 2 de mayo de 1808 y ahora quiere alzarse y derrotar a ese Napoleón español de opereta, arrogante, fatuo y peligroso como una víbora, que se llama Pedro Sánchez, que quiere cambiar España como un calcetín, colocando encima de ella la bota de un Estado incuestionable, y lo está logrando con la ayuda de un ejército vergonzoso y corrupto donde militan golpistas, independentistas, amigos del terrorismo y bolcheviques sedientos de poder y de venganza. Los únicos "méritos" del sanchismo son hoy el descaro, el blindaje del poder, la mentira, el acuchillamiento del viejo socialismo decente español, de las libertades y derechos fundamentales conquistados por el pueblo, de la democracia, que aunque castrada y corrompida, existía, de la economía española, hecha trizas durante su corto mandato, y de valores y sentimientos tan vitales como la ilusión, la esperanza, la decencia, la honradez. La verdad y el amor a España.
La batalla de Madrid, además de ser crucial, es fascinante y atrae como un imán, tanto a los canallas y defensores del mundo esclavo como a los que soñamos con la libertad, la decencia y la regeneración. Es una batalla tan importante que terminará por engulliros a todos y en la que es casi imposible ser neutral.
Ojalá la victoria sea de la decencia y sea también la tumba del totalitarismo que se cierne sobre España como un cuervo siniestro.
Francisco Rubiales
Pedro Sánchez, cuya apetencia de poder es desenfrenada, lo sabe y está participando de lleno en la campaña, eclipsando sin misericordia al irrelevante candidato socialista Gabilondo y los demás candidatos que se oponen a la presidenta Díaz-Ayuso, convertida también en heroína simbólica y en bandera de esperanzas y libertades.
Madrid, más que unas elecciones, está celebrando un plebiscito entre el sanchismo y la libertad, entre la España arruinada y sometida que quiere la izquierda y la España renaciente que quieren los españoles decentes. Ni siquiera es ya una lucha entre la derecha y la izquierda, ni entre los distintos partidos, sino una confrontación espiritual entre dos mundos, el totalitario y el libre. Madrid es una ciudad tolerante, con impuestos bajos, impregnada de espíritu liberal y que se resiste a ser esclava de un Estado implacable, dominado por la chusma que odia a España. Madrid es el Berlín de los años ochenta del pasado siglo, donde el muro construido por el comunismo separaba a los esclavos y a los libres.
Pedro Sánchez se juega su futuro en Madrid y él lo sabe. Por eso juega tan fuerte. Pero Madrid le trasciende también a él, como trasciende a su oponente, Isabel Díaz Ayuso. La pelea es ya entre dos concepciones opuestas del mundo: la de la esclavitud y la de la libertad.
Madrid ha sido desde hace muchas décadas, sinónimo de ciudad acogedora, libre y cosmopolita, donde todos encontraban refugio y podían ser libres, amparados por el anonimato de una gran urbe alegre y receptiva, libre y esperanzada. Esa ciudad se ha convertido en cuartel general de la resistencia española contra la opresión y lugar de concentración de los españoles que no quieren ser acribillados por la pobreza, por los altos impuestos y por la autoridad férrea de unos políticos gobernantes que carecen de altura y que se han dejado en la cuneta la decencia, el amor a España y las ideas de libertad y protagonismo del pueblo.
Madrid ya se alzó contra la opresión napoleónica el 2 de mayo de 1808 y ahora quiere alzarse y derrotar a ese Napoleón español de opereta, arrogante, fatuo y peligroso como una víbora, que se llama Pedro Sánchez, que quiere cambiar España como un calcetín, colocando encima de ella la bota de un Estado incuestionable, y lo está logrando con la ayuda de un ejército vergonzoso y corrupto donde militan golpistas, independentistas, amigos del terrorismo y bolcheviques sedientos de poder y de venganza. Los únicos "méritos" del sanchismo son hoy el descaro, el blindaje del poder, la mentira, el acuchillamiento del viejo socialismo decente español, de las libertades y derechos fundamentales conquistados por el pueblo, de la democracia, que aunque castrada y corrompida, existía, de la economía española, hecha trizas durante su corto mandato, y de valores y sentimientos tan vitales como la ilusión, la esperanza, la decencia, la honradez. La verdad y el amor a España.
La batalla de Madrid, además de ser crucial, es fascinante y atrae como un imán, tanto a los canallas y defensores del mundo esclavo como a los que soñamos con la libertad, la decencia y la regeneración. Es una batalla tan importante que terminará por engulliros a todos y en la que es casi imposible ser neutral.
Ojalá la victoria sea de la decencia y sea también la tumba del totalitarismo que se cierne sobre España como un cuervo siniestro.
Francisco Rubiales
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