Aunque parezca mentira, a pesar de nuestras continuas frustraciones y decepciones con el poder político, han logrado sorprendernos. Nunca podíamos imaginar que la desfachatez del poder pudiera llegar tan lejos: se atreven a pedirnos (Solbes) que nos apretemos el cinturón cuando ellos, los políticos, se comportan como despilfarradores natos, como manirotos incorregibles, como ineficientes reincidentes, enfermos de grandeza y de ostentación, que han han hipertrofiado el sector público hasta el paroxismo, hasta conseguir que sólo el Ayuntamiento de Madrid o uno sólo de los actuales ministerios tenga más funcionarios y servidores que toda la corte de Felipe II, cuando aquel rey gobernaba un imperio en el que no se ponía el sol.
Que los que han asesinado la austeridad, los que demuestran ser insaciables a la hora de cobrar impuestos al ciudadano, los que han creado una burocracia atroz que no sirve para nada, parlamentos en cada región, gobiernos en cada provincia, delegaciones en cada rincon, flotas interminables de coches oficiales y legiones de enchufados, asesores, servidores y especialistas en nada, nos digan a los simples ciudadanos que nos apretemos el cinturón es demasiado fuerte y democráticamente insoportable. La osadía, la arrogancia y la desfachatez del poder en España parece no tener límites.
Cuando los ciudadanos están acosados por la crisis, cuando la gente realiza malabarismos para llegar a fin de mes, ellos, los políticos, siguen subiéndose el sueldo de manera insaciable, hinchando la administración innecesariamente, creando nuevos y costosos ministerios, como el de Igualdad encomendado a la miembra Bibiana, gastando cada día más, repartiendo dinero en África y América, sin ni siquiera ofrecer al pueblo un sólo gesto, sin decir que, en solidaridad con los que sufren, renuncian a tarjetas visa, o a coches oficiales, o a las legiones de asesores que les rodean.
Insensibles al sufrimiento y arrogantes como vampiresas dieciochescas de la corte de Viena, nuestros políticos nos piden a los desprotegidos y amenazados ciudadanos, incriblemente, que nos apretemos el cinturón.
¿Dios mío! ¿Hasta donde vamos a llegar en el avance hacia la ignominia? Incluso empiezan a hablar de que tal vez haya dificultades para pagar las pensiones.
Les advierto que la paciencia del pueblo tiene un límite y que si no quereis sufrir una rebelión cívica cargada de razón, antes de dejar de pagar las pensiones tendreis que bajaros vosotros de los coches oficiales, reduciros vuestros sueldos de sátrapas, licenciar a cinco mil asesores por lo menos, reducir el número de ministerios, acabar con la corrupción galopante, erradicar el clientelismo, encarcelar a algunos miles de sinvergüenzas y licenciar por lo menos a medios millón de parásitos que hoy cobran del Estado sin dar nada a cambio.
Rubén
Que los que han asesinado la austeridad, los que demuestran ser insaciables a la hora de cobrar impuestos al ciudadano, los que han creado una burocracia atroz que no sirve para nada, parlamentos en cada región, gobiernos en cada provincia, delegaciones en cada rincon, flotas interminables de coches oficiales y legiones de enchufados, asesores, servidores y especialistas en nada, nos digan a los simples ciudadanos que nos apretemos el cinturón es demasiado fuerte y democráticamente insoportable. La osadía, la arrogancia y la desfachatez del poder en España parece no tener límites.
Cuando los ciudadanos están acosados por la crisis, cuando la gente realiza malabarismos para llegar a fin de mes, ellos, los políticos, siguen subiéndose el sueldo de manera insaciable, hinchando la administración innecesariamente, creando nuevos y costosos ministerios, como el de Igualdad encomendado a la miembra Bibiana, gastando cada día más, repartiendo dinero en África y América, sin ni siquiera ofrecer al pueblo un sólo gesto, sin decir que, en solidaridad con los que sufren, renuncian a tarjetas visa, o a coches oficiales, o a las legiones de asesores que les rodean.
Insensibles al sufrimiento y arrogantes como vampiresas dieciochescas de la corte de Viena, nuestros políticos nos piden a los desprotegidos y amenazados ciudadanos, incriblemente, que nos apretemos el cinturón.
¿Dios mío! ¿Hasta donde vamos a llegar en el avance hacia la ignominia? Incluso empiezan a hablar de que tal vez haya dificultades para pagar las pensiones.
Les advierto que la paciencia del pueblo tiene un límite y que si no quereis sufrir una rebelión cívica cargada de razón, antes de dejar de pagar las pensiones tendreis que bajaros vosotros de los coches oficiales, reduciros vuestros sueldos de sátrapas, licenciar a cinco mil asesores por lo menos, reducir el número de ministerios, acabar con la corrupción galopante, erradicar el clientelismo, encarcelar a algunos miles de sinvergüenzas y licenciar por lo menos a medios millón de parásitos que hoy cobran del Estado sin dar nada a cambio.
Rubén
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